Para participar en estos
recorridos, con tiempo los colectivos organizadores (Amigos del Coajinque y Vigilando Ríos y Arroyos Costa Sur, en el caso de El Coajinque, con la colaboración de investigadores y del gobierno municipal) convocaron abiertamente a
participar a toda la comunidad de la región. Los requisitos eran muy sencillos:
llevar agua y lonche, ropa y calzado adecuado para una caminata en el campo e
instalar en el celular las aplicaciones iNaturalist y Epicollect, en las que se
cargarían las imágenes que los participantes obtuvieran de la flora, fauna,
hongos y demás formas de vida y de los impactos en las cuencas, como tiraderos
de basura y otros desechos, extracción de material, vertimiento de aguas negras
y otros. En la semana previa a los recorridos, se puso a disposición de todos
una serie de videos de capacitación para el uso de esas aplicaciones y para
saber qué hacer y observar en un río: el tipo y calidad de agua, el estado de
las riberas, los seres vivos…
Nosotros participamos en el
primero de los recorridos, que se realizó en dos secciones del emblemático arroyo
El Coajinque. Los participantes, alrededor de 20, nos reunimos en el jardín de
la colonia Ejidal el sábado 23, de donde partimos poco después de las 7:15
horas, en varios vehículos, hacia la primera sección que visitaríamos: un tramo
del arroyo en su cruce con el libramiento carretero Luis Donaldo Colosio, muy
cerca de colonias como Bugambilias, Parotitas y Valle del Vergel. En este tramo,
que abarcó unos 200 metros hacia cada lado del puente del libramiento, vimos un
ejemplo de lo peor que se puede hallar en el Coajinque: esta sección del arroyo
no lleva agua, a excepción de un enorme encharcamiento de aguas negras aguas
abajo del puente, al parecer procedente de una fuga del drenaje de una de las
colonias vecinas. El olor de esta agua inunda toda la cuenca, dificultando por
momentos la respiración; aunque las riberas están pobladas por plantas como
higuerilla, pastos, algunos ejemplares de mezquite y un añoso ahuilote que,
según nos explicó el experto en botánica José Morales, podría tener entre 80 y
100 años de edad. Las plantas florecen y son visitadas por insectos polinizadores,
a pesar del pésimo estado del agua.
Aguas negras en el cauce del Coajinque. |
Aguas arriba del puente ya no se
ven aguas negras pero sí un charco grande con agua turbia, en una cuenca mucho
más ancha de lo que es al pasar el puente. Aquí es notorio el uso del arroyo como
camino, al cruzar por aquí personas a pie o en vehículos de dos ruedas, lo cual
es lógico puesto que de este lado de la carretera es donde se encuentran las
colonias referidas arriba. Otra señal de la cercanía humana es mucho más tangible
y se presenta en forma de botellas de refresco, bolsas y otras basuras que se complementan
con las pintas que pudimos ver bajo el puente y que nos remiten a uno de los
principales problemas de la Humanidad: el amor. Los ruidos de los automóviles
que circulan por el libramiento y los olores del puesto de pajaretes que se
encuentra a orillas del arroyo son otros impactos humanos perceptibles en este
sitio.
Grafitti amoroso. |
Aquí, como podemos imaginar, hubo
material abundante para la aplicación Epicollect, dedicada a documentar los impactos
en las riberas. Basura, construcciones, vertido de aguas negras, cambio en el
uso de la ribera son solo algunos de ellos.
Terminamos la poco agradable visita
a este tramo suburbano del Coajinque y subimos de nuevo a los vehículos para
trasladarnos a otro sitio del mismo arroyo, muy cerca de la carretera a
Purificación, poco más arriba de La Casa de Piedra. Imitando, de cierto modo, a
Dante, pasamos del Infierno al Cielo en este viaje, pasando por el Purgatorio
de las colonias del sur de Autlán.
El sitio que visitamos está a
pocos metros de la carretera, aunque es necesario dejar los vehículos a la
orilla del camino para acceder al arroyo caminando. Aún así, es evidente que
hay visitas de personas, a juzgar por las basuras que, también aquí, pudimos
observar a la magnífica sombra de los árboles. En este lugar hay una pequeña
represa de la que salen unas mangueras que sirven para llevar agua a lugares
cercanos, pertenecientes a la comunidad indígena de Chiquihuitlán. A pesar de
estos impactos humanos, la biodiversidad aquí es mucho mayor y, al parecer, se
encuentra en buenas condiciones. Pudimos documentar especies como higuera,
diversos arácnidos, colomos, peces, mariposas y hasta bambú, una especie exótica.
Buscando macroinvertebrados. |
Sin embargo, la mejor noticia la
obtuvieron los investigadores que formaban parte del grupo, que buscaron en los
sedimentos de una parte del arroyo, que en esta parte lleva agua todo el año, y
encontraron cangrejos y otros macroinvertebrados, lo que les hizo concluir que esta
sección de la cuenca está medianamente conservada. Ellos también tomaron
mediciones de la calidad del agua, valiéndose de medidores multiparamétricos,
en distintos puntos del cauce.
Para quienes ya conocían esta
sección del arroyo resultó triste encontrar menos agua de la que hay
normalmente a estas alturas del año, debido al mal temporal de lluvias que
hemos tenido en 2023. Sin embargo, es este un sitio de excepcional belleza, la
abundancia de árboles y otras plantas y la presencia del agua y de grandes piedras
conforma un ambiente propio para el descanso y el recogimiento, con la
frescura, el canto de las aguas, de las chicharras y algunas aves que viven
aquí. Por la carretera, tan cercana, todavía circulan pocos vehículos, por lo
que sus ruidos no resultan un problema.
Una pileta. |
En todo este recorrido contamos
con las explicaciones de José Morales, Enya Enríquez, Lanci Amapola Duque y David
Escandón, investigadores de distintos temas relacionados con los ríos y
arroyos, por lo que resultó, además de divertido, didáctico.
Los registros que tomamos los
participantes están en proceso de subirse a las aplicaciones, donde serán
analizadas por investigadores de todo el mundo y se formará una base de datos
que permita conocer el estado y la evolución a lo largo de los años de la
cuenca del Coajinque. Participar en este recorrido nos permitió conocer, además,
con mayor profundidad el verdadero valor de este arroyo, fundamental para la
identidad de los autlenses.
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