El Cerro de la Capilla es una pequeña
montaña que limita al pueblo de Autlán al noroeste. Se trata de una extensión
de la sierra de Cacoma que se interna en el valle de Autlán y en la mancha
urbana del pueblo.
Llamado por los habitantes
prehispánicos Cinacantépetl (Cerro de los Murciélagos) es, junto con el Coajinque,
uno de los elementos geográficos más importantes para la identidad de Autlán.
El Cerrito, llamado así coloquialmente por los autlenses, es la sede de la
capilla dedicada a la virgen de Guadalupe, la versión local del santuario del Tepeyac
que se repite en muchas de las poblaciones de México junto con las festividades
del 12 de diciembre.
También en el Cerro de la Capilla
residen muchas de las leyendas más conocidas y recordadas de Autlán (que
detallaremos en entradas posteriores): la Cueva del Ermitaño, la Piedra del
Cerrito, el Volcán de Aire, la Escalera del Diablo… historias que se han ido
transmitiendo oralmente durante siglos.
En la actualidad el Cerrito es
uno de los sitios preferidos por los autlenses para realizar diversas
actividades deportivas: el simple hecho de subir por alguno de los dos caminos
(el de la calle 20 de Noviembre, empinado y áspero o el “de la carretera”, por
el lado del barrio de Las Montañas, mucho más suave) ya es un buen ejercicio,
pero además pueden hacerse caminatas más largas por el camino que rodea la cima
del cerro, lo mismo que paseos en bicicleta de montaña.
Otra actividad muy popular en el
Cerrito en estos días es la fotografía: son típicas las panorámicas del pueblo
desde la capilla o desde la piedra a cualquier hora del día y especialmente
bellas son las fotos de amaneceres.
Aunque muchas personas limitan la
importancia del Cerro de la Capilla a la actividad religiosa, la importancia de
este lugar para los autlenses de cualquier ideología o clase social es de
origen mucho más variado: como simple punto de referencia para ubicarse
geográficamente, como parte de uno de los barrios más tradicionales de Autlán,
como escenario de correrías infantiles y juveniles, como símbolo autlense que
acompaña a los exiliados…
El
reseco y pedregoso Cerro de la Capilla seguirá viendo pasar generaciones de
autlenses, como lo ha hecho desde que nuestros primeros antepasados se asentaron
aquí.
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