Arte audaz y erotismo. Margarita Pointelín. |
A
la fiesta brava la defendemos sus seguidores, decimos con seguridad que es
arte. Los antitaurinos insisten en que la muerte no puede ser arte. ¿Quién
tiene razón?
Por Carlos Efrén Rangel
A Roberto Gamiño. Artista
Los antitaurinos recurren a una
táctica repetitiva pero razonable. Muestran imágenes de cadáveres de toros o de
momentos violentos de la lidia y preguntan ¿esto es arte? La respuesta no puede
ser afirmativa para esas fotos descontextualizadas, que tampoco alcanzan a
explicar el ritual completo, ni aportan un necesario marco teórico que
favorezca un discernimiento.
Hace unos meses Roberto Gamiño,
un joven autlense que se ha labrado un nombre propio en el mundo de la
fotografía de moda en México, espetó en su Facebook el cuestionamiento: “¿Por
qué consideran que los toros son arte?” Aparecieron antitaurinos con respuestas
denigrantes y facilonas, pero Gamiño no las secundó y cuando le propuse
compartirle mi punto de vista en un territorio neutral, se mostró interesado y
sentenció que no tenía una opinión construida aunque quería tenerla.
La duda entonces sobre si la
fiesta brava es arte, como repetimos los taurinos como dogma, se volvió
justificada para mí. Y varios meses después, ya que no pude coincidir con Roberto
en otro espacio, me dispongo a aportar mi opinión en el debate.
Definición y clasificación
El diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española ofrece múltiples acepciones del término “Arte”,
las dos que inauguran encajan con facilidad en esta discusión: “Capacidad,
habilidad para hacer algo”. Esta primera idea reconoce en una actividad humana
artística aquella que se hace con el dominio de la técnica para practicarse.
De lo simple a lo complejo.
Muchas ocasiones de mi vida he tenido hambre y para saciarla he recurrido a
rudimentarias técnicas de rebanar verduras y trozos de carne, ponerlas en
recipientes a fuego para luego consumirlas. La cosa se vuelve artística si los
mismos ingredientes caen en las manos de un chef o de un cocinero tradicional.
La fotografía puede ser un arte a
mi juicio y atendiendo este criterio. Siempre y cuando la habilidad de crear
imágenes tenga un excelso manejo técnico del tiempo de exposición y la luz, del
ISO y del diafragma. Torear requiere conocimientos técnicos superiores. Los
míos en la materia son muy limitados, pero se requiere un conocimiento pleno de
la morfología y comportamiento de una especie animal, información sobre los
terrenos para la lidia y habilidad para en el marco de un reglamento y
prácticas decantadas y mejoradas durante siglos, tener la capacidad que un toro
atienda al llamado de una tela y pase ceñido al cuerpo del torero sin hacerle
daño. Hay arte porque hay capacidad y habilidad.
Sobre la segunda acepción:
“Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o
se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Hay más
tela de dónde cortar. La acción de manifestar se entrelaza con el poner en
común. La manifestación expresa, saca del interior y lo pone a consideración de
otros. No existe una manifestación que diga nada.
El arte es cosa exclusiva de las
personas por su cualidad interpretativa. Los humanos representamos nuestro
entorno real o lo que imaginamos. Se lo comunicamos a otros. En Altamira un
humano plasmó la realidad que estaba fuera de la caverna, no llevó al animal
dentro. En la cúpula de la Capilla Sixtina Miguel Ángel interpretó un pasaje de
la creación y en el mármol que hizo al David representó la belleza del cuerpo
humano. La música combina sonidos y silencios para poner en común emociones y
sentimientos. En todos hay un elemento de transformación de la naturaleza.
Utilizando recursos materiales,
lingüísticos o sonoros, los artistas toman elementos naturales y los modifican
para expresar. Sin la visión humana, el intelecto humano, sin el manejo técnico
que sólo pueden desarrollar las personas, la fría piedra del David seguiría
siendo parte de la montaña, el silbido exclusivo de los pájaros y “En un lugar
de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”, palabras de un sujeto con
alzheimer y no el inicio de una de las más importantes obras de la literatura
universal.
