Como un acto de homenaje
en conmemoración del décimo aniversario luctuoso del escritor Antonio Alatorre,
la biblioteca del Centro Universitario de la Costa Sur (que lleva su nombre)
organizó al mediodía de este miércoles 21 de octubre un conversatorio entre
expertos en la obra del escritor autleco, reunidos a través de la aplicación
Zoom. Con la presencia física de unas 15 personas, instaladas en el vestíbulo
de la biblioteca guardando la obligada distancia, más varias decenas que
siguieron la transmisión en vivo vía Facebook, el conversatorio comenzó a las
12:30 horas.
En el conversatorio
participaron cuatro personajes que conocen a profundidad la obra y la
personalidad de don Antonio Alatorre, por haber convivido y trabajado con él
durante años: sus alumnas Martha Lilia Tenorio e Irma Bañuelos, el poeta David
Huerta y Gerardo Alatorre Frenk, hijo de don Antonio. Como moderador fungió el
doctor Hirineo Martínez Barragán, secretario académico del CUCSur.
Luego de guardar un
minuto de silencio, el programa del homenaje comenzó con la exhibición de un
video producido por El Colegio de México con una breve semblanza biográfica de
don Antonio. Enseguida la doctora Lilia Victoria Oliver Sánchez, rectora del
CUCSur, dio un mensaje de bienvenida en el que recordó cómo el amor por las
letras que caracterizó a Alatorre le nació durante su infancia en Autlán. También
mencionó los recuerdos de su escuela primaria, la Escuela Superior para Niños dirigida
por María Mares, que Alatorre vertió en una entrevista que le hizo Jean Meyer y
puede encontrarse fácilmente en Internet: los experimentos de física, los
registros climatológicos, la lectura de los clásicos y otras materias que se
llevaron en esa escuela, cuyo modelo la doctora Oliver lamentó que haya
desaparecido. Por último, compartió los mensajes que a través de Twitter
publicó la mañana de ayer la secretaria de Cultura de Jalisco, Giovanna
Jaspersen, en los que recuerda el aniversario luctuoso de don Antonio.
Dicho esto el moderador
dio inicio al conversatorio, saludando a los invitados “desde el ombligo del
Llano en llamas y la Tierra Pródiga”, aludiendo a la situación fronteriza que
guarda Autlán entre estas dos regiones literarias. Explicó también que cada
invitado tendría 20 minutos para hablar sobre Alatorre y su obra y al final
habría un espacio para preguntas y comentarios del público.
El poeta David Huerta (Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2019) fue el primero de los invitados en hacer uso de la voz, aclarando en un
principio que haría una serie de evocaciones y el elogio de Antonio Alatorre. Luego
de opinar que la frase “escritor ameno” que se usa en el video con el que abrió
el programa del homenaje le parece que se queda corta para describir la obra de
Alatorre, dijo que la faceta de escritor es la primera que abordaría: contemporáneo
de grandes escritores como Arreola, Rulfo o Alí Chumacero, todos ellos del
Occidente de México como él mismo, a Alatorre se le describe generalmente como
filólogo, traductor, académico y, solo muy por detrás de todo eso, como
escritor. Sin embargo, David Huerta mencionó que ser un buen escritor es poner
una palabra detrás de la otra de manera elocuente y efectiva y en eso don
Antonio fue tan bueno como sus ilustres contemporáneos. Como ejemplo puso a Los 1,001 años de la lengua española,
libro que se lee como una novela cuyo personaje principal es la lengua.
Huerta comparó este
libro con la Historia de la lengua
española del filólogo español Rafael Lapesa, describiendo las asimetrías
entre ambas obras: Los 1,001 años…,
al que encuentra “extraordinariamente bien escrito”, está despojado de
cualquier tecnicismo, lo que lo hace accesible a todo el público y,
principalmente, rompe con el centralismo español en el estudio de la lengua,
poniendo al español que se habla en América (y a sus hablantes) en el lugar que
les corresponde en el desarrollo del idioma.
Alatorre fue, además, “el
más grande maestro de poesía”, a pesar de no haber publicado poesía. Estas clases
y la historia de la lengua las considera David Huerta como las dos principales
vertientes de la obra de Alatorre.
