Pedro Rosas (izq.) y Arturo Vaca. |
El maestro Pedro Rosas, quien
emigró de Autlán en 1954 (“al año siguiente del incendio del mercado”) a la
ciudad de México buscando iniciar una carrera como torero, compartió en esta plática
algunos recuerdos de sus primeros meses en la capital, historias de cuando anduvo
corriendo la legua y opiniones sobre la tauromaquia en aquellos tiempos y en la
actualidad.
Don Pedro narró cómo, poco después
de llegar a la ciudad de México a casa de una hermana suya, ésta lo llevó a la
terminal de la línea Tres Estrellas de Oro para regresarlo a Autlán, vía
Guadalajara. Como el transporte público que la llevaba de regreso a su casa salía
antes que el autobús foráneo, ella dejó al joven Pedro en la terminal, lo que éste
aprovechó para no tomar el camión y mejor dedicarse a vagar por las avenidas de
la ciudad, mientras encontraba la forma de aprender a torear. Así estuvo varios
meses, durmiendo en la Alameda y, después, afuera de los cabarets, donde no le
faltaba algo de comer.
Por fin, debutó de luces en Real
del Monte, Hidalgo, en 1958 y toreó en pueblos de seis Estados de la República,
siempre como “chonero”, es decir, semiprofesional. De esta etapa de su vida, que
duró varios años y muchos festejos, contó las vicisitudes y anécdotas que le
ocurrieron: cornadas serias en Zacatlán de las Manzanas, Puebla, y en Papantla,
Veracruz, tientas en algunas ganaderías de casta, tretas para no pagar el hotel
en algún pueblo, las eternas penurias económicas, el frío del Altiplano que
había que soportar sin más abrigo que su propio capote y mañas para echarse al
público pueblerino a la bolsa, que consistían en hacer desplantes frente al
toro y hacer gala de una calculada valentía. “Voy a morir contento recordando
esos años”, afirmó don Pedro.
De esos tiempos le quedaron
grandes amistades con otros aspirantes a toreros, que al paso de los años se
han cristalizado en una buena conexión con la Escuela Taurina de
Aguascalientes, que ha servido para que estudiantes de Autlán tengan
oportunidades de aprender y foguearse en la ciudad de la Feria de San Marcos.
Su afición ha sido, dijo, de
tiempo completo. Soñó siempre con torear en la plaza México o alguna otra de
categoría, vestido de luces y frente a un público entusiasta. A propósito de
esto, contó la anécdota de cuando, ya desesperado por no tener una oportunidad
de torear en una plaza de este tipo, intentó saltar como espontáneo en una
corrida que se celebraba en el Toreo de Cuatro Caminos, intento que se frustró
debido a que el boletero descubrió los implementos de torear que llevaba
ocultos entre la ropa.
Don Pedro Rosas también habló de
algunos matadores de su época de chonero a los que conoció personalmente, como
Luis Procuna, y de toreros de la actualidad, como Andrés Roca Rey y Leo Valadez,
a los que ha visto desarrollarse desde sus inicios. Habló, por último, de dos cualidades
que considera fundamentales en un torero: la templanza, que permite quedarse
quiero frente al toro y manejarlo con la muleta, y, sobre todo, la humildad,
que es indispensable para que las cosas salgan bien.
1 comentario:
Muchas gracias por publicar en su blog esta interesante charla con el Maestro Pedro Rosas. mi aprecio agradecimiento y reconocimiento a su labor.
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