jueves, 19 de junio de 2008

Antonio Alatorre Chávez




Nació el 19 de junio de 1922 en la ciudad de Autlán de la Grana, hijo de don Gumersindo Alatorre Enríquez y doña Sara Chávez Aguilar. Sus estudios primarios los hizo en Autlán en la Escuela Oficial Elemental y Superior para niños bajo la dirección de la ilustre maestra doña María Mares.

En el año de 1932 ingresó al Seminario de los Misioneros del Espíritu Santo en la Ciudad de México, hasta terminar sus estudios de filosofía.

Inclinado hacia otras discilpinas dejó el seminario y se trasladó a Guadalajara, donde ofreció trabajos de profesor de literatura y fundó, con Juan José Arreola, la revista literaria "Pan".

Radicado en la Ciudad de México desde el año 1941, trabajó unos años como traductor en el Fondo de Cultura Económica y realizó estudios de literatura española en El Colegio de México, institución en la que fue secretario.

Ahí habría de encontrar su verdadera vocación: la filología, discilpina en la que es un verdadero maestro. Dirigió la revista de filología editada por El Colegio de México.

Profesor en la Unversidad Nacional Autónoma de México de técnica literaria y de literatura española, es un políglota destacado y, sobre todo, actualmente uno de los más grandes latinistas de México.

Considerado por algunos críticos como el más profundo filólogo de México, fue distinguido con el Premio Jalisco de Letras en 1994 y en 1998 con el Premio Nacional de Letras.

Ha dictado conferencias en las universidades de Londres, Princeton, Madrid, Manila, California, París, entre otras.

Actualmente radica en la Ciudad de México.

La Universidad de Guadalajara le rindió un homenaje en mayo de 2002, imponiéndole su nombre a la Casa Universitaria en Autlán.

Tomado del libro: "Ciudadanos distinguidos de Autlán", coordinado por la ESP Bertha Alicia Gutiérrez Lugo.


1 comentario:

Juan Carlos Rangel dijo...

El cubículo de don Antonio en el Colegio de México tiene el número 001. Allí trabajó durante muchos años en lo que era su pasión: la literatura y la edición de la Nueva Revista de Filología Hispánica, de la cual es aún Director Emérito. En las paredes de su cubículo podemos leer con admiración las cartas y felicitaciones que llegaban a la revista, por su rigor y calidad, y que fueron enviadas por instituciones como la Real Academia de la Lengua Española. Espero encontrar el negativo de la foto que me permitió tomarle en el Colegio Nacional, luego de una conferencia que impartió. Mi esposa, Lourdes, le envió por mi conducto un tequila que él recibió con regocijo. Luego contaré una anécdota sobre cómo conocí a don Antonio. Muchos saludos Guillermo y miembros de este colectivo.