A las 8 de la noche de este martes 15 de noviembre en la cancha de futbol de la unidad deportiva Chapultepec ya había reunidos un par de cientos de personas. Apenas unos cuantos minutos antes había terminado (la inauguración estaba anunciada para las 7 de la tarde) la prueba de sonido del escenario que ahí se montó para que se llevaran a cabo los conciertos del festival Nocheztli 2016, por lo que la expectativa generalizada era de un trastorno en los horarios asignados para cada banda. Eso y un entusiasmo latente fue lo primero que pude percibir al llegar a la unidad.
Soul Sacrifice. |
Afortunadamente la expectativa no se cumplió, ni de cerca: sin una presentación formal, un par de minutos después de las 20:00 hrs. saltaron al escenario los ocho integrantes del grupo tributo a Santana Soul Sacrifice y arrancaron la velada con su versión de Black magic woman. A juzgar por la reacción del público, cuyo número crecía constantemente al correr de los minutos, mi percepción sobre el entusiasmo sí fue acertada: desde los primeros acordes comenzó también el movimiento rítmico entre quienes estábamos frente al escenario; algunos movían la cabeza discretamente mientras otros, con mayor soltura, ensayaban pasos de baile sobre la grama de la cancha, más acostumbrada a la cadencia de las jugadas futboleras que a la provocada por la música. Con una alineación compuesta por dos guitarras eléctricas, bajo, teclados, congas, batería y voces, Soul Sacrifice completó su set con una mezcla entre los clásicos de Carlos Santana y piezas de la santanamanía del año 2000. Un dato curioso es que la batería fue ejecutada alternadamente en las distintas piezas por Beto Barajas, profesor del taller de ese instrumento que se lleva en el centro comunitario Tiopa Tlanextli y por dos de sus alumnos.
Rapsodya. |
Ya sobre las 21:00 hrs. y luego de mínimos ajustes en el equipo de sonido, salió al escenario el grupo de covers Rapsodya, de Autlán. Con un público que muy probablemente llegaba al doble del que había cuando inició todo, Rapsodya (bajo, dos guitarras, batería y voz) ofreció un repertorio de piezas mucho más rocanroleras que las que les conocen los asiduos a Arena: La pucha asesina, de Cuca, fue su carta de presentación, a la que siguieron piezas de bandas como Metallica, Iron Maiden o Scorpions.
Los OlviZarros. |
La tercera banda autlense en esta jornada fue Los OlviZarros, del subgénero punk, y la primera en mostrar composiciones propias. Cuatro minutos antes de las 22:00 hrs. ya estaban tocando La corora, a la que siguió un torrente de veinte piezas, quince de ellas propias, en las que critican lo mismo a la tauromaquia que a la situación de los niños en los países en guerra, a la policía que a los curas. Ya sobre las 23:00 hrs., se despidieron con Uta, vale.
Hay que resaltar que, aunque estas tres primeras bandas son locales y la siguiente era nada menos que la popularísima El Gran Silencio, el público las recibió y acompañó efusivamente durante toda su presentación, bailando, coreando o mosheando. Nada de abuchearlos para que ya comenzara la banda estelar, lo que habla muy bien de la disposición de quienes asistieron anoche a disfrutar de la música.
El Gran Silencio frente a los autlenses. |
A quienes no recibieron igual fue al presidente municipal, Fabricio Corona, y otros funcionarios que subieron al escenario a inaugurar el festival justo antes de la actuación de la banda estelar. Aunque el acto fue muy breve, la gente no se guardó las manifestaciones de su impaciencia (¿o del malestar por la disminución en el presupuesto del festival o por la gestión municipal toda?... a saber), con silbidos, mentadas y abucheos. Aunque esto no duró mucho: El Gran Silencio salió a ofrecer una presentación tan esperada como disfrutada por quienes asistimos. Se podrían ofrecer muchos ejemplos de lo bien que lo pasaron la banda y su público durante la noche, de cómo fue el repertorio o la actitud del grupo, pero difícilmente se podría describir el momento en que alrededor de cinco mil gargantas (número aproximado de personas que había ya en ese momento) coreaban, frente al silencio de los músicos, algunos versos de Dormir soñando ni la explosión de la energía contenida al comenzar la actuación del grupo. Momentos así demuestran que, por parte del público, Nocheztli puede tener una larga vida.
Si alguien quisiera ponerle un adjetivo a la personalidad de este festival, podría ser el de diverso. Aunque todos podemos ver las abismales diferencias entre calidades y géneros de los distintos grupos que conforman el programa, basta darse una vuelta frente al escenario para confirmar esta diversidad: en los alrededor de cuatro mil metros cuadrados de una cancha de futbol podemos ver lo mismo a señores sentados en sus sillas plegables (eso sí, lejos del ruido de las bocinas), a chavorrucos con camisetas de grupos clásicos del rock, familias completas con niños, parejas de novios tomados de la mano, rockeros de mucho pelo en la cara y poco o nada sobre el cráneo, cholos, fresas, punketos, estudiantes, camisetas de Chivas o Leones Negros, sofisticados equipos de fotografía o video junto a los infaltables celulares, boinas "toreras" y gorras de equipos de la NBA, personas que reaccionan ostensiblemente a las emociones que les provoca la música junto a verdaderas estatuas vivientes... todos conviviendo (y celebrando) en paz. Eso y no los nombres de los artistas que se presentan es lo bueno de Nocheztli.
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