La orquesta de Mariano Mercerón en 1961. Foto del blog SUTM-SUTME. |
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“Oiga usted, cómo suena la
clave
Mire usted, cómo suena el
bongó,
Dígame si las maracas tienen
El ritmo que nos mueve el
corazón”.
Fragmento
de La Cumbancha, de Agustín Lara
Segunda
etapa (1950-1985): Como los locales acostumbrados ya habían quedado chicos, un
grupo de emprendedores autlenses tuvo la iniciativa de construir uno nuevo: el
Casino Autlense, inaugurado en el Carnaval de 1955. En él, sobre una pista de
baile hecha de ladrillo “de listón”, los autlenses bailaron los ritmos
afroantillanos que se pusieron tan en boga a mediados del siglo XX: danzones,
mambos, guarachas, cha cha cha, guaguancó y otros, ejecutados magistralmente,
según los bailadores de esa época con los que pude platicar, por grandes
orquestas como la de Horacio Colorado
Naranjo, de Colima, que dominó la escena carnavalera autlense por un par de
décadas, la de Carlos Campos o la de Mariano Mercerón. Hay quien recuerda
también un gran baile de Carnaval en el que se presentó Dámaso Pérez Prado, el
Rey del Mambo, en la segunda mitad de la década de 1960.
En
cuanto a grupos de la región estaban los Piratas, fundado por don Mauricio
Castillo, “el Was”, y los Seven Brothers de los hermanos González de Unión de
Tula, quienes tocaban cumbias y otros géneros tropicales en los bailes del
Casino pero también en los recibimientos de la Mutualista, el salón Palacio y
en un local grande que había frente a la parroquia del Divino Salvador, por la
calle de Margarito González Rubio, ya en la década de 1970. En esta época ya
era común que vinieran a Autlán grupos y orquestas de otros lugares del país,
quienes animaban el ambiente y enriquecían la oferta y calidad musical de las
fiestas, con un sonido logrado a base de metales, percusiones, cuerdas y voces
y amplificado con equipos electrónicos.
Entre
los grupos musicales habituales en los Carnavales de los años 1970s ya se
incluían los de música “romántica”, influidos por la onda chicana y precursores
de la música grupera posterior, como Los Muecas, Los Babys y otros originarios
de la región, quienes se presentaban sobre todo en los recibimientos.
En
esta década había otra forma, hoy desaparecida, de disfrutar de la música en el
Carnaval: durante el toro de once trabajaban bandas “de las de Zacatecas”, de
saxofón, trompeta, tarolas y tambora, así como mariachis, que tocaban para
quien los contratara dentro de la plaza. Estas bandas trabajaban también en
lugares públicos, como el kiosco o el portal Hidalgo afuera del hotel Valencia,
donde tocaban piezas musicales a quien lo solicitara, mismas que eran pagadas
al final de cada tanda. Sones, corridos y otros géneros populares eran su
repertorio.
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