A las 9:00 horas comenzó una breve
ceremonia de inauguración del conversatorio, presidida por la señora Brenda
Patricia Barriga López, presidente municipal de Tecalitlán; la regidora de
Cultura y Educación Yéssica Alejandra Cárdenas Torres; el presidente de los
cronistas colimenses Humberto Muñiz Mercado; el director general de Cultura y
Turismo y coordinador general del Festival Cultural del Mariachi, Sergio
Alberto Ramos Medrano, y el cronista municipal de Tecalitlán, René Chávez
Deniz.
Durante la inauguración. De izq. a der.: René Chávez, Humberto Muñiz, Brenda Barriga, Yéssica Cárdenas y Sergio Ramos. |
La presidente municipal dio un
mensaje de bienvenida, en el que destacó la importancia que tiene el mariachi
en la identidad tecalitlense y el valor de la música en la vida comunitaria:
dijo, en el cierre de su intervención, que la música “es memoria, es
resistencia, es unión”. El presidente de la Asociación de Cronistas de Colima
dijo en su mensaje que esta clase de actividades demuestran la cercanía
cultural entre el sur de Jalisco y Colima. Al concluir la ceremonia de inauguración
hubo un espacio para que la rondalla de los talleres de música de la Casa de la
Cultura de Tecalitlán, bajo la dirección del profesor Miguel Ángel Mora
Martínez, interpretara las canciones El reloj, El primer tonto y Te
quiero tanto, instalados sus doce integrantes en las escaleras que conducen
a la segunda planta del Museo.
Luego de la intervención musical,
comenzó la primera mesa de trabajo, moderada por el cronista de Autlán,
Guillermo Tovar. Las ponencias de esta mesa fueron las siguientes:
J. Ángel Chávez Nájar, cronista emérito
de Tecalitlán, presentó el trabajo titulado Anécdotas de las visitas de
Pedro Infante a Tecalitlán, en el que narró, basado en entrevistas a
personas que vivieron los hechos e intervinieron en ellos, como el
restaurantero Rigoberto Arellano, cómo fue la visita que le hicieron al ídolo
de Guamúchil don Silvestre Vargas y el mismo Rigoberto, para proponerle que
fuera a Tecalitlán a dar un concierto. Pedro se comprometió a acudir a la
fiesta patronal, cosa que cumplió, iniciando de esa forma una relación estrecha
entre este pueblo sureño y el cantante, que varias veces se presentó en Tecalitlán,
sin cobrar honorarios, para ayudar a recabar dinero para diversas obras. Don Ángel
compartió algunas anécdotas y comentarios de quienes convivieron con Pedro Infante
en Tecalitlán, como Salvador Martínez Rolón, Ezequiel Gutiérrez y la familia
Macías Macías: contó cómo le tocó hospedarse en hoteles sin muchas comodidades,
donde se tuvo que bañar a jicarazos, así como su apertura para con las personas
que se acercaban a saludarlo, ejemplificada en la ocasión en que el mismo don
Ángel lo vio jugar a las canicas con chiquillos del pueblo.
Humberto Muñiz Mercado,
presidente de los cronistas de Colima, expuso La musicalización de las misas
con mariachi en Manzanillo, un trabajo sobre cómo la música de mariachi se
fue introduciendo a las ceremonias religiosas en esa ciudad, espacio que antes
estaba vedado para esta manifestación musical. Para esto, compartió una semblanza
de Hilario González Martínez, músico originario de Tapalpa y avecindado en
Manzanillo, quien fue el principal promotor de que las misas pudieran
celebrarse con mariachi. Nacido el 3 de noviembre de 1938 y con antecedentes
como monaguillo y como jornalero, don
Hilario había aprendido música en su pueblo natal, gracias al cura Juan Nepomuceno
Gaytán Zárate, quien formó ahí un grupo musical del que designó a Hilario como
trompetista. Al mariachi Hilario llegó por casualidad, al tener que cubrir la
ausencia del trompetista del mariachi Corona, de Ciudad Guzmán en una presentación;
posteriormente formaría los mariachis Manzanillo y Santiago, ya en el puerto
colimense. Hacia 1970 un compadre suyo le pidió tocar en la misa de quince años
de una de sus hijas, lo que desencadenó una negociación con el sacerdote Cárdenas
Pallares, quien les permitió tocar, por primera vez, en el templo del Carmen,
prácticamente dirigidos por el cura, quien les iba dando las indicaciones de
cuándo tocar. A partir de esa primera presentación vinieron otras, haciendo los
ajustes necesarios en el sonido del mariachi y en la vestimenta, para ajustarse
a la liturgia y a las costumbres dentro del templo. Con esto nacieron, a decir
del mismo don Hilario, las misas que ya no eran romanas sino mexicanas.
José Kamey Ibáñez, de San José del
Tule, municipio de Pihuamo, compartió el resultado de una investigación de años
en la que identificó a todos los cantantes y músicos que han grabado con el
mariachi Vargas de Tecalitlán, relación que compartió en su intervención: desde
el dueto Pepe y Chabela hasta Juan Gabriel, pasando por los más variados
estilos y géneros.
Víctor Ramiro Gil Castañeda,
cronista de Manzanillo, expuso el trabajo Los Hernández Corona, hermanos
compositores y cantantes manzanillenses, que comenzó con la escucha de la
canción Comala, compuesta por estos personajes e interpretada por
Ángeles Ochoa. El cronista habló de la formación musical que René, Jorge Luis y
Javier Hernández Corona tuvieron desde su infancia, así como de su trayectoria
y algunas de las obras más importantes de ellos y de sus descendientes.