El toro bravo es un animal
salvaje. No existe una versión domesticada. Su instinto es embestir a lo que se
meta en sus territorios. El toro mata a sus presas y a diferencia de otros
animales salvajes, no asesina para comer –porque es herbívoro- usa sus astas
para herir a quien está cerca. El hombre utiliza elementos plásticos –el
capote, la muleta, su propio cuerpo o el de un caballo- para transformar esa
embestida violenta y natural en un compás suave –templado- que manifiesta
sensaciones reales: la superioridad intelectual de un ser físicamente inferior
dominando a otro mayor. Emociones intangibles: tristeza, alegría, nostalgia y
trascendencia.
Al poner en común no siempre nos
entendemos. Un artista no tiene mensajes universales. En lo particular aún no
estoy seguro de que la lata de sopa de Warhol tenga que ser arte y lo mismo
pienso de géneros musicales estridentes que hacen apología del delito. Pero hay
otros seres humanos a quienes esa transformación de la naturaleza sí interpela
y por lo tanto, debo asumir que tienen derecho a llamarla arte: “El arte ha
sido definido como un vehículo de expresión o comunicación de emociones e
ideas, un medio para explorar y apreciar los elementos formales del propio
interior, y el mimetismo o representación”.
En una plaza de toros hay
elementos violentos. Es verdad. Pero también hay emoción. He visto personas
llorar con un muletazo. He gritado un olé ante una embestida templada con la
misma fuerza que un guaco con una canción de José Alfredo.
Pero luego de estas reflexiones
me parece que llegamos a una disyuntiva de dos veredas. Aquí va la primera ¿en
dónde caben las fotos de los cadáveres de toros con la pregunta con que inició
este texto? ¿Es arte también cuando un torero tiene que soltar diez o más
golpes de descabello? ¿Son arte las cornadas? ¿Debe considerarse arte el poco
compromiso de un espada para no lidiar un toro porque no se sintió inspirado,
“no bajaron los duendes”? Que me perdonen los taurinos: eso no es arte.
En las plazas de toros ocurren un
sinnúmero de acciones que no tienen ningún sentido estético, que no se desarrollan
con técnica, ni habilidad y que no le veo el caso que los taurinos insistamos
en clasificar como arte. Vamos a perder el debate.
El otro sendero breve para
transitar en este debate es si es posible poner a la fiesta de los toros al
mismo nivel que a la literatura, la pintura, la arquitectura, la música, la
escultura y la danza, seis de las categorías sobre las que hay un consenso
generalizado en que se clasifica el arte. En ninguna de ellas cabe la fiesta
brava, a decir verdad.
Sin embargo esta propuesta de
organización no es un cuadro rígido, y es posible reagrupar. Encuentro
similitudes –y no soy el primero, por supuesto- entre la literatura, la
pintura, la arquitectura y la escultura, en todas ellas la manifestación humana
queda plasmada y fijada en un elemento material que permite en algunos casos la
transportación y en todos los casos la permanencia en el tiempo, coincide en
esto también la composición musical escrita en el pentagrama.
La interpretación musical y la
danza por el contrario tienen una naturaleza efímera. Duran el tiempo en el que
transcurren. No fue posible fijarlas ni guardarlas hasta que los adelantos
tecnológicos de la grabación y reproducción de audio y video lo permitieron.
La clasificación es también
flexible en la medida en que se pueden combinar artes. La literatura, la
música, la danza e incluso la pintura y la escultura, se reunieron y surgió el
teatro, del que no son pocos los teóricos que también incluyen como una
categoría de arte. La tecnología ha avanzado y eso ha dado nuevos materiales y
novedosas formas de expresión. La fotografía podría considerarse una
descendiente legítima de la pintura, la música producida en consolas y computadoras
lo es de la que surgieron los tambores africanos y las cortes europeas. Surgió
el cine descendiente de todas las artes.
