Soy Mónica S. Díaz González, nací un 27 de marzo en Autlán, Jalisco. Estudié en el Bachillerato Tecnológico de Autlán la carrera técnica en Trabajo Social, en el 2006 conocí a mi ahora esposo Michael en la bahía de Barra de Navidad. Él, sudafricano, llegó por mar en un barco en el que trabajaba como piloto marino, nos conocimos en el 2006 y un año más tarde, después de varios viajes por mar, regresó a México, a Autlán, y decidimos casarnos. Un año más tarde tuvimos una hija e inmediatamente la llevamos a conocer a su familia sudafricana, cosa que desde el vuelo fue una gran e inolvidable experiencia. Así fue como llegamos a Sudáfrica a formar nuestro nuevo hogar e iniciar una nueva vida, la cual desde entonces ha estado llena de nuevas e inolvidables experiencias.
El primer cumpleaños de mi hija lo celebramos de forma 100% tradicional mexicana, los invitados por supuesto eran todos sudafricanos, quedaron deleitados con la comida mexicana que yo había traído desde México; investigué por todos lados para conseguir unas piñatas, cosa que me resultó imposible de conseguir porque al parecer nadie las conocía y pocos, muy pocos habían escuchado hablar de ellas. Como pude conseguí el material y me las ingenié para reemplazar el cántaro por otros materiales para construir mis propias piñatas.
En la fiesta de mi hija, niños y adultos querían quebrar la piñata. Al final y a petición de los invitados acepté fabricar piñatas para sus próximas fiestas de cumpleaños, fue así como inició mi negocio de fabricación y exportación de piñatas las cuales, a pesar de no estar hechas 100% con los materiales que se usan tradicionalmente en México, son hechas por manos mexicanas, sudafricanas y de Zimbabwe y con la misma intención de hacer sonreír a niños y grandes, de hacer sus fiestas más divertidas y, por supuesto de dar a conocer a África la cultura mexicana y el rol tan importante que las piñatas juegan en ella y en cada celebración de los mexicanos.
Mi llegada a este país me ha hecho aprender muchísimas cosas, experimentando con nuevas culturas, más de 11 idiomas, diferentes formas de vivir, pensar, comer, manejar, celebrar, etc. La vida aquí ha sido una completa aventura, desiertos, mares, selvas, bosques, animales que no existen en ninguna otra parte en el mundo. Por otro lado, algo que me ha resultado difícil de superar es acostumbrarme a las comidas de los zulu, africanos, ingleses... pero gracias a la influencia indoasiática me he inclinado más por la comida india, tailandesa y del Medio Oriente, ya que en ellas usan bastante PICANTE (chile para cocinar).
El clima es diferente al de México: de marzo a junio es otoño, de junio a agosto es invierno, de septiembre a noviembre es primavera y de diciembre a marzo es verano, entonces nuestras navidades son tan calientes como una noche en la playas de México. Normalmente estamos 8 horas adelante de México, entonces cuando aquí empieza un nuevo día, allá empieza una larga noche.
En Johannesburg vivimos 25 mexicanos, los cuales nos reunimos para celebrar fechas como el 5 y 10 de mayo, el 16 de septiembre, las posadas y nuestros cumpleaños, festejamos 100% como en México, desde la comida, la música, las piñatas y las bebidas, haciéndonos sentir por un momento como en casa, como en nuestro México...
Me encanta comunicarme con mi esposo en español, todos los días la gente que nos escucha hablar nos pregunta: “Exceseme!? What language are you talking?” (“¿Qué idioma están hablando?”) Contesto: “Spanish” (Español) y ellos responden: “Wow! es hermoso tu idioma! Is Beautiful!”. El español de nuestro México es reconocido por los sudafricanos como el idioma más bello, sensual e interesante que han escuchado en su propio país.
Lo que más extraño de Autlán es caminar por sus calles de manera tranquila, las comidas, su gente y por supuesto mi familia. Pude haber vivido y pisado los lugares más bellos de África y Europa, pero ninguno y nada comparado con la magia, tranquilidad, sencillez, humildad y calidad de mi bello Autlán, lugar que llevaré en mi corazón por siempre. Mexico... ¡te llevo en el corazón!