La noche del viernes 26 de agosto
el antropólogo sayulense Ricardo Cortez Guzmán presentó en el Museo y Centro Regional
de las Artes de Autlán su libro Loza de Sayula. El devenir de un arte
cerámico. La presentación comenzó a las 20:20 horas, con la presencia de
unas 30 personas.
El cronista de Autlán, Guillermo
Tovar, hizo algunos comentarios sobre el libro, en el primer turno en el uso de
la voz. La definió como una obra científica, realizada de forma rigurosa, aunque
no parece estar escrita para ser leída solo por otros especialistas sino para
difundir en el gran público el valor y las características de la loza de Sayula.
Dijo que es un libro didáctico, en cuanto ofrece información que ayuda a formar
una opinión y un concepto sobre la loza de Sayula, pero también que empuja al
lector a hacerse preguntas sobre patrimonio cultural, identidad y economías
regionales.
Luego de un repaso por el
contenido del libro, el cronista habló de la relación entre Sayula y Autlán,
muy intensa en la época colonial y hasta bien entrado el siglo XX, con fuerte
intercambio comercial, cultural y social. Mencionó a personajes como el primer
obispo de Autlán, Miguel González Ibarra y a algunos integrantes de la familia Michel
como ejemplos de esta relación. Por último, invitó a reflexionar sobre oficios que
ya han desaparecido o que están en vías de hacerlo en Autlán, como la herrería
artística, la ebanistería, la talabartería o la preparación de dulces típicos,
teniendo como base la desaparición de la loza de Sayula.
Ricardo Cortez (izq.) y Guillermo Tovar. |
En su oportunidad, el autor del
libro explicó el inicio de su relación con las piezas de barro, que data de su
infancia, al tenerlas su familia en su casa. Sus primeras investigaciones
formales sobre esta artesanía comenzaron cuando estudiaba la licenciatura en
Antropología en la Universidad de Guadalajara: en esos años, cuando en su
comunidad universitaria alguien se enteraba de que era sayulense le preguntaba
sobre la loza que se fabricaba en ese lugar, al darse cuenta de que no conocía
la historia y características de ese oficio decidió estudiarlo formalmente. Para
esto contó con ayuda del arqueólogo Otto Schöndube, quien fue lector de su
tesis. Este trabajo es la base de su libro, puesto que quiso que la información
que encontró quedara disponible para todo el público.
Dicho esto, Ricardo Cortez hizo
una exposición sobre el oficio de la alfarería en la que explicó sus orígenes
en la Antigüedad, en Medio Oriente, y su expansión por el Mediterráneo,
llegando la técnica de esmaltado a América con los españoles hacia 1536 a 1538.
En nuestro país los principales centros productores estuvieron en la ciudad de
México y en Puebla, con los conventos y familias ricas como principales
clientes, al ser un producto caro. El autor explicó también el fenómeno de
migración de loceros de estos centros productores hacia el Occidente, dando
lugar al surgimiento de alfares importantes en Guanajuato, Aguascalientes, San
Luis Potosí y otros lugares. En esta migración podría estar el origen de la
producción de loza en Sayula.
A lo largo de la exposición,
Ricardo Cortez explicó las características de la sociedad mexicana de los
siglos XVIII y XIX, en particular de Sayula y el Occidente, el desarrollo de la
loza de Sayula y su posicionamiento como un producto de estatus y símbolo de
poder, que llegó a estar en las torres de la Catedral de Guadalajara y en otros
sitios emblemáticos. También hizo una detallada exposición de los diseños de la
loza de Sayula, los colores, técnicas y materiales que usaban los grandes
maestros sayulenses y su decadencia: en la década de 1940 ya solo quedaba un productor
de esta loza, Carlos de la Cruz, aunque ya dedicado solamente a producir loza
colorada, sin el lujo y la calidad de la famosa loza blanca. En esta misma
época la antropóloga Isabel Kelly comenzó a formar su colección de piezas de
esta artesanía, recolectándolas en toda la región.
Ricardo Cortez explicó, al final,
que en los fragmentos de loza de Sayula que se han hallado en el transcurso de su
investigación encontramos elementos de lo que somos, así como la importancia de
traer procesos y conocimientos del pasado a nuestros días. La ignorancia, dijo,
es la principal enemiga del patrimonio cultural, capital de las ciudades.
Además de presentar su libro, Ricardo Cortez trajo a Autlán una muestra de piezas de loza de Sayula y de otros centros productores, que fueron montadas en el salón de usos múltiples. Había piezas completas y bien conservadas, lo mismo que pequeños fragmentos, algunas piezas defectuosas y elementos como un trípode, que servía para separar las piezas mientras estaban dentro del horno para evitar que se fundieran. También se incluyeron en la muestra algunos documentos: un par de cartas intercambiadas entre familiares que vivían en Sayula y en Autlán, un oficio dirigido por un ciudadano autlense al oficial Manuel Ávila Camacho, quien estaba en Sayula, y una fotografía de una familia sayulense de principios del siglo XX.
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