Jesús Borbón (izq.) y Arturo Vaca. |
Apasionado de la fiesta brava
fue el título de la conferencia de ayer, que consistió, como todas las demás,
en una conversación entre el cronista taurino Arturo Vaca y el invitado en
turno, quien esta vez fue Jesús Borbón, el asesor del juez de la plaza Alberto Balderas.
En ella se habló de la pasión por la fiesta brava, un concepto muy difícil de
definir pero cuya forma se puede entrever a través del testimonio y las
anécdotas de personas que la “padecen”, como el mismo Jesús Borbón.
Lo que se habló este martes
estuvo lejos de ser un juego para la tribuna, no se buscó quedar bien o
congraciarse con el público autlense. De hecho, éste quedó mal parado con los
conceptos del invitado, que mencionó que “los tendidos de la plaza de Autlán se
llenan de gente que viene de visita”, refiriéndose a que la afición de aquí no acude
regularmente a las corridas que se dan en el Carnaval, además de que son pocos
aficionados locales los que tienen conocimientos suficientes para apreciar a
cabalidad lo que pasa en el ruedo. En este sentido, también se estableció una
especie de clasificación de aficionados a los toros: los que son aficionados de
Carnaval, es decir, que solo asisten a los toros en la fiesta de Autlán; los aficionados
de Internet, que incluso adoptan el caló taurino pero solo ven toros en videos;
y los verdaderos apasionados, que salen a las ferias y temporadas taurinas para
ver toros todo el año.
Esta falta de conocimiento de la
mayoría de la afición se refleja en algunas actitudes que se adoptan en la
plaza, por ejemplo en la exigencia de trofeos para matadores que no los
merecen: explicó el invitado cómo a lo largo de la faena el torero va ganando
méritos para obtener un trofeo pero todos esos méritos se pueden perder si éste
falla a la hora de matar. Esto no lo saben muchos aficionados, que aun así
exigen orejas para toreros que supieron congraciarse con ellos.
De esta forma se habló también de
otras incidencias, como el indulto de un toro, que ocurre cuando el animal
demuestra bravura y nobleza dentro del ruedo; el público puede solicitar el
indulto y el juez decide si lo concede. Los toros indultados generalmente se regresan
a la ganadería, donde son destinados al empadre, en pocos casos los ganaderos
no los aceptan de regreso y los toros son muertos en los corrales de la plaza. Los
indultos, como otros acontecimientos de las corridas de toros, se registran en
una estadística que se difunde en todo el mundo taurino; en este sentido se
dijo que algunas plazas de menor categoría no siempre entran en la estadística,
como pueden ser el caso de Villa Purificación y El Grullo.
Sobre su propia afición, Jesús Borbón
dijo que su mal de montera se debe en buena medida a don José Gómez Llamas, albañil
constructor de la plaza Alberto Balderas que, años después, trabajó como
boletero en la plaza. Él dejaba entrar gratis a don Jesús en su infancia, con
lo que fue creciendo su afición. Él llegó a torear en distintos lugares del
país, hasta que un percance que le ocurrió en 1998 en los Altos lo convenció de
retirarse.
Un momento de interés para los no
iniciados en la tauromaquia fue la explicación que don Jesús Borbón hizo del
ritual con el que inicia la corrida de toros y cómo se celebra en Autlán: dijo
que 15 minutos antes de la hora en que debe iniciar el festejo la autoridad de
la plaza ya se encuentra en su palco, desde donde llama a los toreros “a
trabajar” justo a la hora en que está anunciado. El alguacilillo sale al ruedo
entonces a solicitar a la autoridad la llave, lo cual es una reminiscencia de
los festejos medievales, para dar paso entonces a la entrada de las cuadrillas,
el famoso paseíllo. Los toreros deben salir en un orden ya establecido: a la
izquierda el primer espada (el de alternativa más antigua), a la derecha el segundo
y al centro el matador con alternativa más reciente, detrás de ellos vienen sus
subalternos, los picadores y los monosabios.
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