El valle de Autlán es un espacio geográfico limitado
al norte, al sur y al poniente por los imponentes relieves de las sierras de
Cacoma y Manantlán. Su única salida natural es hacia el oriente donde, luego de
trasponer algunas elevaciones de menor importancia, es posible llegar al Llano
Grande. Situado entre la Tierra Pródiga de Agustín Yáñez y el Llano en llamas
de Juan Rulfo, el valle de Autlán es también un sitio de encuentro entre el
clima tropical de la costa y el más templado de la sierra. Su ahora olvidada
vocación fronteriza se refuerza cuando recordamos que este valle estaba justo
en la línea divisoria entre la Nueva España, a la que perteneció Autlán
mientras formó parte de la alcaldía mayor de Colima, y la Nueva Galicia, una de
cuyas poblaciones fundadoras fue la vecina Villa de Purificación.
En el extremo poniente del valle se encuentra la
ciudad de Autlán de la Grana, cabecera del municipio de Autlán de Navarro. No
tenemos una noticia cierta de cuándo y cómo comenzó a poblarse: según Joseph B.
Mountjoy los primeros pobladores habrían llegado hacia el año 1000 a. C., desde
el sur, quienes han dejado evidencia arqueológica que muestra que cuando
llegaron aquí ya dominaban la agricultura. La arqueóloga estadounidense Isabel
Kelly identificó en el valle de Autlán 43 sitios con este tipo de evidencias
que le permitieron establecer cuatro fases de desarrollo cultural entre los
principios de nuestra era y la llegada de los españoles.
Aunque perdido en la bruma de la leyenda, la tradición
oral cuenta las hazañas del héroe autleco Capatzin o Capaya, quien habría
combatido bravamente a los invasores europeos cerca de Coahuayana, en el actual
Michoacán. Lo que sí conocemos con certeza es que los españoles llegaron a
Autlán el 4 de mayo de 1525, fecha en que el visitador Francisco de Vargas,
quien venía con la expedición de Francisco Cortés de San Buenaventura,
describió a nuestro terruño como “…la ciudad de Autlán… en un llano en torno a
tres leguas entre arboledas de frutas…”, que además contaba con 2,200 casas y
4,400 hombres, sin contar con mujeres y niños. Se trataba de la población más
grande que encontraban en esta región.
Autlán no estaba en esa época en el sitio que ahora
conocemos, sino dividida en dos “barrios”, uno ubicado al norte, en las
inmediaciones de Los Arquitos, y otro hacia el oriente, cerca del llamado
potrero del Pollo. El establecimiento de los frailes franciscanos en 1543 en el
sitio que ahora ocupa la parroquia del Divino Salvador y la instalación del
hospital en el actual barrio de Las Montañas fueron los incentivos para que la
población indígena y los nuevos vecinos españoles se concentraran en un solo
punto.
La población indígena fue “repartida” a los
encomenderos Hernán Gómez y Hernán Ruiz de la Peña y desde la segunda mitad del
siglo XVI Autlán ya era alcaldía mayor, calidad que no perdería durante toda la
Colonia. De esta época quedan vestigios físicos en el edificio de la parroquia
y en el antiguo acueducto que traía agua del arroyo de Ayutita. Luego de
conseguida la independencia de México Autlán conservó su preminencia política,
siendo cabecera del 6° cantón de Jalisco y del municipio de Autlán. Como una
curiosidad política, Autlán también llegó a tener el mismo rango que
Guadalajara durante el II Imperio, luego de que el emperador Maximiliano encargara
hacer una nueva división política del país en 50 departamentos, uno de los
cuales tuvo como capital a Autlán.
Autlán fue hasta mediados del siglo XX la capital
económica, política y cultural de un pequeño “reino” que se extendía por lo que
ahora es la Costa de Jalisco y parte de la Sierra Occidental, una región mal
comunicada con el centro del Estado y con el resto del país, lo que permitió
que se generaran y se conservaran aquí costumbres y tradiciones que en otras
regiones se perdieron, como el Carnaval taurino y ciertos tipos de música. En
Autlán existieron también establecimientos comerciales e industriales que
abastecían de los mantenimientos necesarios a toda esta amplia región.
Esta situación cambiaría con la apertura de la
carretera a Guadalajara en 1935, que propició que Autlán homogeneizara su
cultura y su economía con respecto al resto del país, al mejorar la comunicación
y permitir la llegada de nuevas costumbres y productos. Esto provocó cambios en
tradiciones que habían permitido casi sin variación durante generaciones y una
crisis económica que fue paliada con la instalación aquí de la Compañía Minera
Autlán, la principal productora mundial de manganeso, en 1953. Luego, en 1970,
el Ingenio Melchor Ocampo provocaría un nuevo resurgimiento económico, que se
replicaría en los años 1980 con las empacadoras de hortalizas.
Desde 1939 Autlán cuenta con educación secundaria, con
preparatoria desde 1959 y con educación superior desde 1980, siendo pionera en
la región en todas ellas, además de en los servicios médicos gracias al
hospital de Las Montañas, que da servicio a toda la región desde 1950. En la
actualidad, con alrededor de 60 mil habitantes, Autlán es sede episcopal y
“polo de desarrollo” de la región Sierra de Amula, además de proveedora de
servicios administrativos, educativos y culturales para todo el suroeste de
Jalisco.
En fin, quizás sea cualquiera de los frutos cuyo
cultivo permite la fértil tierra del valle, que hicieron exclamar a algún poeta
local que quien aquí muera de hambre no merece ni la fosa; quizás sea el
hechizo de las aguas del Coajinque que menciona la leyenda; tal vez sea el
clima festivo de su Carnaval… el caso es que muchos de los que se van de Autlán
lo hacen añorando regresar.
Fuentes:
* Autlán de la Grana. Población y mestizaje. Lilia Victoria Oliver Sánchez, 2015.
* Crónicas de Autlán de Navarro, Jalisco. Ernesto Medina Lima, 2000.
* El Valle de Autlán. Ramón Rubín, 1987.
* La tierra no se vende; o, ¿sí?. Hirineo Martínez
Barragán. 2015
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