La conferencia del doctor Rodrigo
se tituló La Sociedad de la Luna y el origen de las sociedades científicas
y comenzó con algunas consideraciones sobre el origen de la ciencia, que se da
cuando es más importante hacer preguntas que tener todas las respuestas y nace
desde la infancia, con la curiosidad por la vida. El doctor habló también de la
ruptura de paradigmas que ocurre cuando la curiosidad es más fuerte que los
dogmas, poniendo como ejemplo a Nicolás Copérnico y su cuestionamiento a la
teoría geocéntrica y a Carlos Darwin y la teoría de la evolución.
El ponente mostró los nombres y
fechas de fundación de las primeras sociedades científicas en Europa, iniciando
con la Royal Society de Londres de 1662, seguida de la de París en 1666 y la de
Leibniz en 1700. Explicó que en el siglo XVIII comenzó a reunirse en la
localidad inglesa de Birmingham un grupo de amigos, que no eran científicos
formales, pero sí con intereses y habilidades en este ámbito, que se conoció
como Sociedad de la Luna debido a que se reunían cada mes, en noche de luna
llena. Esta costumbre no tenía nada que ver con alguna creencia esotérica sino
a que, ante la ausencia en esa época de luz eléctrica, les era más fácil a sus
miembros acudir a las reuniones nocturnas habiendo luz de luna. Esta sociedad
no tenía demasiadas formalidades ni egos y comenzó en 1765, cuando William
Small se presentó con Erasmus Darwin, el abuelo de Carlos, en Birmingham, y
comenzaron una relación de amistad a la que luego se integraron otros
personajes, como Matthew Boulton. La Sociedad de la Luna llegó a tener, según
algunos autores, hasta 14 miembros estables, aunque once fueron los más
constantes.
Esta Sociedad era, según el
ponente, más un club de ciencias que una asociación científica formal, aunque
sus miembros sí escribían y al menos 20% de sus miembros enviaron algún
artículo a la revista Transacciones Filosóficas, de la Sociedad Real. La Sociedad
de la Luna carecía de algún estatuto o publicación propia, lo más que se sabe
de ella viene de la correspondencia entre sus integrantes y de una mención en
la autobiografía de Joseph Priestley, uno de ellos.
El doctor Rodrigo mencionó datos
de otras sociedades científicas que nacieron en el mundo en esa época, como las
que fundó Benjamín Franklin en Filadelfia, en el marco de una “revolución
organizacional” y entre las que también se cuenta el Instituto de Geografía y
Estadística, antecedente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Estas
sociedades tenían una figura menos formal que las academias y tuvieron también
elementos ajenos a las ciencias exactas, como las artes y oficios.
En cuanto a la Sociedad de la
Luna y para concluir su presentación, el doctor Ramos Zúñiga mencionó algunos
aportes al desarrollo de la Humanidad de sus integrantes: los primeros planes
de seguro para trabajadores por Boulton, las máquinas de vapor por James Watt,
la teoría de la evolución de Erasmus Darwin, la cerámica inglesa de Josiah
Wedgwood, el aislamiento del oxígeno que logró Priestley, la popularización del
jabón por James Keir y los libros de teoría educativa de Edgeworth, entre
otros. Esta Sociedad tuvo su apogeo hacia 1780 y siguió sesionando hasta la década
de 1830. Actualmente sigue vigente en Internet, en el sitio lunarsociety.org.mx,
donde se reciben inscripciones de posibles miembros de todo el mundo. En palabras
del doctor Ramos Zúñiga, la autora de la historia de esta Sociedad, Jenny
Uglow, dice que sus integrantes demostraron que los eruditos no tienen que ser
aburridos o excéntricos sociales.
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