Publicado originalmente en Letra Fría.
El 12 de mayo de 1925 falleció en Guadalajara, mientras se recuperaba de las lesiones que le provocó el ataque de Tranquilino Corona y su gente en la población de El Rebalse, cerca de Cihuatlán, el agrarista Casimiro Castillo, a la sazón diputado local propietario y diputado federal suplente por el distrito con sede en Autlán.
Que yo recuerde, desde entonces y hasta los lamentables acontecimientos de esta semana, en la región no habíamos padecido el asesinato de uno de nuestros diputados. Al paso de casi un siglo el contexto de los dos sucesos parece ser muy distinto: Casimiro Castillo participó en la revolución agrarista, organizando a los campesinos autlenses en el Sindicato de Agricultores Pobres en 1921 pero también haciendo uso de las armas y combatió a la rebelión delahuertista de 1923 también con las armas, lo que le granjeó una buena cantidad de enemigos de toda laya. Gabriel Gómez, en cambio, es recordado por todos como un médico pediatra, solamente con una reciente y no muy agitada carrera política.
El asesinato de Casimiro Castillo se dio, además, en un ambiente de instituciones muy débiles, que eran incapaces de imponer la autoridad del Estado y proveer servicios de seguridad a todos los rincones de la República, habiendo muchas regiones gobernadas de facto por caciques locales. Nuestro país vivía, además, una inestabilidad política aguda, en plena revolución agrarista y a un paso del inicio de la revuelta cristera. El rapto y posterior asesinato de Gómez Michel se da, en cambio, en un momento en que aún la más pobre de las policías municipales está en condiciones de reaccionar ante una emergencia de seguridad en poco tiempo o, de lo contrario, ser suplida por una policía federal que ha aumentado su presencia fuertemente en el Estado o por una recién estrenada Fuerza Única Regional, cuyos diferentes grupos pueden reaccionar dentro de su área de influencia en máximo veinte minutos, apoyadas todas por un despliegue de tecnología impensable en los tiempos de Casimiro Castillo. Vivimos ahora, a diferencia de entonces, una época de paz y estabilidad… ¿o no?
El asesino de Casimiro Castillo, Tranquilino Corona, supo moverse para que su delito quedara impune: según Jean Meyer, al estallar la revuelta cristera se dio de alta con los rebeldes, pero tomó la primera amnistía que ofreció el gobierno y se volvió a levantar, ahora contra los cristeros. Falleció en combate en esta última etapa, pero nunca fue castigado por el asesinato. ¿Se convertirá esta situación en otra diferencia más entre los casos de Casimiro Castillo y Gabriel Gómez Michel? Al tiempo.