Durante el panel sobre Áurea Corona. De izquierda a derecha: Guillermo Tovar, Gabriel Lima, Dayana Elías y Jorge Martínez. Foto de Ángel González. |
Este viernes 16 de agosto a mediodía comenzaron las actividades de la tercera edición del festival Áurea Corona, que se lleva a cabo en el Museo Regional y que es organizado por esta institución y la dirección de Arte y Cultura del Ayuntamiento de Autlán.
Hacia las 11:40 horas y ante unas 20 personas se llevó a cabo una sencilla ceremonia de inauguración del festival en uno de los pasillos del Museo, justo afuera de la sala de Músicos de la Región. Luego de la lectura de una semblanza de Áurea Corona se montó una guardia de honor dentro de la sala, donde se encuentra un retrato de la pianista, conformada por el presidente municipal de Autlán, Miguel Ángel Íñiguez Brambila; el director de Arte y Cultura del Ayuntamiento, Alexander Flores Arias; Martha Florentina Corona Santana, directora del Museo; Agustín Godoy Pelayo, presidente del patronato del Museo; Nabor de Niz Domínguez, coordinador del capítulo Costa Sur de la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco, y Manuel López Morales, representante de la Secretaría de Cultura del Estado. Al término de la guardia de honor el presidente municipal declaró inaugurado el festival.
Inmediatamente después de la ceremonia de inauguración se desarrolló en el salón de usos múltiples el panel Vida y obra de Áurea Corona, con la participación de Virginia Dayana Elías Corona y Jorge Isaac Martínez Corona, ambos ex alumnos de Áurea, y don Gabriel Lima Velásquez, ex presidente municipal de Autlán en cuya administración se declaró "Hija predilecta de Autlán" a la ameritada pianista. El panel fue moderado por el cronista municipal Guillermo Tovar Vázquez.
Esta actividad, cuyo objetivo fue conocer aspectos de la vida y obra de Áurea Corona que solo se encuentran en el recuerdo de quienes convivieron con ella, se llevó a cabo en tres rondas, en cada una de las cuales cada panelista compartió sus recuerdos sobre la personalidad, el trabajo como profesora y una anécdota sobre Áurea, respectivamente.
En la primera ronda los dos ex alumnos coincidieron en recordar el fuerte carácter de Áurea Corona, que hacía que su presencia se notara en cualquier lugar a pesar de su complexión menuda y que se manifestaba en su forma imperativa de dirigirse a sus alumnos y al personal que trabajaba con ella. En la vida de ambos quedó una influencia de la maestra Áurea, notoria en su inclinación hacia la disciplina y el cuidado de los detalles y en cosas más sencillas, como la forma de sentarse en una silla, en la orilla de ésta, como la profesora les enseñó a sentarse en el banquillo del piano. El señor Gabriel Lima, por su parte, narró la forma en que se desarrolló el homenaje que se le rindió a Áurea Corona durante su administración municipal (1977-1979), por decisión del Cabildo, consistente en la mencionada declaratoria de hija predilecta y en una comida que se le ofreció en el restaurante del ya desaparecido Hotel Valencia. Áurea Corona se condujo, según don Gabriel, con mucha humildad, como si no mereciera el homenaje que se le ofrecía.
En la segunda ronda Dayana Elías recordó las libretas membretadas con que contaba su academia, además de ciertos formatos que se utilizaban para estudiar las diferentes escalas. En cuanto a su técnica de enseñanza, dijo que combinaba la dificultad teórica con la práctica y las lecciones más melodiosas, todo esto con mucha disciplina. Sus clases le resultaban estresantes pero a la vez relajantes, porque debía olvidarse de todos los demás problemas del día para enfocarse exclusivamente en la clase. Jorge Martínez recordó que cuando él estudio, la academia de la maestra Corona ya solo era atendido por ella, describió además con detalle la distribución y aspecto físico de la escuela: había muchas macetas en la entrada, las paredes estaban pintadas de blanco con detalles rojos, en la planta baja había un salón grande pegado a la cocina donde tenía uno de los pianos. En este salón se impartían las clases. En la cocina había elementos antiguos, como los trastes y la estufa, ahí trabajaban algunas personas que le ayudaban con la preparación de la comida y el aseo de la casa. Sobre el trabajo como ejecutante de Áurea dijo que le maravillaba la capacidad de matices enfáticos de que era capaz: lo mismo podía hacer sonar el piano como el vuelo de un colibrí que como la pisada de un elefante. Además. no le gustaba tocar el piano mientras daba clase.
En la tercera ronda los panelistas recordaron algunas anécdotas que les tocó vivir con Áurea Corona: Dayana nos narró la ocasión en que Áurea Corona invitó a su mamá a tomar un vaso de raicilla con cacahuate en su academia mientras ella ensayaba; a esta costumbre de beber raicilla le atribuyó por mucho tiempo el secreto de su vitalidad.
Jorge recordó que la profesora Áurea lo regañaba constantemente y una ocasión en que, mientras estaba él en la clase, sonó el teléfono de su casa varias veces y, cuando las señoras que trabajaban en su casa intentaban comunicarle el teléfono a la maestra ella las reñía por encontrarse ocupada y que no debían interrumpirla. Ante la insistencia de quien llamaba y su negativa a proporcionar su nombre, la maestra tomó el teléfono para exigir que la persona dejara de molestar o se identificara, al hacer esto último y darse cuenta de que se trataba de una amiga suya, la maestra cambió de semblante e incluso se puso a platicar un rato con ella. Esto le cambió el estado de ánimo al grado de que esa tarde la maestra Áurea Corona felicitó por primera y única vez a Jorge.
Don Gabriel Lima recordó, a propósito del episodio de la raicilla que comentó Dayana, que en la comida que le ofrecieron las autoridades autlenses en los años 1970 la maestra Corona bebió tequila con pepino y se comió nada menos que quince chiles piquines.
Al terminar el panel hubo una nutrida sesión de preguntas y comentarios del público, que en número de alrededor de 30 personas permaneció en el Museo. En ella algunos de los asistentes recordaron también algunas anécdotas de Áurea Corona en la que salió a relucir su proverbial carácter y disciplina como maestra.
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