La blasfemia pagues que hablaste
Delante de un espíritu del cielo
Parte del proceso por judaizante a Juan Bautista de Corvera
En Autlán es muy conocido el nombre del doctor Rubén Villaseñor Bordes, como el de un personaje originario de aquí que publicó un libro de historia de Autlán. Sin embargo, el doctor Villaseñor tiene una bien ganada posición como historiador formal en otros ámbitos, sirviendo su obra todavía en nuestros días como fuente para investigaciones sobre historia del Occidente de México.
Una de las publicaciones del
doctor Villaseñor que no necesariamente tienen que ver con Autlán es un libro
breve pero muy rico, que desde el título ya nos promete mucho: La Inquisición en la Nueva Galicia (Siglo
XVI), publicado en 1959 en Guadalajara, con un tiraje de apenas 400
ejemplares. En 160 páginas, don Rubén nos da un panorama sobre los primeros
años de trabajo de este temido tribunal pero también nos aclara algunos
aspectos sobre la leyenda negra que hasta nuestros días todavía se cierne sobre
él.
En la Introducción del libro el
autor explica cómo la Inquisición había sido hasta mediados del siglo XX un
ente estudiado deficientemente, solo difundido mediante la publicación de
procesos notorios y lo que él llama la “sucia corriente” de las plumas
liberales del siglo anterior, encabezada por Vicente Riva Palacio. Villaseñor
acudió al Archivo General de la Nación para escarbar en su acervo sobre los
trabajos del tribunal en la Nueva Galicia en el siglo XVI pero no para
encontrar historias espectaculares sino para, mediante un paciente trabajo de
paleografía, extraer los nombres y referencias de personas, lugares, comercios,
escuelas y, en fin, de todas las minucias que formaban la vida cotidiana de lo
que siglos después llamaríamos Jalisco.
Porque las investigaciones del
doctor Villaseñor no se limitaron a lo que aconteció en Guadalajara sino que
abarcan todos los pueblos dependientes del obispado de Guadalajara cuyos
nombres conservan los archivos de la Inquisición: ahí encontramos, claro, a
nuestro Autlán y al comarcano Zacapala (ahora desaparecido), al minero
Guachinango y al fronterizo Etzatlán, entre muchos otros.
Las motivaciones que esgrime el
doctor Villaseñor para tomarse el trabajo de un año en el archivo, cuyo fruto
fue este libro, son principalmente dos: revalorizar la vida y trabajo de los
cleros secular y regular en Nueva Galicia, enriqueciendo las fuentes históricas
de la Colonia que hasta entonces se limitaban casi por completo a las crónicas
de los frailes franciscanos; la otra la expresa poéticamente como “es que en
parte alguna la vena del añejo vivir corre tan cristalina”.
Luego de la Introducción, bajo el
subtítulo de Actividades Pretribunalicias, el autor hace una relación breve de
cómo se llevaba adelante el trabajo de control de la vida religiosa en el
obispado de Guadalajara antes de la instalación del tribunal. El obispo, por el
simple hecho de serlo, era inquisidor ordinario, mientras que los sacerdotes de
los pueblos podían servir como auxiliares e, incluso, como jueces, previo
nombramiento especial. Esta parte incluye una interesante lista de los pueblos
que contaban con sacerdote y los nombres de éstos, en 1570, y concluye con una
cronología de la actuación como inquisidores de los obispos neogallegos en este
periodo.
Enseguida, bajo el subtítulo de
Establecimiento del Tribunal y Consecuencias Locales, se explica la historia de
la creación del tribunal en España, su instalación en México el 4 de noviembre
de 1571 y cómo este hecho cambió la forma de trabajar del clero de Nueva
Galicia. También se incluye una relación de los obispos neogallegos del siglo
XVI y su actuación como parte integrante de la Inquisición.
Luego de estos preámbulos viene
la parte más interesante para los curiosos ojos jaliscienses: la relación,
organizada por delitos, de los procesos encontrados por Villaseñor en el
archivo: causas por blasfemia y palabras mal sonantes, por hechicería, procesos
seguidos a judaizantes, a bígamos, a clérigos y a frailes y, por último, un
riquísimo epistolario entre los obispos de Guadalajara y funcionarios de la
Inquisición.
La lectura de este libro es una
forma inmejorable de acercarnos a la infancia de nuestra sociedad jalisciense,
que nos puede arrojar luz sobre nuestros tabúes, atavismos y, en general, sobre
la formación de nuestra identidad.
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