La segunda mesa fue moderada por
Humberto Muñiz Mercado y estuvo integrada de la siguiente forma:
Guillermo Tovar Vázquez, cronista
municipal de Autlán, expuso el tema Manuel Morán Godoy, un músico de
mariachi en el Autlán de principios del siglo XX, consistente en una semblanza
de este músico nacido en Unión de Tula y que, de ocupación jornalero, dirigió
un mariachi o “arpón”, integrado por dos violines, quinta de golpe y arpa. Su vida,
dijo, es un buen ejemplo de la de los músicos de este género en esa época,
ubicados en la periferia geográfica y social: eran personas dedicadas a otros
oficios, que tocaban en fiestas populares que se celebraban en el campo o los
barrios marginales, su música era despreciada por las élites. Sin embargo, de
don Manuel nació una familia entre cuyos descendientes hay grandes ejecutantes
y hasta un director de orquesta.
Rogelio Camarillo Carrillo, de la ciudad de Colima, leyó un interesante texto titulado Crónica de Tecalitlán: cuna del mariachi y sus sones, una semblanza idílica de Tecalitlán y su relación con la música de mariachi, así como la importancia que tiene esta manifestación musical como atractivo turístico tecalitense.
La mesa 3 también fue moderada
por el cronista de Autlán y en ella se presentaron los siguientes trabajos:
Mirtea Elizabeth Acuña Cepeda, de
Tecomán, expuso Mariachi, origen de la palabra, que comenzó con una reflexión
sobre la importancia de la etimología para conocer el significado de las
palabras y de cómo en la región conocida como Jaliscolimán, es decir, Colima y
el sur de Jalisco, se pueden todavía escuchar palabras del castellano del siglo
XVI. Sobre el origen de la palabra mariachi, dijo que es posible que venga del
nombre del árbol mariachi, de cuya madera se hacían las tarimas para el baile,
o de una deformación de la palabra maliantzin. También podría estar
relacionado con la diosa madre, Guadalupe o Tonantzin, mediante el vocablo
María o Malintzin. Su significado sería “la familia del espíritu de la vida”.
Martín Rodrigo López Sevilla, de
Manzanillo, presentó ¿El último adiós a la chirimía?, un trabajo sobre
esta manifestación musical, que incluyó datos técnicos e históricos sobre sus
componentes. Luego de exhibir un video sobre la chirimía en Oaxaca, el ponente
dio ejemplos del uso de este instrumento en algunos lugares, especialmente de
Jalisco, con ejemplos como el Día de la Chirimía en Autlán y la declaratoria
como patrimonio cultural inmaterial en municipios como Casimiro Castillo y
Villa Purificación. En Manzanillo, dijo, esta forma musical se está perdiendo,
mientras que en Comala ya no participa en las fiestas del pueblo desde 2001.
Llamó, entonces, a voltear la mirada a otras generaciones, para no tener que lamentar
el último adiós a la tradicional música de chirimía.
Guillermo Tovar y Abelardo Ahumada. |
Abelardo Ahumada González, de
Villa de Álvarez, expuso Origen y desarrollo del mariachi en Colima y la
región, que ubica que en la combinación de géneros e instrumentos musicales
de origen indígena y español, con componentes traídos por los esclavos africanos.
Habló del trabajo de evangelización realizado en esta región por fray Juan de
Padilla, quien solicitó al virrey Antonio de Mendoza que enviara maestros que le
ayudaran, llegando a la región jóvenes indígenas que habían sido educados en el
colegio de Tlatelolco con quienes se fundó la primera escuela de música, en
Tuxpan. Como conclusión, dijo que “nadie puede apropiarse del acta de
nacimiento del mariachi”.
René Chávez Deniz, cronista de
Tecalitlán, concluyó el conversatorio con el trabajo Edward Marsh,
apasionado por la música de mariachi, una semblanza de este personaje
estadounidense que dice ser amante del mariachi desde antes de nacer, afición
heredada de sus padres. El cronista recordó los actos de violencia que
ocurrieron en Tecalitlán el 10 de diciembre de 2010, día de fiesta guadalupana,
que sembraron el miedo entre la población y propiciaron el descenso de la actividad
turística. Buscando una solución a esto, en 2015 comienza a gestionarse la
creación de un festival de mariachi, que nacería en 2016 y que está celebrando
su séptima edición. En ese 2015, Edward Marsh estaba organizando en Rosarito,
Baja California, un “gran concierto” de mariachi, consistente en una gala con el
mariachi Vargas y una orquesta sinfónica, además de conciertos de otros
mariachis, que es considerado todavía el mayor concierto de este tipo. En 2017
Edward Marsh vino a Tecalitlán, al segundo festival, donde nació una relación
estrecha que aún perdura: Marsh es considerado un hijo ilustre de Tecalitlán,
debido a que se ha convertido en un benefactor del pueblo y de su cultura. Por ejemplo,
donó las esculturas y un cuadro al óleo que se encuentran en el Museo Silvestre
Vargas, hace donaciones en dinero para cada edición del festival y regaló
instrumentos musicales a la Escuela Secundaria Técnica #32 para que los niños
aprendieran a tocar música de mariachi. En 2022 se develó una placa en la calle
Victoria, como reconocimiento a sus aportaciones y, además, esta séptima
edición del festival está dedicada a él.
Placa de Edward Marsh. |
Algunas de las estatuas en el Museo Silvestre Vargas. |
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