Eso sí, la concurrencia fue muy
heterogénea: había universitarios, pero también muchos externos, jóvenes y
viejos; vecinos de Autlán, pero también de los municipios arribeños: paisanos
de don Cornelio procedentes de Tenamaxtlán, Tecolotlán y de los barrios
tapatíos en los que el ilustre visitante se mueve. Con ellos, don Cornelio
sostuvo un encuentro de alrededor de una hora y media, en el que compartió sus
experiencias, aprendizajes y opiniones producto de una vida larga e intensa.
Fue justamente a las 17:35 horas
cuando comenzó la plática. Al parecer, hubo la intención de que fuera algo muy
formal, con un entrevistador que llevaba unas preguntas preparadas y que
tendría la tarea de leer una semblanza del invitado antes de comenzar la
entrevista. Pero esto se fue, afortunadamente, al traste con la personalidad de
don Cornelio, que fue haciendo el guion conforme fluía la conversación.
De su propia voz conocimos el
amplio horizonte de experiencias que lo han ido forjando: su llegada a los
Estados Unidos como estudiante a los 11 años de edad, en 1955, donde convivió
con pachucos, gringos y mexicanos en el exilio; su persistencia para ingresar a
la Escuela de Artes Plásticas de la UNAM; su paso por Chile, donde alternó con
Víctor Jara y los hermanos Parra, en los días previos al golpe de Estado; cómo
dio clases de guitarra en Zambia y fue músico callejero en París. En su vejez,
don Cornelio no se la pasa suspirando por esos lugares, sino que valora la
cultura de su lugar de origen y trabaja para difundirla y ayudar a que otros la
conozcan: ahí están su trabajo en el programa de televisión De kiosco en kiosco
y el de radio En el rincón de una cabina.
Don Cornelio habló también del
arte, al que considera alimento del alma, al que es tan necesario enseñar y
promover como a los oficios prácticos; sobre las diferencias entre el arte (contemplativo)
y la artesanía (que produce objetos utilitarios), sin demeritar a ninguna de
las dos actividades; del Guernica de Picasso y del bolero ranchero, del
arte abstracto y del cine de animación… y, por supuesto, del mariachi, una de
sus actividades artísticas, junto con el grabado. No faltaron comentarios sobre
Fernando Sandoval, un autlense ex alumno suyo que ahora tiene un taller de
grabado en Oaxaca, hoy muy celebrado.
Toda la plática estuvo salpicada
de anécdotas, chistes y hasta chismes, expresadas con los giros del lenguaje
propios de nuestra región, aprendidos por don Cornelio desde su infancia en Tenamaxtlán
y San Buenaventura.
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