Por Sonia Véjar
Antes de entrar a la carrera de Turismo mi relación con el Día de los Muertos no iba más allá de llevar una corona de flores a la tumba de aquellos familiares muy cercano que partieron antes que nosotros. Creo que también íbamos a misa y luego a la casa con un extraño sabor de boca ocasionado por un día que, para mí, era por supuesto un día de respeto, que siempre relacioné con el color gris de un día nublado.
Mi concepto de esta celebración vino a cambiar totalmente cuando, en mi segundo semestre de la licenciatura, en la clase de Patrimonio Cultural, impartida entonces por el maestro Rigoberto Silva, se me brindó la oportunidad de participar, casi casi por accidente, en lo que sería tal vez la segunda o tercera semana de la muerte.
Y digo que por accidente, ya que no fui convocada a la reunión previa pero, como cosa de suerte, tenía que esperar a mi compañero Jaime Eduardo Zepeda. En fin, que fue él quien le dijo al maestro Rigoberto que a mí me gustaba el circo, la maroma, el teatro y la cantada... fue éste el inicio de una hermosa relación con esta tradición.
Mi concepto de los días grises cambió totalmente, coloreándose de morado y rosa... el regresar triste del panteón se convirtió en la emoción de organizar toda una fiesta de sabores y aromas, en las que aquéllos a quienes antes visité con la solemnidad de quien tiene miedo vendrían a deleitarse, como quien dice a echarse un taquito el día que se les rinde culto. Entendí de manera totalmente distinta que los epitafios pueden ser divertidos, aunque sea por una noche. Y, sobre todo, me dí vuelo escribiendo calaveras, distorsionando canciones para cantarlas en la Semana de la Muerte.
Aún recuerdo aquélla de El Barzón... "...esa tumba del rincón/yo la vengo reservando/ya se me escapó el pelón/la Tigresa y Fidel Castro..."... por los personajes se darán cuenta de que esos eran otros días.
Conocer el papel picado tan de cerca, interpretar La Llorona con otra visión, acercarme a las leyendas de nuestra región son de las muchas experiencias que me regaló el involucrarme en la Semana de la Muerte. Esto, sin hablar del trabajo en equipo, del emocionante estrés y de la satisfacción de ver la Casa Universitaria llena.
Después de ese primer año me hice adicta a participar. Y es que, quienes lo viven de cerca podrían entender la sensación de la que hablo... no hablo del aplauso que te regalan los asistentes cuando terminas de leer un poema... hablo del hecho de saber que estás compartiendo y dándole respiración de boca a boca a un pedacito de México que parece a veces que está a punto de morir... hablo de cumplir con las responsabilidad que tenemos de evitar ser egoístas y mostrar la belleza de nuestras tradiciones.
Pensar en las Semanas de la Muerte me llena de mucha nostalgia... pero me hace cerrar los ojos y escuchar el murmullo de los estudiantes organizándose para montar el altar principal, ver a Miguel Hernández clavando ("sin albur, vale"), para que se monten cuadros y fotografías... escucho la guitarra de Alberto del Toro, a Vero Guerrero y Dayana Elías, a Rockman Santos y a Daniel Becerra afinar para ensayar Tata Dios... en fin, ahora mis recuerdos están más llenos de melancolía, pero sin dejar de hacerme sonreír y querer estar allí de nuevo para volver a entender que nuestra cultura es riquísima, que nuestro sentido del humor es único, tanto que seguimos celebrando a la muerte, que seguimos coqueteándole a la flaca sin temor, invitándola a cenar el Día de Muertos.
Esta algarabía, esta magia, este sonar de canciones... el más que celebrar, festejar por todo lo alto son necesarios para que México nunca muera.
Enseguida, van unas calaveras:
A Néstor Santos:
Se encontraba Néstor Santos
haciendo publicidad
pa´ fomentar la lectura
entre nuestra sociedad.
La flaca llega coqueta
le dice "vente conmigo"
"Mejor cáele a la Alameda,
hay lectura este domingo:"
A José Ramírez:
Coqueta llegó la parca
buscando a José Ramírez,
que se lo quería llevar
a pasear por sus jardines.
Y cuentan las malas lenguas
que lo empezó a perseguir
pos cómo no iba a querer
al hombre del buen decir.
A Guillermo Tovar:
Pa´no hacer larga la historia,
no los vaya yo a cansar,
les cuento la última nota
sobre Guillermo Tovar.
Llega la flaca arrogante
a llevarse al susodicho
con sus aires de grandeza,
llevándose a nuestro amigo.
Se lo llevó de las patas,
derechito hasta el panteón,
pero no le duró mucho,
lo botó por renegón.
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