Un conjunto de cuerdas. Colección fotográfica de la Casa de la Cultura Efraín González Luna. |
Aunque
lo que le da fama y una personalidad especial al Carnaval de Autlán es el
aspecto taurino, esta fiesta es impensable sin la música, un elemento por lo
menos tan importante como la tauromaquia.
En
este trabajo haremos un recorrido superficial por los géneros y modas musicales
que han marcado diferentes épocas del Carnaval de Autlán desde los agitados
años posteriores a la Revolución hasta la actualidad. Por encima de todos
merece una mención especial la chirimía, cuyo sonido festivo ha servido como
fondo musical de los carnavales autlenses desde tiempo inmemorial hasta
nuestros días.
Este
texto, que espero sea complementado con los recuerdos y comentarios de los
lectores, está dividido en tres épocas, más una de transición, establecidas con
base en los géneros musicales dominantes y en acontecimientos históricos que
influyeron en la organización del Carnaval, como la apertura de la carretera
federal 80 y la inauguración del Casino Autlense, entre otros.
Comencemos, pues, con la primera parte:
“Bebamos alegremente de este
vaso,
resplandeciente de belleza
y que la hora efímera
se embriague de deleite…”
Fragmento
del Brindis, de La Traviata.
Primera
etapa (1920-1935): En un contexto de agitación social y política, con gavillas
de bandoleros operando todavía en la región y la presencia constante de
militares en el pueblo, los Carnavales autlenses se siguieron organizando
regularmente, con la excepción del año de 1927. La música de estas fiestas se
escuchaba en los recibimientos, bailes y serenatas, estas últimas en el kiosco
del jardín Francisco I. Madero, hoy Constitución. Los recibimientos eran
ofrecidos por los organizadores de los festejos del día al ganadero que ponía los
toros para la lidia y el jaripeo. Podían desarrollarse en el hotel Turco (hoy
Casa Universitaria), el Concordia, en el teatro Orozco o en el Mutualista. Eran
amenizados por orquestas que tocaban música para bailar, popular, como sones o
jarabes.
Los bailes
se organizaban en esos mismos lugares, por la noche. Eran de gala tanto en su
organización, con la presencia de ujieres y salones de guardarropía, como en el
atuendo que se exigía a los asistentes y también en la música: se escuchaban en
ellos orquestas de cuerdas y alientos que tocaban música bailable, aunque de
influencia europea y norteamericana, como valses, mazurcas, chotises y fox trot,
bailados por los asistentes en un piso lleno de aserrín y “forrado con mantas
restiradas y emparafinadas”, según don Jaime Llamas. Había otros bailes, en los
patios de casas particulares o en locales modestos, como la Plaza de Gallos,
netamente populares, sin etiqueta, a donde el pueblo podía llegar vestido con
la ropa que le permitía su estatus social y donde se podían bailar los sones y
jarabes populares, con grupos pequeños de cuerdas y alientos.
Las
serenatas del kiosco no eran precisamente de música para bailar, sino para
ambientar un rato de convivencia y romanticismo: los jóvenes la oían mientras
daban vueltas al jardín mientas los adultos permanecían sentados en las bancas alrededor
del kiosco.
En
las crónicas periodísticas de la época también se consigna la organización de lunchs, actividades en las que se
agasajaba a los ganaderos del día con una comida y música, a la manera de un
recibimiento.
La
señora Graciela Michel Corona me dio acceso al programa de una de estas
serenatas de la década de 1920, que ella conserva, en el que se consignan las
siguientes piezas:
Colonel Roosevelt, un
two step de Louis Phillipe Laurendeau.
Todo París, un vals de Emile Waldteufel.
Il Trovatore, de Giuseppe Verdi.
Marte y Venus, polka.
La Traviata, de Giuseppe Verdi.
Marcha fúnebre, de
Federico Chopin.
Los
grupos musicales que participaban en estos Carnavales eran casi todos
autlenses, y muy pocos eran traídos de otras poblaciones de la región. No se
contaba comúnmente con orquestas tapatías o de lugares más lejanos a causa de
las malas condiciones de los caminos y lo peligroso de transitarlos, en una
época de fuerte agitación social.
Entre los grupos que participaron en los Carnavales de
esta época están la banda de música de Unión de Tula, que dio una serenata el 4
de marzo de 1919 a las 7 de la tarde en el kiosco (El Informador, jueves 13 de
marzo de 1919), una banda militar traída por los oficiales del destacamento de
Autlán en el Carnaval de 1920 para el baile del día que les tocó organizar (los
militares constituían un gremio) y para las serenatas del kiosco y cuya ausencia
se lamentaba al término de las fiestas (El Informador, viernes 27 de febrero de
1920) y la Banda Autlán, dirigida entonces por Feliciano García y Nicolás
Sánchez Gómez.
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