Lugar donde estuvo el busto de María Mares. |
Todavía el año 2018 no
cumplía sus primeras dos semanas cuando nos dimos cuenta de que el monumento al
general Paulino Navarro colocado en la Alameda y que fue inaugurado en el año
1939 amaneció vandalizado: el pedestal presenta desde entonces algunas
inscripciones de grafitti
indescifrables, mientras que la estatua está pintada con aerosol negro.
Algunos creímos que se
trataría de una simple puntada que no
tardaría en ser atendida por el Ayuntamiento. Pero, casi tres meses después, ni
las autoridades municipales han puesto manos a la obra en su reparación ni los
monumentos autlenses han dejado de ser agredidos: el 30 de enero el busto de la
maestra María Mares, colocado en 1994 en la plazuela que lleva su nombre,
frente al templo de La Purísima, simplemente no amaneció en su lugar; mientras
que en esta semana corrió la misma suerte la placa que identificaba al busto de
Efraín González Luna, justo afuera de la Casa de la Cultura. A esto hay que
sumar la destrucción del busto de Benito Juárez en pleno centro de Autlán y la
pintura blanca sobre el busto de José Santana colocado en el jardín Carlos
Santana, ambos en 2016.
Sea cual fuere la
intención al atentar contra ellos (desde expresar una inconformidad hasta un
simple juego) y se trate de una colección de actos aislados o de una acción
premeditada contra los monumentos autlenses, podemos ver en estas acciones un
desprecio absoluto por la propiedad pública y por el ambiente y la imagen
urbana, así como una completa ignorancia de los elementos que componen nuestra
identidad colectiva.
El monumento a Paulino Navarro. Foto de Autlán y sus regiones. |
El busto de José Santana. |
Porque este tipo de
monumentos no son simples adornos para los espacios públicos: como parte del
patrimonio cultural tienen, entre otras, las funciones de informar y educar a
los ciudadanos sobre las personas y los acontecimientos que han aportado a la
conformación de nuestra identidad, así como de servir como “anclas” de la
dinámica social, que permiten la cohesión colectiva al inspirar a cada
habitante a sentirse parte del grupo social. Esto por no hablar de los
beneficios económicos que puede tener un inventario de monumentos en buen
estado (¿no será atractivo para los seguidores de Carlos Santana alrededor del
mundo visitar su monumento en el pueblo donde nació?). Si los monumentos
desaparecen o permitimos que se sigan deteriorando, perderemos una parte
importante de nuestra forma de ser.
Y, por ahora, lo menos
preocupante es la inactividad de las autoridades, que no parecen tener entre
sus prioridades el buen estado de los monumentos: lo más grave es el desprecio,
derivado de la ignorancia, por parte de una sección de la sociedad autlense
hacia su propio patrimonio. Una manifestación inequívoca de degradación.
El busto de Efraín González Luna, ya sin placa. |