Fachada del Asilo de Ancianos, antiguo hospital de Las Montañas. |
Aunque no ha
sido abordado con mucha frecuencia por nuestros cronistas, don Ernesto Medina
Lima refiere en su libro Calles y barrios
de Autlán que el azote de la epidemia de la influenza española fue uno de
los episodios principales de la vida en el pueblo durante la primera mitad del
siglo XX.
En un contexto
de guerra civil, con el pueblo y la región entera amenazados constantemente por
la presencia de bandoleros y la actividad económica contraída, la epidemia pegó
en Autlán como otro más de los numerosos males que ya aquejaban a sus vecinos.
Según la ya mencionada referencia de don Ernesto, durante esa epidemia, cuyos
primeros contagios se reportaron en el mundo en 1918 y que a Autlán pudo haber
llegado a fines de ese año y a principios del siguiente, al viejo hospital de
Las Montañas, que ocupaba la finca sobre la calle de Leandro Valle que ahora
ocupa el asilo de ancianos, eran llevados “enfermos y más enfermos” para ser
atendidos por el doctor Uribe y, en no pocos casos, ayudados a bien morir por
el padre Manuel Jiménez. Según la misma fuente, los cadáveres de quienes morían
por la influenza eran llevados a sepultar hacinados en los carretones del aseo
público.
Estas escenas
dantescas serían observadas por un muy joven Luis Enrigue Villaseñor, quien
seguiría la carrera de medicina y, a la postre, se convertiría en uno de los
principales promotores de la construcción del nuevo hospital de Las Montañas,
inaugurado en 1950. Quizás, y solo quizás, su vocación habría nacido del
contacto con el sufrimiento humano ocasionado por la epidemia.
Si acudimos al
frío ámbito de los números podremos confirmar que hubo un impacto de la
epidemia en Autlán, manifestado en un repunte en la cantidad de fallecimientos:
en el Registro Civil se encuentran las partidas de 660 fallecimientos en ese
año, un promedio de casi dos muertos por día, superior ligeramente a los 582
del año anterior y a los 523 de 1919, y mucho mayor a los 473 de 1920. Estos
números cobran su justa dimensión si recordamos que la población de Autlán en
esos años rondaba los 12 mil habitantes: 12,383 según el censo de 1921.
Sin embargo, el
12 de abril de 1920 el corresponsal en Autlán del diario El Informador, de
Guadalajara, cuenta que en el pueblo no ha habido mortandad causada por la
influenza, de la que dice que en esos días se vivía el apogeo, pero que sí
había gran cantidad de “atacados” por la enfermedad. Refiere que entre los
peregrinos que regresaron recientemente de Talpa fue raro el que no se enfermó,
muriendo algunos de ellos en el camino y otros ya en Autlán.
Epidemias
durante la Colonia
En su libro Autlán de la Grana. Población y mestizaje
la doctora Lilia Victoria Oliver Sánchez refiere, basándose en la Relación de fray Alonso Ponce y en la Crónica Miscelánea de fray Antonio
Tello, dos epidemias que casi exterminaron a la población indígena de Autlán en
el siglo XVI, que en 1525 era de alrededor de 17 mil habitantes: la primera
sería en los primeros años de la década de 1540, de la que dice Tello que en la
región “murieron infinitos… que como bárbaros se dejaron morir sin tener más
remedio que el del cielo”.
La segunda gran
epidemia ocurrió entre 1576 y 1580 y fue relacionada por fray Alonso Ponce en
1587, diciendo que en Autlán “con el cocoliztle,
que fue una pestilencia y mortandad muy grande que hubo en aquella tierra,
quedó todo destruido y con tan pocos vecinos, que no llegaban a doscientos”.
El término
indígena cocoliztle no nombra a una
enfermedad específica sino a la mortandad causada por una o varias de ellas,
como la viruela o la influenza, traídas de Europa y para las que los habitantes
del Nuevo Mundo no tenían defensas naturales.
