La obra, en nueve escenas, se
desarrolla alrededor de un diálogo entre los escritores Jorge Luis Borges y
Juan Rulfo, que se encuentran después de la muerte en un lugar en el que es
posible para ellos volver a ver y volver a estar en lugares que les fueron
entrañables, como si pudieran vivir materialmente sus recuerdos, y encontrarse
con los personajes de su obra. Los escritores pueden encontrarse lo mismo en el
café Madoka que en la confitería Richmond, encontrarse con Juan Preciado o
emular a don Quijote. Alrededor de este diálogo hay una fuerte carga de
nostalgia por lo que dejaron en la vida pero también de crítica a las dinámicas
sociales de la actualidad y hasta a elementos de la identidad de sus países que
ellos consideran corrompidos y sin valor. Sin embargo, estos recuerdos vívidos
y el encuentro con sus personajes no siempre es grato, pueden llegar momentos
en que los escritores se encuentren agobiados y ahogados entre los murmullos de
quienes ellos mismos crearon.
La obra se desarrolla con una
escenografía mínima, compuesta por un par de muebles que pueden servir como
sillas o como bancos en los que los actores se pueden subir para hacer parte
del diálogo, un par de tazas de mate y poco más. Un papel preponderante lo
juegan las luces en el escenario y la proyección al fondo de éste de imágenes,
en video o fotografía, que ayudan a crear el ambiente de cada escena, a las
transiciones entre ellas y a lo que los personajes están recordando: se ven
imágenes del Buenos Aires de la década de 1920, del reseco llano rulfiano y de un
túnel luminoso, que podría ser el que lleva a la luz del que hablan algunos moribundos.
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