El maestro Héctor Salcedo al piano. |
El primer momento de la velada
fue la exhibición, sobre la pantalla móvil del Museo, de un breve video sobre
la biografía del maestro Wilfrido Íñiguez, en el que nos enteramos de sus
trabajos en la música, como compositor, ejecutante y maestro, además de
fundador de escuelas de música; en el deporte, como futbolista profesional, y
sobre el valor de su legado en la música. Al terminar las primeras dos piezas
del recital, el maestro Ismael Mendoza, ex alumno del profesor Wilfrido, leyó
un breve texto donde se valora la obra de Íñiguez. El texto inicia con la frase
“A Dios por el arte”, típica de don Wilfrido.
El pianista Héctor Salcedo,
también ex alumno de Wilfrido Íñiguez, interpretó en el piano Kawai un programa
de 18 piezas de su maestro, con un constante diálogo con el público para explicar
algunas características de esas composiciones. Al terminar, explicó que la
mayoría de la música de este programa no era conocida ni siquiera por sus
alumnos y que quedó guardada por muchos años hasta que ellos la descubrieron y comenzaron
el trabajo de difundirla. Este concierto es parte de este esfuerzo, junto con
otros dos que se dieron el miércoles 18 de diciembre en la Escuela Superior
Diocesana de Música Sacra de Guadalajara y el templo de Santa Teresa de la
capital de Jalisco, además de la publicación de un disco compacto y un libro
con las partituras, ambos con el título Ecos sonoros, todo esto con
apoyo del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes del Estado de Jalisco. Las
partituras y el disco estuvieron a la venta en el Museo al terminar el recital.
El programa comenzó con las
piezas Al amanecer y Abril, para continuar con dos composiciones
de la época de estudiante del maestro Wilfrido: Preludio e Invención.
A estas, siguieron seis piezas que el maestro Wilfrido compuso para sus hijos o
inspirado en ellos y que Héctor Salcedo explicó que, aunque no conforman una suite,
a él le gusta verlas como tal. Se trata de El travieso Wiliche, Rondó, La
cajita de música, El tambor y la flauta, En marcha y el vals Cecilia.
La que sí es una suite,
muy breve, es la que conforman Lento y Molto espressivo, que fueron
las siguientes interpretaciones. A ellas siguieron Pensado, de 1980; Súplica
de amor, de la época del grupo musical Wilfrido y su orquesta; ¡Ah!,
de curiosa historia; el vals Rocío, compuesto para su hija cuando ella
cumplió 15 años; Nocturnal, que el pianista relaciona con las noches de
luna en el lago de Chapala, que el maestro Wilfrido todavía conoció limpio y en
plenitud, para cerrar el recital con el vals Josefina, dedicado a la
esposa de su autor.
El pianista Héctor Salcedo es
ocotlense, fue alumno del maestro Wilfrido Íñiguez en Ocotlán y continuó sus
estudios en la Escuela Superior Diocesana de Música Sagrada de Guadalajara, donde
estudió canto gregoriano, y en el Pontificio Instituto de Música Sagrada en
Roma, donde obtuvo el magisterio en Composición y Órgano y el post grado en
Improvisación y Música Contemporánea, teniendo como maestros a monseñor
Valentín Miserachs, al presbítero Theo Flury, entre otros. En Roma fue
integrante de diversos coros y director de música del oratorio de san Francisco
Saverio al Caravita; ha ganado premios internacionales de composición y en
improvisación y ha sido profesor de música en varias instituciones de la
capital jalisciense. Actualmente es director de música y organistsa en la
iglesia de Saint Malachy, en Brownsburg, Indiana, EU. Un dato significativo en
su carrera es que fue organista titular de la Catedral de Guadalajara, mismo
cargo que desempeñó durante muchos años el autlense Hermilio Hernández.
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