En segundo término y
con un enfoque mucho más personal, Martha Lilia Tenorio (doctora en Literatura Hispánica por El Colegio de México) comenzó su
intervención leyendo una semblanza de Antonio Alatorre, para pasar enseguida a
hacer un recuerdo de la personalidad del que llama en todo momento “mi profe”. Recordó
sus clases en la UNAM, a las que comparó con tertulias entre amigos, a las que
Alatorre llegaba, leía, disertaba y evocaba sus propias experiencias,
reflexionaba sobre lo leído y, en no pocas ocasiones, recordaba a su pueblo. Sus
comentarios eran “eruditos y precisos, nada sobraba”. En estas clases,
impartidas hace más de treinta años, se ensayaba lo que ahora se llama
intertextualidad, puesto que una lectura llevaba a otra en los comentarios del
maestro. Eran, además, en la apreciación de la doctora Tenorio, “una lección de
vida”.
Recordó también su “trabajo
hormiga, trabajo invisible” en la Nueva Revista de Filología Hispánica de El Colegio
de México, en la que trabajó durante alrededor de 50 años haciendo redacción
(hacía “libros disfrazados de artículos”), corrección de estilo y otras tareas
que lo hacían indispensable para la publicación de la revista. De su
personalidad recordó el sarcasmo e ironía y su ácida crítica a lo que le
parecía mal: decía que lo éticamente correcto es señalar lo que está
equivocado. La doctora Martha Lilia considera que la integridad e independencia
intelectual de Antonio Alatorre, a quien llama “un cruzado de la verdad”, son
una lección para la vida.
La académica del Departamento de Letras de la Universidad de Guadalajara Irma
Bañuelos (doctora en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona) aclaró que ella solo es una lectora de Antonio Alatorre, cuyo libro Los 1,001 años… conoció después de haber
leído a Rafael Lapesa. Leyó un texto que preparó para la ocasión, también con
una semblanza biográfica pero enriquecida con comentarios de personas que
conocieron a Alatorre, como Luis Fernando Lara. Resaltó en ella los recuerdos
de Autlán que Alatorre desperdigaba aquí y allá constantemente, su llaneza de
lenguaje, la universalidad y profundidad de su obra.
Por último, Gerardo
Alatorre compartió fotografías y recuerdos familiares de su padre, de quien
dijo que sabía mucho de muchas cosas: le hablaba lo mismo de mitología que de
geografía, botánica o música. Siempre se condujo de forma irreverente,
antisolemne.
En la sesión de
preguntas y comentarios fueron expresadas dos dudas: si los invitados conocen
el prólogo que hizo Antonio Alatorre a las Crónicas
de Autlán… de don Ernesto Medina Lima y sobre la veracidad de la polémica
entre Alatorre y Octavio Paz.
Para responder a esto Martha
Lilia Tenorio recordó su visita a Autlán de septiembre de 2013, cuando
participó en la ceremonia de imposición del nombre de Antonio Alatorre a la biblioteca
del CUCSur. Dijo que en esa ocasión conoció el pueblo de su profe y se quedó
sin entender cómo es que él presumía tanto a su pueblo en detrimento del de
ella, La Piedad, si Autlán también le pareció bastante feo. Sobre la polémica
con Octavio Paz, dijo que “sí hubo un pleito”, derivado del hecho de que don
Antonio le corrigió a Paz “muchas cosas” a su libro Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. El nobel tomó a
mal estas correcciones y le hizo una llamada muy dura a Alatorre, en la que lo
insultó llamándolo ex seminarista.
Esta anécdota sirvió a
la doctora Tenorio para calibrar la personalidad de su profe: comparó la
reacción de Paz con la de Alatorre cuando el filólogo español Antonio Carreira
le hizo una dura crítica a su libro El
sueño erótico en la poesía española del siglo de oro, que Alatorre hizo que
se publicara íntegra en la Nueva Revista de Filología Hispánica y aún le
agradeció a Carreira las observaciones. Él no le llamó para insultarlo.
La rectora Lilia Oliver dio, por último, un mensaje de agradecimiento a los invitados y a los asistentes (presenciales y a distancia) y expresó dos sueños: la apertura de una licenciatura en Letras Hispánicas en el CUCSur y la adquisición de la finca que albergara la Escuela Superior para Niños para convertirla en un centro cultural.
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