El pipón de la farola. Foto de Guillermo Tovar. Por Javier Jorge Boyzo Nolasco
En los términos de la realización de toda obra o proyecto social (referencia al Carnaval), éste necesariamente deberá ser sometido a un proceso de evaluación; mismo que lleve a confrontar los productos (resultados) y las acciones implementadas para ello, contra los propósitos u objetivos que inspiran a su realización, como parte de las tradiciones autlenses.
No obstante, la evaluación implica también, la emisión de juicios de valor que lleven a rectificar errores dentro de la mayor objetividad posible; en este sentido, dicha objetividad hace alusión al hecho de establecer premisas ya sean positivas o negativas, independientemente de la filiación política, orientación sexual o creencia religiosa que se profese. Sobre esta base, me he permitido entonces, como autlense que soy, y por la labor de investigación histórica que realizo en torno a esta fiesta desde hace ya algunos años; establecer un pequeño análisis a manera de evaluación de lo que en razón de la organización y realización del Carnaval de Autlán -recientemente concluido- significa para un servidor.
Por lo que de esta manera, de entrada debo decir que justo es reconocer el esfuerzo hecho por el Comité Organizador del Carnaval de Autlán -no es nada fácil organizar un evento de tal envergadura- al preservar tradiciones como la de las charlotadas (la última se realizo con el gremio de choferes en el año 1989), la programación de eventos gratuitos, como el de “Lagrimita y Costel”, para el deleite de la numerosas concurrencia infantil que gustosa asistió a la plaza; ya que también son parte del Carnaval, y a quienes no pocas veces se les ha confinado al olvido en estos días, u a otro tipo de celebraciones populares a lo largo del año.
Mención especial merece la noche de coronación en la plaza de toros; ya que ésta volvió a lucir pletórica como en otro años; merced de la gratuidad de sus entradas, el goce de un buen espectáculo artístico, y al deseo de la mayoría de los autlenses, por ver coronada a su reina y máxima soberana del Carnaval, Marcela I, dando así justicia a los pregones que por años hiciera don Leopoldo Godoy Cisneros (a él se le debe la idea de coronación en la plaza, cristalizada en 1985), quien enfatizaba en todo momento, el respeto y cortesía a reina, princesa y demás damas de honor, que engalanaban con su presencia tan maravillosa y singular noche.
No obstante, y sin la mínima intención de lacerar sentimientos ajenos, tal reconocimiento se vuelve apenas perceptible, en razón de la gravedad de algunos errores involuntariamente cometidos por sus organizadores. Quizás el de mayor peso y valor es el dado al slogan de "El mejor Carnaval Taurino de México”, situación que con tristeza se reconoce, enfada y no pocas veces enardece, pues dicho sea de paso, éste dejo mucho que desear.
Debo acotar que claras fueron las circunstancias que motivaron a desestructurar el cartel taurino previamente formulado; que sin bien, no contaba con la experiencia de las primeras figuras de la torería mexicana; sí se contaba con todo un figurón de la torería mundial (Sebastián Castella), además de grandes promesas del arte de Cúchares, ante la embestida de triunfos que muchos de ellos traían a cuestas. No así la del ganado, que con menor peso y trapío se presentó en la plaza, ante la rechifla y burla de sus airados aficionados.
Al respecto, es importante clarificar y delimitar las funciones de los integrantes del Comité Organizador del Carnaval, pues sólo en ellos recae el compromiso por sacar avante el festejo, ante las circunstancias presentadas en la estructuración del serial taurino y todo cuanto corresponda su organización; no así para aquellos funcionarios del propio ayuntamiento, que con su esfuerzo y capacidad para gobernar, pudieran dar mejor atención a otras áreas importantes de la administración pública, que no merecen ser olvidadas.
Una situación por demás risible, es la acontecida en la misma plaza de toros como consecuencia de lo atropellado de los tiempos establecidos para la realización de las corridas formales; no así para quien tuvo la desventura -en su ocurrencia quizás- de atrasar el reloj media hora, como una buena acción para arreglar los males acontecidos; no imaginando jamás caer en el ridículo y ver burlado su nombre, al hacerlo de forma manifiesta.
