“…en
nuestras propias tierras y casas que heredamos de nuestros padres y abuelos,
las cuales tenemos hoy día y de tiempos innumerables a esta parte poblados y
cultivados…”
Fragmento del testimonio
de los habitantes de Zacapala.
El pueblo de Zacapala
se levantaba a orillas del río Ayuquila, en las inmediaciones de donde ahora se
encuentra el ingenio Melchor Ocampo. Es uno de los pueblos que describió la
expedición de Francisco Cortés de San Buenaventura en marzo de 1525, cuando
llegaron al valle de Autlán los primeros españoles. Para entonces Zacapala
tenía una población de aproximadamente 840 personas.
A lo largo de su
historia, Zacapala cobró una cierta importancia política y social en el
concierto de los pueblos del valle: por ejemplo, en su visita del 30 de enero de
1740 a Autlán el obispo de Guadalajara, Juan Leandro Gómez de Parada, consagró
una campana para el templo de este pueblo; además, en 1823 se instaló ahí una
de las juntas (las otras tres se instalaron en el centro de Autlán, en el
barrio de Las Montañas y en el pueblo de Tepospizaloya) para las elecciones del
primer Congreso Constitucional de nuestro país. A pesar de esto, Zacapala se
despobló por completo a finales del siglo XIX dando origen o acrecentando la
población, según algunas versiones, del pueblo de El Grullo. Para 1885 el
Congreso de Jalisco, mediante el decreto 171, suprimía la comisaría municipal
de Zacapala dejándola solo con la categoría de comisaría de policía, lo que nos
habla de la decadencia que ya sufría esta población. Aunque los documentos
oficiales no nos hablan con claridad de esto, no es difícil imaginar el
sufrimiento de los habitantes de una población al verse obligados, por
cualquier circunstancia, a abandonar su terruño y sus posesiones.
En Diligencias de Zacapala. Defensa de la tierra en el valle de Autlán 1591-1592,
don Gabriel Michel Padilla, cronista de El Limón, nos da a conocer un expediente
que no por oficial deja de ser transparente a las emociones y sentimientos de
sus protagonistas: se trata de la solicitud que hizo el español Bernardino de
Sámano al virrey Luis de Velasco, hijo, de la merced de una estancia de ganado
mayor y dos caballerías de tierra precisamente en los terrenos donde tenían sus
milpas los indios de Zacapala.
A la solicitud de esta
merced el virrey activó el procedimiento legal correspondiente: ordenó al
alcalde mayor de Autlán, Gonzalo Velázquez de Lara, a cuya jurisdicción estaba
sujeto Zacapala, de validar la pertinencia de la misma acudiendo a las tierras
solicitadas, pidiendo su opinión a los vecinos de los pueblos indios aledaños
para conocer si de concederse la merced tuvieran ellos alguna afectación y
escuchando también a los representantes del solicitante (era vecino de la
ciudad de México y nombró entre los vecinos españoles de Autlán a cuatro que lo
representaran en esta diligencia). El alcalde siguió al pie de la letra cada
uno de los pasos del procedimiento, dando al testimonio de los indígenas el
mismo valor que al de los españoles: nombró, incluso, un intérprete para
explicarles de lo que trataba la diligencia y para escuchar sus alegatos.
En el libro, don
Gabriel nos ofrece un tesoro documental para la historiografía regional. Además
de la reproducción facsimilar de cada foja del expediente y su transcripción (el
penoso trabajo de paleografía estuvo a cargo del finado Enrique Trujillo
González, cronista de San Gabriel, quien también hace el prólogo), el autor del
libro hace reflexiones alrededor de cada uno de los documentos, en las que
llama la atención sobre puntos finos que en ellos se mencionan: desde los
productos que se cosechaban en las tierras en disputa hasta la despoblación o
migración que ya se observaba en esos años en nuestra región, pasando por la
fisonomía del paisaje, el tono de las declaraciones de las partes y hasta el
origen racial de los participantes en la diligencia, entre los que hallamos
españoles e indígenas pero también mulatos, entre muchos otros asuntos.
Un elemento no menor en
el expediente es un mapa de las tierras solicitadas y sus alrededores,
realizado como parte de la diligencia y que don Gabriel incluye en el libro,
con la transcripción de los nombres de los lugares. Es una bellísima
representación de esa parte del valle, partida en dos por el río Ayuquila y en
el que el dibujante representó, incluso, los volcanes de Colima en uno de los
extremos, como para servir de referencia. Podemos pasar horas contemplando las
afinidades entre ese extremo de la Sierra de la Vainilla y cómo fue dibujado
por el autor, descubriendo dónde estuvieron cada uno de los pueblos referidos y
dónde se encuentran los pueblos que actualmente se asientan en ese rincón del
valle.
Diligencias
de Zacapala es una aportación de gran importancia
para el conocimiento de la historia del valle de Autlán y un acto de justicia
al rescatar la voz de sus primeros habitantes
Este libro fue
publicado recientemente, apenas en agosto de 2020. Si está usted interesado en
conseguir un ejemplar puede comunicarse a este blog o directamente con el autor, en el correo electrónico tonantzin2009@yahoo.com.