Clemente Amaya (centro) con dos compañeros músicos. |
Por Guillermo Tovar Vázquez. Texto leído en la ceremonia de conmemoración del 98 aniversario luctuoso de Clemente Amaya.
Autlán cuenta
con varios símbolos de identidad, que han sido adoptados a lo largo del tiempo
por sus habitantes como divisa y como timbre de orgullo: está, desde luego, el
mismo nombre del pueblo, de origen indígena y que ya aparece en las primeras
descripciones españolas del valle; el glifo que usamos desde hace cuatro
décadas como escudo del municipio y cuya pertinencia ahora se encuentra a
discusión y el rojo grana, ya un poco desteñido por tanto tiempo de ausencia
de la industria de los colorantes en nuestro pueblo. Pero de todos los símbolos
de identidad de Autlán el que se mantiene más vital, haciendo vibrar las
emociones de los autlenses dentro y fuera del pueblo es la marcha Viva Autlán que, para efectos prácticos,
es algo así como el himno del municipio. Es el único de los símbolos de
identidad municipales que tiene un autor definido e identificable: el músico y
compositor autlense don Clemente Amaya, cuyo aniversario luctuoso nos hemos
reunido a conmemorar esta noche.
Don Clemente
Amaya nació en Autlán, no en El Limón como dicen algunas versiones, el 23
de noviembre de 1868. Según el registro de su bautizo, que obra en el archivo
de la parroquia del Divino Salvador y fue hecho por el sacerdote Teodoro
Baltasar el día 26 de noviembre de 1868, el niño Clemente que fue bautizado ese
día era originario “de aquí” y tenía “cuatro días”. Por si esto fuera poco,
existe el acta de nacimiento de Clemente Amaya en el Registro Civil de Autlán,
que indica que nació en el cuartel segundo, en Autlán.
Don Clemente fue
hijo de Bartolo Amaya y de Timotea Radillo, por línea paterna tenía
antecedentes familiares en San Gabriel. La única descripción física de Clemente
Amaya que conocemos la debemos a don Ramón Rubín, quien nos dice que era
“robusto, de tez muy morena, rasgos faciales negroides y precozmente cano”.
Esto se corresponde con la afirmación de la doctora Lilia Victoria Oliver
Sánchez quien, en la presentación de su libro Autlán de la Grana. Población y mestizaje dijo que encontró
evidencias de que Clemente Amaya tenía ascendencia africana por su abuela
materna, la señora Toribia Galarza. Su juventud es una época oscura, puesto que
no se conoce mucho de lo que hizo antes de casarse: sabemos que estuvo en El
Limón, donde conoció a su esposa Refugio Rosales Murguía y que pasó tiempo
después a Purificación por una temporada corta, para regresar a Autlán
definitivamente. Tanto en El Limón como en Purificación Clemente ya se dedicaba
a la música: según Bertha Alicia Gutiérrez Lugo en su libro Ciudadanos distinguidos de Autlán,
Clemente Amaya habría organizado la banda de música de El Limón.
Además de su
notable carrera musical, otro rasgo de la personalidad de don Clemente era su
carácter: Ramón Rubín, en su libro Pedro
Zamora. Historia de un violador, recoge la anécdota de cuando Clemente,
harto de tocar para Pedro Zamora la misma pieza una y otra vez en la banqueta
del hotel Colón, y cuando el bandido le hizo, amistosamente, la broma de
decirle que ya se estaba poniendo tordillo, refiriéndose a su cabello ya
entrecano, Clemente tuvo el valor de responderle, sin rodeos: A mí ningún cabrón me llama tordillo. Ya
sea por la sorpresa o por la admiración que tenía por él, Zamora no tomó
represalia alguna por esa áspera respuesta.
Además de ser un
músico virtuoso, que dominaba instrumentos como el clarinete, el cello, la
mandolina y otros, fue también un compositor prolífico y excepcional:
conocemos, desde luego, la marcha Viva
Autlán y el vals Lencha,
publicados en la colección Compositores de la Costa Sur del Centro
Universitario de la Costa Sur, pero dejó una cantidad importante de
composiciones, entre las que encontramos también mazurkas, pasodobles, danzas y
serenatas. Muchas de estas composiciones han sido reencontradas por el
investigador Ernesto Cano Lomelí en la región, y pudimos conocerlas,
escuchándolas, en el concierto en homenaje a Clemente Amaya que se celebró la
noche del 12 de febrero de 2010 en la calle Ernesto Medina Lima, durante el
Carnaval: ahí oímos el Vals para cello y
piano, Jesusita, En el campo, Viva el nuevo siglo, Margarita, Cuca y Onda armoniosa y grupos musicales
actuales han incluido su música en sus repertorios, como la Banda Autlán y la
Orquesta Típica de Autlán. Y esto en cuanto a los grupos locales, aquí en
Autlán han tocado su obra la Banda de Música de la V Región Militar, la Banda
de Música del Colegio del Aire, el maestro Konstantin Ziumbilov, entre otros.
Sin embargo, la
marcha Viva Autlán es la que más recordamos
y lo que más le agradecemos a don Clemente, por las razones que mencioné al
principio. Se trata de una marcha de tipo militar, escrita especialmente para
ser ejecutada por una banda de música, por lo que su autor no le incluyó letra
ni la pensó para que la tuviera. Según nos explicó el maestro Jaime Gabino
Gómez, está dividida en cuatro partes: la primera está compuesta de 16 compases
con acentos de 6/8 y la segunda de 16 compases a 2/4. La tercera parte es
conocida también como “parte de bajos”, debido a que son los instrumentos de
sonido grave los que llevan la melodía, y está compuesta por 32 compases. La
cuarta parte, o trío, se asemeja a la primera y se compone de 8 compases en
modo menor y 8 en modo mayor, lo que da una impresión de aumento de intensidad
al ejecutar los últimos ocho compases. Al terminar las cuatro partes, se
repiten desde el inicio hasta terminar en la parte de bajos. Es una marcha
sencilla, lo que ha permitido su fácil asimilación y aceptación por el gran
público, pero también es una composición sumamente perfecta en su estructura.
A pesar del
talento de don Clemente, vivió y murió en condiciones económicas precarias: del
registro de su fallecimiento, que se encuentra en el Registro Civil, sabemos
que murió el 21 de noviembre de 1921, hoy hace 98 años, en su domicilio de la
calle de Antonio Rosales #7 que ahora es parte del barrio 8 de Julio pero que en
aquella época era un arrabal de Autlán, sin una buena urbanización. También
sabemos que fue sepultado en el panteón de los Dolores, en fosa de segunda
clase. A pesar de su pobreza, Clemente Amaya contaba a su muerte con la
estimación de sus compañeros de gremio: el director de la banda Autlán,
Feliciano García, fue quien dio aviso de su muerte a la autoridad y, según la
versión popular, a su sepelio habrían acudido varios grupos musicales del
pueblo.
Antiguo letrero de la calle de Clemente Amaya, esquina con Hidalgo. En el cuartel segundo de Autlán nació Clemente Amaya. |
Años después de su
muerte llegaría el reconocimiento: se le impuso el nombre de Clemente Amaya a
una calle importante de Autlán, muy cercana al lugar donde murió, en una fecha
que no se ha podido precisar pero que fue anterior a 1950. En 2002, además, se
le incluyó como uno de los personajes fundadores de la Galería de Personas
Ilustres del Ayuntamiento de Autlán y, a la fecha, es uno de los personajes
autlenses más celebrados.
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