Durante el inicio de las albas. |
A las 6:00 horas, frente a la
Presidencia Municipal, hubo una sencilla ceremonia para el inicio de las albas,
en la que estuvieron presentes las chirimías López Peña y Tigres de Las
Montañas, el presidente y el secretario del Ayuntamiento de Autlán y
funcionarios municipales, así como personas interesadas en la conservación de
la tradición de la chirimía. El presidente Gustavo Robles dio un breve mensaje
en el que invitó a los autlenses a disfrutar de su principal fiesta del año;
enseguida las dos chirimías tocaron, en el mismo sitio, las piezas Mariquita
y Viva Autlán. Enseguida, partirían a cumplir con la primera jornada de
su encomienda: los Tigres de Las Montañas salieron al norte, por la calle de
Borbón, hacia el barrio de Las Montañas, mientras que los López Peña caminaron
hacia el poniente, con rumbo al Mercado Juárez. A lo largo de las próximas dos semanas,
los chirimilleros se escucharán, muy temprano, por todos los barrios de la
ciudad.
Antes de comenzar el conversatorio. |
Más tarde, en el atrio de la
plaza de toros Alberto Balderas se llevó a cabo un conversatorio sobre la
música de chirimía, como parte medular del Día Municipal de la Chirimía. Esta
actividad se desarrolló al pie de la rampa que lleva hacia el tendido, por la
entrada de sombra, justo a un lado de las placas conmemorativas de la chirimía.
En el lugar se instalaron sillas suficientes para las más de 50 personas que
asistieron, entre quienes se encontraban profesores y alumnos de primaria, así
como alumnos de doctorado de la Universidad Santander; hubo también una
exposición de algunos cuadros de los pintores Armida Maldonado y Mauricio
Carrizales. La bandera de Autlán, instrumentos musicales, fotografías y algunos elementos de la indumentaria chirimillera, así como el espíritu carnavalesco de la plaza, redondeaban el ambiente para la celebración de la identidad autlense.
Antes de comenzar formalmente,
las chirimías autlenses tocaron juntas algunos sones, como El torito o El
novillo despuntado. Al terminar, comenzó la serie de siete ponencias con la
que se tituló La chirimía en la época colonial, a cargo de Guillermo
Tovar Vázquez, cronista municipal de Autlán, consistente en una relación de
menciones de la música de chirimía en crónicas y documentos de los primeros 200
años después de la Conquista: aparece esta música desde la expedición
cortesiana a Las Hibueras en 1524, en el recibimiento que le hicieron en los
pueblos de Pátzcuaro y Tzintzuntzan a fray Alonso Ponce y en la recepción en
Autlán del brazo de la Cruz del Astillero, pero también entre los oficios mejor
pagados de las catedrales de Guadalajara y de México, donde la chirimía formaba
parte del ceremonial religioso.
El segundo ponente fue el maestro
Jesús Donaciano Medina García, catedrático del Centro Universitario de la Costa
Sur (CUCSur), quien dio algunos datos del origen de la chirimía en Asia
Central, de donde pasó a Europa con los árabes y, en el siglo XVI, a América. También
explicó el proceso de la Conquista, deteniéndose especialmente en el documento conocido
como “requerimiento”; concluyó diciendo que la llegada de la chirimía es
producto de la Conquista y se ha ido adaptando mediante el mestizaje.
El doctor Hirepan Solorio Farfán
es académico de la licenciatura en Artes del CUCSur. Él participó con una
ponencia, que envió grabada debido a que no pudo asistir, titulada Apuntes
intempestivos sobre la chirimía, en la que sostuvo que este instrumento
pareciera ser un objeto natural de la geografía del Sur de Jalisco, aunque
tiene detrás una historicidad. Explicó algunas diferencias entre las chirimías
de distintas regiones, aunque se fusionan en un núcleo identitario, en
cualquier ritual en que se utilice. Dijo que la chirimía es un instrumento
arcaico, cuyas medidas, afinación y materiales con que se construye no
corresponden necesariamente con lo establecido por la música occidental, es
construido mediante la transmisión ágrafa del conocimiento, lo que da algunas
diferencias de sonoridades, materiales y formas.
El siguiente turno correspondió a
Roberto Tello Martínez, integrante del ballet La Grana, quien explicó las
particularidades de la vestimenta que utilizan los chirimilleros autlenses,
consistente en pantalón y camisa de manta, huaraches y sombrero, ropa que tiene
su origen en el calzón de manta, cotón y ceñidor que utilizaba el pueblo hasta los
inicios del siglo XX. Es una indumentaria mestiza, que sufrió prohibiciones
durante el porfiriato y los primeros años de los gobiernos post
revolucionarios, cuando se trataba de modernizar al país.
Enseguida, los asistentes escuchamos
una grabación del Son de la Chirimía, compuesto por Manuel López Morales
y César Noé López Peña. Este último nos dio una explicación de la letra, inspirada
en un cuadro del pintor Mauricio Carrizales en la que aparecen dos chirimilleros
en los portales del Mercado Juárez, anunciando el Carnaval.
El maestro Pedro Rosas, ex
director de la Escuela Taurina Municipal de Autlán, presentó el trabajo La
chirimía y la fiesta brava, donde habló del carácter taurino de la chirimía
autlense y de la historia de la chirimía López Peña, iniciada en 2004. El maestro
recordó su propia historia como chonero, o torero semiprofesional, y los
recibimientos que le llegaron a hacer en pueblos de Michoacán con música
semejante a la chirimía. También mencionó invitaciones que se le hicieron a la
chirimía López Peña en distintos momentos para participar en corridas de toros
en distintos lugares de México, algunas de las cuales no se concretaron.
El cronista taurino Carlos Efrén
Rangel concluyó el conversatorio con una semblanza del chirimillero Manuel López
Morales, enfatizando su carrera musical, que comenzó con la Banda Autlán bajo
la dirección del maestro Jaime Gómez Vázquez y que incluyó el toque del timbal
en las corridas de toros de la plaza Alberto Balderas. Habló también del chirimillero
Toribio Morán Rayas, antecesor de Manuel, de quien contó un par de anécdotas relacionadas
con grandes músicos: en la primera, Moisés Alatorre lo habría escuchado tocar
en el Mercado Juárez, sorprendiéndolo la afinación que lograba al tocar la
chirimía; la segunda tiene que ver con Chuy Lizárraga, quien se habría
encontrado a don Toribio y a su compañero de chirimía esperando raite al
terminar de tocar en El Grullo, les pidió que le tocaran algunas piezas y, luego
de platicar un rato, los habría invitado al concierto que ofrecería la Banda El
Recodo en el pueblo globero. También contó cómo don Toribio se negó a enseñar a
Manuel a tocar la chirimía, dolido porque el patronato del Carnaval se negó a
contratarlo durante varios años, trayendo su lugar a chirimilleros de otros
lugares. Ante esto, Manuel López Morales aprendió a tocar con chirimilleros de
Copala, Jalisco, quienes además le regalaron una chirimía que podría tener 130
años de antigüedad y que es la que toca normalmente.
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