jueves, 28 de febrero de 2019

Charlas y remembranzas taurinas en el Museo Regional

Güicho Santana.

Este miércoles 27 de febrero a partir de las 19:20 horas, con la asistencia de unas 15 personas, se llevó a cabo en el patio central del Museo Regional la segunda sesión de las Conversaciones sobre Autlán organizadas por el cronista municipal de Autlán. Esta vez el título de la conversación fue Charlas y remembranzas taurinas, a cargo del señor José Luis Santana Cobián y del ex matador de toros Alfonso Hernández, el Algabeño.
Fue don Güicho Santana, aficionado taurino de muchos años, apoderado del matador Jorge Maravilla, integrante del comité de la plaza Alberto Balderas, entre otras actividades, quien abrió la conversación, compartiendo algunas anécdotas que vivió mientras desempeñó trabajos relacionados con la tauromaquia: nos contó sobre María Cobián, la primera torera surgida de la región (originaria del municipio de Juchitlán), y sobre lo que le tocó padecer en sus visitas a diferentes ganaderías: fríos, hambre y más situaciones derivadas de la proverbial tacañería de los ganaderos, poco acostumbrados a desprenderse de los recursos que consideran necesarios para alimentar a su familia. A estas ganaderías acudió para comprar ganado que se lidiaría en Autlán.
Don Güicho recordó también la redacción del reglamento para las corridas de toros en Autlán, hecha en 1985 por la peña taurina de Autlán y que se encuentra vigente y prácticamente sin modificación alguna. Aunque su redacción fue realizada en 1985, con la colaboración de la Benemérita Sociedad Mutualista de Empleados, Obreros y Artesanos, fue hasta la administración municipal encabezada por Francisco Julián Íñiguez (1992-1994) la que publicó y puso en vigor este reglamento.
A sus anécdotas el señor Santana acompañó con reflexiones sobre la actualidad de la fiesta brava en Autlán: criticó la falta de respeto del público a quienes están en el ruedo con gritos y lanzando objetos, aunque reconoció que esta situación ha mejorado con respecto a décadas anteriores, cuando los picadores eran agredidos incluso con botellas. Dijo que él grita en la plaza solo para decir olé, cuando no le gusta alguna faena simplemente lo registra en los apuntes que toma de cada festejo al que asiste.
Mencionó también que la tauromaquia es una fiesta de vida y muerte, a donde el toro va también a matar; recordó en este momento a los señores Pancho Villafaña y Ramón Mariscal, trabajadores de la plaza Alberto Balderas que fallecieron en cumplimiento de su deber, atacados por toros. Por último, opinó que es una lástima que la plaza de toros se maneje políticamente y se ponga a manejarla, en lugar de a un taurino, a alguien que solo quiere aparecer en la foto.
A pregunta expresa del público dijo que al torero de a pie que mejor ha visto en Autlán es Enrique Ponce, mientras que de los de a caballo ha sido Pablo Hermoso de Mendoza.

Güicho Santana y el Algabeño.

En la segunda parte de la sesión el ex matador Alfonso Hernández el Algabeño dio una plática sobre la época romántica del toreo, que le tocó vivir de lleno: comenzó su carrera en 1972 como chonero, una clase de torero que se presentaba en plazas de rancherías y toreaba ganado cebú, para ganarse apenas unos pesos para comer. Dijo que hizo temporadas por nuestra región desde esa época, en Autlán, El Grullo, Casimiro Castillo, Cuautitlán y Purificación, lugar donde conoció a la única mujer que amó. Ahí toreó, actuando como sobresaliente, un cebú frente al matador Curro Rivera, haciéndole la suerte del milagro, que propició que lo sacaran de la plaza La Morena en hombros. El mismo Curro le daría la alternativa años después y le expresó que fue la alternativa que con mayor orgullo había dado. El Algabeño llamó a los taurinos a luchar por recuperar la parte romántica del toreo y a propiciar las condiciones para que los jóvenes puedan mostrarse ante el público.
En la plática con los presentes se criticó de forma unánime la escasez de festejos dirigidos a los niños y en los que los alumnos de la Escuela Taurina de Autlán puedan presentarse ante su propio público. También se habló sobre la falta de información para que puedan ilustrarse sobre tauromaquia quienes quieran hacerlo.
Al final el Algabeño cantó algunas canciones, acompañado por su guitarra y con una muy apreciable voz. Con esto terminó una velada taurina enriquecedora y útil para el conocimiento de uno de los aspectos de nuestra identidad.

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