Al estar en un espacio abierto,
las distintas secciones que conforman la orquesta tuvieron que ser sonorizadas,
lo que demeritó su lucimiento al tener que lidiar constantemente con un ruido
procedente del equipo de sonido y que no pudo ser solucionado. Sin embargo, la orquesta
tuvo una muy buena actuación, muy aplaudida por el abundante público, que ya
había ocupado todas las sillas disponibles desde que los músicos apenas estaban
se estaban instalando. Dirigida por el profesor Armando Emmanuel Pedraza Guerra,
la orquesta interpretó un programa con dos partes bien definidas: la primera
con piezas de música formal, de autores europeos y un estadounidense, y la
segunda con música de autores latinoamericanos. El orden de las
interpretaciones fue el siguiente:
Marcha de los Cruzados.
Valses Danubio Azul, de
Strauss, y Los agitadores, de Woldtefuel.
Marcha Eslava, de Tchaikovski.
Largo, de la sinfonía El Nuevo
Mundo, de Dvorak.
Pompa y circunstancia, de
Elgar.
Escenas de ballet, de Robert
Bennet Brown.
Sueño despierto, de
Armando Pedraza.
La cumparsita, de Gerardo
Matos Rodríguez.
Nunca es suficiente, de
Los Ángeles Azules.
Obertura Mexicana.
Viva Autlán, de Clemente Amaya.