Todo comenzó con una serie de
recitales de guitarra por alumnos de la licenciatura en Artes del Centro
Universitario de la Costa Sur, dirigidos por el doctor Hirepan Solorio Farfán,
quienes ofrecieron un repertorio de guitarra clásica, en el siguiente orden:
Alexis de
la Torre Ballardo tocó la Sonatina 1, de Mauro Giuliani.
Leonel
Pinzón Chávez interpretó Siapodus, de James Brown, y El Colgado y
El mago, de Tomás Marco.
Gerardo
Urdiano Basurto tocó la Sonata 1, de Nicolo Paganini, y Gran Vals, de Francisco
Tárrega.
De izq. a der.: Hirineo Martínez Barragán, Rafael Enríquez Lizaola y Agustín Godoy Pelayo, durante la conferencia por el bicentenario de la novena sinfonía de Beethoven.
Luego de la intervención de los
jóvenes guitarristas, vino una conferencia sobre el bicentenario del estreno de
la 9ª Sinfonía de Beethoven, que se cumplió el 7 de mayo pasado, sustentada por
el maestro Rafael Enríquez Lizaola, autlense radicado en la ciudad de México. La
conferencia inició con una descripción física y de la personalidad del genio de
Bonn, basada en la obra de Romain Rolland. El ponente matizó la rudeza del carácter
del que llamó “el primero de los músicos y la fuerza más heroica del arte
moderno”, atribuyéndolo a la sordera que padeció desde 1804, a sus 34 años de
edad, muy temprano en la vida de cualquier persona.
La ponencia estuvo organizada en
cuatro momentos, a la manera de los cuatro movimientos de una sinfonía. El primero
fue una explicación de sus antecedentes, ubicados en los preparativos para los
festejos en México del 250 aniversario de Beethoven, que se celebraría en 2020
con un programa ambicioso que incluía el impulso y financiamiento a jóvenes músicos
mexicanos para que hicieran estancias en Viena y en Bonn, pero que fue truncado
por la pandemia. En esos preparativos conoció a Agustín Godoy, presidente del
comité organizador del Festival Áurea Corona, con quien se estableció el vínculo
que culminó con la presentación de esta conferencia en el festival. El ponente
hizo enseguida una narración de la presencia en México de Beethoven, Haydn,
Mozart y otros compositores europeos, que ya eran mencionados en escritos de Mariano
Elízaga en 1823, quien se preguntaba por qué en el recién independizado país no
surgían compositores de ese nivel. En décadas posteriores seguiría habiendo menciones
de Beethoven y su obra en México, a la par de un desarrollo musical en el país propiciado
por los inicios de los conservatorios musicales. El maestro Enríquez presentó
en este momento algunos recortes de prensa que anunciaban la conmemoración en
México del centenario luctuoso de Beethoven, en la época de la Guerra Cristera.
El ponente habló también de la
importancia de celebrar a Beethoven en una tierra musical como es Autlán,
puesto que su obra sirve como catalizador de las identidades musicales locales.
Luego contaría la historia de su hallazgo de una estatua de cuerpo entero de
Beethoven en el parque Pershing de Los Ángeles, California, de la que encontró
después una réplica en yeso, ya en muy malas condiciones. A partir de esta
figura, mandó hacer una estatuilla en un material más firme, misma que, previa
hechura de una base de madera de guamúchil, fue donada al Museo y Centro
Regional de las Artes al término de la conferencia. Para concluir con su
presentación, el maestro Rafael Enríquez explicó que la novena sinfonía nos
hermana y recitó el poema Beethoven, del brasileño Carlos Drummond de
Andrade, acompañado al piano por su sobrina Verónica Casillas Enríquez.
Luego de la conferencia y como un
cierre de esta velada, algunos alumnos de piano de la licenciatura en Artes, dirigidos
por el profesor Mauricio Allera Malo, dieron una serie de recitales, en el
siguiente orden:
Esteban Ramírez Miramontes tocó Frankie
and Johnny, de Gillock.
Jazmín Luviano Sánchez interpretó
Fly, de Ludovico Enaudi.
Ángel Daniel Zepeda tocó Amelie,
de Yann Tiersen, y Danza Macabra de Saint Saëns.
César Saúl Santana tocó Nocturno
no 20 en Do menor de Chopin.
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