El portal Morelos después del terremoto. Nótese la presencia de los puntales. |
En la madrugada del 3 de junio de 1932 los autlenses se levantaron un poco antes de lo acostumbrado y en circunstancias terriblemente angustiantes: en lugar de despertarlos el canto de un gallo o alguna necesidad fisiológica, lo hizo la formidable sacudida de un terremoto de 7.5 grados en la escala de Richter, el más impactante de que se tenga memoria en el pueblo.
Y no es que en Autlán no se hubieran padecido antes otros terremotos fuertes: estando el pueblo asentado sobre una zona sísmica, hay registros de temblores desde la época colonial: en diciembre de 1747 y mayo de 1818 hubo terremotos con grandes daños materiales, entre los que se cuenta la caída de la torre de la parroquia, en el segundo de ellos.
Y en octubre de 1847, menos de un siglo antes del famoso temblor del 32 y mientras el país padecía la vergüenza de la intervención estadounidense, Autlán sufrió otro terremoto, tras el cual el párroco José Antonio Macías proclamó a san Francisco de Asís como patrono de los autlenses contra los temblores.
Pero, quizás porque las influencias del nuevo patrono no tuvieron la suficiente fuerza, en 1932 tuvo lugar el terremoto que tal vez ha sido el que más hondo ha calado entre los habitantes del pueblo: según don Ernesto Medina Lima, además de su fuerza, el temblor tuvo una duración de más de siete minutos, iniciando con movimientos oscilatorios y transformándose en trepidatorio, cuatro minutos después de comenzar y con réplicas que se prolongaron por lo menos hasta el día 22 de junio, 19 días después del terremoto principal. Toda esta furia dejó un saldo, siempre según datos publicados por don Ernesto, de la mitad de las casas del pueblo destruidas o demolidas, 45% en estado ruinoso y solamente el 5% habitables y, lo peor, decenas de muertos y heridos.
En todo el pueblo se repetían las escenas de destrucción, que dejaron una honda huella en la psique de los autlenses. Durante muchas noches después de esto, la mayoría de las personas todavía preferían dormir a la intemperie o bajo precarios tejabanes o improvisadas casas de campaña, pero lejos de cualquier barda u objeto susceptible de caer con otra sacudida de la tierra.
Algunas consecuencias del temblor, que comprometieron también a construcciones públicas emblemáticas, como los portales del centro o la parroquia, aún pueden verse en Autlán: una de ellas es la torre principal del templo de la Purísima, caída durante este evento y cuyo reemplazo todavía aparece en obra negra.
Ante tal situación, con algo de humor negro y anticipando la costumbre actual de ponerle a Autlán el apellido que mejor convenga al tema de la plática (“Autlán de Santana”, “Autlán de los fotógrafos”…) nuestros antepasados que vivieron esos días comenzaron a llamar al pueblo Autlán de los Puntales.
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