Publicado originalmente en Letra Fría.
En estos días en que la cercanía del final del mes de octubre comienza a llenar el aire del rumor de las discusiones sobre la validez o pertinencia de festejar el jalogüín o de “preservar” “tradiciones” como la del Día de Muertos, conviene que revisemos si en la microhistoria de Autlán algún día tuvo esta festividad de raíces indígenas alguna importancia.
Hay dos fuentes que nos pueden informar al respecto: las personas más ancianas, que vivieron durante la primera mitad del siglo XX y lo que dejaron publicado los abundantes cronistas que ha tenido nuestra ciudad. Si acudimos a cualquiera de ellas, nos daremos cuenta de que todas coinciden en que la celebración del Día de Muertos en Autlán históricamente no tiene relevancia, comparada con otras fiestas de carácter religioso.
Las personas que vieron el Autlán de hace alrededor de 80 años nos cuentan que las actividades del Día de Muertos consistían en visitar en familia la tumba de los parientes cercanos, limpiarla y, si el horario coincidía, oír misa dentro del panteón. No se acostumbraba, hasta hace pocas décadas, llevar algún tipo de ofrenda para los muertos.
Ninguno de nuestros cronistas se ocupa en su obra de describir la celebración del Día de Muertos, aunque sí lo hacen con las fiestas de la virgen del Rosario o las de algunos de los templos del municipio, así como de la Cuaresma. Esto nos aclara todavía más el hecho de que el Día de Muertos en Autlán históricamente no ha tenido mayor relevancia.
Fue hasta la década de 1980 cuando comenzaron a verse los primeros altares de muerto, construidos en escuelas de nivel básico y dedicados a personajes distinguidos del pueblo. Con el tiempo se fueron integrando nuevos y numerosos elementos importados del centro del país: la composición de calaveritas, la construcción de altares de muerto, las calaveras de azúcar, etc.; todo esto impulsado por las instituciones educativas, señaladamente el CUCSur.
Ha sido hasta los últimos años cuando comenzó a “prender” la celebración del Día de Muertos en Autlán, ya de manera espontánea entre sus habitantes, aunque de manera más bien tímida. Ha sido adoptado con más fuerza e interés el jalogüín, sin duda.
Esta adopción no debe tomarse, sin embargo, como algo negativo o que nos llevará a perder parte de nuestra identidad. Estamos en pleno proceso de adopción de dos formas de celebración (el Día de Muertos del centro del país y el jalogüín anglosajón) que los autlenses no teníamos en el pasado y que enriquecerán nuestra cultura, observemos sin prejuicios su evolución y los elementos locales que se le irán añadiendo con el tiempo.
A festejar, pues.
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