Otro punto por demás importante en la organización de la fiesta, es el que lleve a regular de manera obligada la venta de boletos; sobre todo, en la programación de espectáculos artísticos, pues la plaza manifestó un sobrecupo exagerado en dos de sus eventos principales, causando de esta manera gran irritación a sus numerosos asistentes; quien ante la incomodidad manifestada (es inminente la realización de sendos estudios de mecánica de suelos, para detectar fallas en la estructura de la obra; en la intención de prevenir posibles riesgos y daños, debido a dicho al sobrecupo), también tuvieron que soportar la indolencia de artistas y cantantes, que pese a la falta de respeto mostrada al público en el cumplimiento de un horario previamente establecido en los contratos suscritos, y en pleno desinterés de nuestras tradiciones y costumbres; se siguen presentando en la plaza, llevándose en los bolsillos, grandes sumas o cantidades de dinero.
Dicha situación se torna bastante delicada, al tratarse de turistas, gente de otros municipios y de los propios autlenses que concurren a los eventos en dicha plaza; pues al perderse la capacidad de diálogo y comunicación con los propios organizadores, al pedir explicaciones de lo que a juicio de los asistentes “se cree justo”, se cae en la necedad, la cerrazón y en el autoritarismo, dado en razón del “supuesto poder” que da el puesto. Aún así, también se reconoce el hecho de poder encontrar a aquellos, quienes en la humildad de sus personas dignifican y engrandecen la fiesta, con su actitud de servicio y “don de gente”.
En este mismo renglón, se deberá normar también respecto a la conformación de los tradicionales gremios; evitando con ello, el fraude y el despilfarro, debido a la mala organización e inexperiencia de muchos de sus integrantes. Especial atención merece la elección de la reina del Carnaval; estableciéndose desde entonces que para quien siendo originaria de la población, amén de sus atributos físicos, porte, belleza, gracia y sobre todo sencillez, merezca ser coronada como tal, sin que con ello se hiera el sentimiento de las cientos de jóvenes autlenses que aspiran a tan distinción, como en esta ocasión sucedió (de 1952, -año de la conformación de la contienda entre gremios- a la fecha, se reconocen cuatro casos de candidatas no originarias de la población).
Es cierto que aún quedan muchas cosas por hacer, que lleven al engrandecimiento de la máxima fiesta de todos los autlenses, como el hecho de masificarla; es decir, difundirla en otros escenarios nacionales como la “Feria del Caballo”, en Texcoco; la de “San Marcos”, en Aguascalientes; y el “Cervantino”, en Guanajuato; por sólo citar algunos, e incluso promocionarse a también en escenarios internacionales, aprovechando las nuevas tecnologías de la información y comunicación.
En ese mismo sentido, se deberán fortalecer los recorridos de la tradicional farola, seguir impulsando a cabalidad la escuela taurina, programar eventos para el público infantil y de la tercera edad; pero sobre todo, pugnar ante los empresarios y demás organizadores del festejo, por el regreso de las añoradas “puertas libres”, donde cantidad de intrépidos mozalbetes esperaban la ansiada oportunidad, para gozar de las últimas pinceladas de arte del festejo (las últimas se dieron, durante el periodo, 86-88 siendo el responsable de la plaza el Ing. Alejandro Parra Gutiérrez).
Claro está que para esto, se deberán redoblar esfuerzos en aras de ganar el prestigio y renombre que por muchos años ha tenido el Carnaval de Autlán; por lo que ante ello, primero es conveniente reconocer algunas fallas u omisiones (es de sabios hacerlo), en el afán de reorientar y dar sentido a esta tradicional fiesta.
De esta manera creo firmemente, que cuando el verdadero afán de servicio salga a flote, se aparten las recriminaciones políticas y se enarbole la bandera del trabajo, la justicia y honestidad continua; entonces sí, seguro estoy … que habremos sido capaces de organizar y realizar un Verdadero Carnaval en todos los sentidos; por lo demás, sólo el tiempo y la memoria.