Jorge Coronel y Eduardo Núñez. |
Entre los sonidos cotidianos de una tarde de verano en el barrio de Las Montañas no están, por cierto, las dulces notas de un organillo tocando canciones tradicionales mexicanas. Por eso, al escuchar música tan poco común, tuve que salir de la oficina a ver de qué se trataba, guiado por las extrañadas y persistentes miradas de quienes se encontraban trabajando en los negocios del barrio (desde repartidores de refrescos hasta dependientes), que indicaban que el origen de la música era nada menos que el jardín de Las Montañas.
En ese lugar, justo donde se encuentra la placa que nos recuerda que el nombre oficial del jardín es José Atanasio Monroy, alcancé a Jorge Coronel y Eduardo Núñez, un par de representantes del oficio de organillero, tradicional de la ciudad de México. Mientras Eduardo hacía sonar La bikina Jorge pedía una cooperación de los vecinos en forma de monedas, que había que depositar en su elegante gorra, parte integral del uniforme de corte militar que portan. Aproveché esos momentos para, luego de dejar mi colaboración, conversar un par de minutos con él, escuchando México lindo y querido.
Jorge Coronel me dijo que él y su compañero son originarios de Ecatepec de Morelos, Estado de México, y miembros de la Asociación de Organilleros de la Ciudad de México, compañeros de los que podemos ver en la Alameda, el Zócalo y otros sitios. Ellos se dedican a recorrer toda la República llevando la música y la presencia del organillo a los lugares públicos de los municipios que les es posible visitar. Este martes 3 de septiembre fue el último de su visita a Autlán, al día siguiente partirían a Tuxpan o a Manzanillo, eso todavía estaba por decidirse.
La tecnología del organillo se creó en Europa hacia el siglo XVIII y es más similar a la de una caja musical que a un instrumento: el organillero debe dar vuelta constantemente a una manivela para que se accione el mecanismo, consistente en un cilindro con una serie de púas que mueven unas piezas de metal que producen los sonidos correspondientes a las notas de las canciones.
El trabajo de estos organilleros endulzó por unos días la atmósfera de las calurosas tardes veraniegas de Autlán, saturada regularmente de disonancia. Ojalá volvamos a verlos (y escucharlos) pronto.
Aquí puede verse un breve video del trabajo de estos organilleros en Autlán.
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