Según el libro recopilatorio Autlán del doctor Rubén Villaseñor
Bordes, que acaba de ser reeditado y se encuentra disponible en las librerías
de Autlán, el 5 de noviembre de 1864, hace 150 años, llegó al pueblo nada menos
que el jefe del Ejército del Centro republicano, general José María Arteaga,
perseguido por las fuerzas del general francés Félix Douay. Ese mismo día los
franceses tomaban la ciudad de Colima.
La llegada de Arteaga, a quien apenas
en el pasado mes de julio le había sido otorgado por el presidente Juárez el
título de jefe del Ejército del Centro, misma fecha en que había abandonado la
gubernatura de Jalisco, solamente tiene una importancia anecdótica: estuvo en
Autlán prácticamente de paso, en un momento de la contienda en que los
republicanos en Jalisco estaban reducidos a la guerrilla (son los tiempos del
plan de la hacienda Zacate Grullo) y los jefes patriotas tenían casi todo el
año de 1864 moviéndose constantemente por el sur de Jalisco, hostilizados por
los imperialistas.
Sin embargo, el aniversario de su
presencia aquí sirve de pretexto para reflexionar sobre los cambios físicos que
ha sufrido nuestro pueblo y, sobre todo, los cambios en la vida de los
autlenses. Además del crecimiento (hace 150 años Autlán se reducía
prácticamente al actual centro, el barrio de Las Montañas y algunas cuadras
alrededor de este núcleo), el cambio más drástico en este siglo y medio ha sido
en la infraestructura urbana: se levantaron, inauguraron y destruyeron la
torrecilla del reloj y el hotel Valencia, se inició (y continúa) la
construcción de la catedral, las calles empedradas con su canal en medio fueron
sustituidas por calles empedradas o pavimentadas con baches por todos lados…
Los autlenses que vieron a Arteaga
vestían en su mayoría con manta y sombrero de soyate, calzaban huaraches y se
dedicaban casi todos al campo o a alguna actividad artesanal. Solo poquísimos
autlenses podían salir del pueblo a estudiar algo (y menos en esa turbulenta
época). Sin embargo, abundaban los músicos profesionales y el arte de Euterpe
era muy apreciado entre los habitantes del pueblo. Siendo las comunicaciones
tan difíciles, era común que los autlenses salieran muy poco, o nunca lo
hicieran, del pueblo y sus alrededores. Sus entretenimientos eran la
participación en mentideros y en fiestas religiosas o profanas y se
transportaban caminando o en bestia a trabajar.
Los autlenses de 150 años después de
la llegada de Arteaga vestimos, la mayoría, con pantalón de mezclilla, camisetas
y una infinidad de diseños de tenis, zapatos o huaraches. Hemos seguido la
tendencia de todo el mundo occidental y ahora nos dedicamos a oficios o
profesiones especializados, muy pocos de ellos relacionados con el campo.
Muchos autlenses salen a estudiar a otras ciudades del país, y aún del
extranjero, mientras otros tantos jóvenes llegan de lejos a estudiar algo en
alguna de las cuatro instituciones que ofrecen estudios superiores y también
muchos son los que salen todos los días a otros pueblos o ciudades a atender
negocios, visitas o simplemente a “dar la vuelta”. Ahora ya no hay tantos
músicos, en proporción a la población total, y nos hemos hecho más amantes del
borlote que de la música: basta un buen “sonido” para reproducir cualquier
género musical y ambientar todo tipo de reuniones. Muchos de nuestros
entretenimientos favoritos están en casa (televisión, internet), pero también
nos gusta ir al cine y a bares o restaurantes. Ya muy pocos nos trasladamos
caminando, la mayoría usa algún transporte automotor o bicicleta.
El estado de Querétaro, por cierto, lleva el apellido de José María
Arteaga en su nombre oficial: Querétaro de Arteaga.
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