A lo largo de la
Colonia se presentaron nuevamente brotes epidémicos en toda la Nueva España,
incluyendo Autlán, por lo general en años posteriores a aquellos en que se
registraron malas cosechas a causa de las sequías.
La
viruela de 1831
Desde hace
algunos años se ha dejado correr la inexacta versión de que la primera vez que
se celebró el Carnaval fue en el año 1831. Todos sabemos que ese año el
Ayuntamiento de Autlán le otorgó a un señor de apellido Mardueño permiso para
organizar corridas de toros, con tal de que terminaran a más tardar el Martes
de Carnaval.
En
esos primeros días del año 1831 Autlán padecía una epidemia de viruela: el registro de defunciones que se llevaba en la parroquia del Divino
Salvador, que hacía las veces de nuestro actual Registro Civil, da cuenta de
una elevada mortandad entre el 1 de enero y el 15 de febrero (martes de
Carnaval) de ese año: hay registrados 34 fallecimientos solamente en Autlán en
ese lapso de tiempo, un 30% más que el mismo periodo del año anterior. El brote
de viruelas terminó con la vida de 14 habitantes de Autlán, cinco de ellos
niños. Este aumento en el número de personas fallecidas pudiera parecer mínimo
en nuestros días, pero se convierte en un número respetable cuando recordamos
que la población de Autlán en 1831 no llegaba a 3 mil habitantes.
Lo de las viruelas
fue un verdadero problema para los autlenses: el mismo Ayuntamiento, en su
sesión del 20 de enero de 1831, casi tres semanas antes del martes de Carnaval,
acordó suplicar al cura de Autlán “hacer cuanto esté de su parte a efecto de
que cuanto antes realice la construcción del Cementerio en razón de hallarse
esta villa atacada de la epidemia de viruelas…”. El Ayuntamiento se refiere al
actual panteón de los Dolores, ya que antes los entierros se hacían en el atrio
de la parroquia, justo en el centro del pueblo. Por fin, en septiembre de ese
año se puso en servicio el entonces nuevo panteón, cuya existencia se debe, por
lo menos parcialmente, a la presencia de epidemias en Autlán.
La gripa de 1929
El 23 de enero de
1929, en plena Guerra Cristera, el corresponsal en Autlán del diario El
Informador hacía saber a los lectores que en Autlán y El Grullo se vivía una
epidemia de gripa de grandes proporciones: dice que “es notable el número de griposos que se encuentra en cada
hogar, dándose casos, con frecuencia, de fiebres, de origen palúdico, neumonías
y
algunos de viruela” y que las autoridades civiles y militares
tuvieron que tomar medidas enérgicas para evitar el aumento en los contagios,
aunque no especifica cuáles fueron esas medidas. Dice además que, según unos
vecinos de El Grullo que entrevistó, en el vecino pueblo se llegaron a
registrar hasta ocho a diez muertes por día.
Como podemos ver en esta limitada y superficial relación, los
autlenses hemos pasado por situaciones mucho más graves que la actual pandemia.
De todas hemos salido, tal vez golpeados pero con el suficiente ánimo para
seguir creciendo.
Fuentes:
* El Informador, edición del 23 de enero de 1929, página cinco.
* INEGI, Censo General de Habitantes de 1921. Consultado en https://www.inegi.org.mx/programas/ccpv/1921/
* Medina Lima, Ernesto. Bosquejo
histórico de Autlán, 1990. Edición de autor.
* Medina Lima, Ernesto. Calles y
barrios de Autlán, 2007. Acento Editores.
* Oliver Sánchez, Lilia Victoria. Autlán
de la Grana. Población y mestizaje, 2015. Universidad de Guadalajara.
* Registros de inhumaciones de la parroquia del Divino Salvador en 1831.
Consultado en Family Search.
* Partidas de defunciones en el Registro Civil de Autlán en 1917, 1918,
1919 y 1920. Consultado en Family Search.
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