¿El toreo tiene similitudes que
permiten emparentarla con algún arte? Ha inspirado a músicos, pintores,
escritores, escultores, cineastas, cantantes y artesanos. El toreo no se fija
por sí mismo en un material. Se parece por lo tanto a un arte escénico, como la
música, la danza y el teatro. Es de estos dos últimos a los que les encuentro
más similitudes.
Toreo, danza y teatro, requieren
de un escenario que transforma con un manejo técnico superior la naturaleza
salvaje para manifestar una emoción que nace de la realidad o de la
imaginación. Los tres son efímeros. Los tres se valen del cuerpo propio para
expresar. La danza y el toreo recurren a la fuerza y la elasticidad, a las
formas corporales proporcionadas y al movimiento rítmico para crear belleza. El
teatro y el toro siguen una narrativa: hay un principio que presente a los
personajes, un intermedio donde se vive una lucha para resolver un conflicto y
un desenlace que puede ser feliz o triste.
El toreo sin embargo guarda dos
diferencias que lo hacen único y sumamente valioso. La primera es que lo que
ocurre en la puesta en escena es real. Los toros hieren de verdad. Las astas matan
de verdad. Las espadas son de acero y no de palo. La valentía no puede
simularse con vestuario o maquillaje. La otra diferencia recae en que si bien
la lidia del toro tiene un orden preestablecido, no existe un libreto que
permita que dos faenas sean idénticas. Hay un rasgo de improvisación que tiene
su origen en un comportamiento único e irrepetible de cada toro, del sentir del
torero, del sentir del público.
Fijar el toreo demanda adelantos
tecnológicos y aunque soy un fanático del cine, debo reconocer que me aburre
ver toros por televisión, no es lo mismo. Transmite menos.
¿Los toros son arte? Volvemos al
punto de partida y luego de ofrecer algunos argumentos hay que reconocer que
no. La fiesta de los toros no es arte. Me parece que lo correcto es establecer
que una corrida de toros, la fiesta brava en general es una actividad que está
llena de expresiones artísticas. Manifestaciones humanas que transforman
elementos naturales para comunicar emociones. Abundan. No alcanzan los siglos
para describirlas y ejemplificarlas todas.
Una faena que realizada con
técnica y sentimiento transmite emociones a un público que asiste a un
escenario a observar una narrativa, en la que dos personajes utilizan los
movimientos de sus cuerpos para transformar la naturaleza y comunicar
emociones, encaja perfecto en cualquier definición y clasificación de arte.
Asumir que en la fiesta brava sólo
hay expresiones artísticas abundantes, deja espacio para reconocer que también existen
otras que no lo son. Es el compromiso con la verdad, que es materia de otro
debate, pero que en conjunto con la expresión artística justifican éticamente
la existencia de las corridas de toros.
Proporción
áurea
El arte está directamente relacionado con los valores
estéticos. La belleza. Es un concepto sobre el que también se ha deliberado
históricamente. No todo nace de la subjetividad de los gustos de cada quién. Se
ha concluido que la estética está íntimamente relacionada con la proporción de
las figuras. Son matemáticas y como tal, son comprobables.
De la antigua Grecia surgió el concepto “Proporción Áurea”.
Es una regla. La proporción divide el espacio o las líneas en una imagen
estética. El análisis de numerosos murales y pinturas permite reconocer el uso
de este elemento para la elaboración de materiales con belleza.
A continuación algunos ejemplos:
Esta es la proporción áurea. Establece la proporción que deben existir entre los elementos. |
Detalle de la Capilla Sixtina. La creación de Adán cabe en la proporción áurea. |
Es quizá la pintura más famosa de la historia. Leonardo da Vinci. |
En el Partenón griego se aplica la matemática de la belleza. |
Un muletazo de Joselito Adame, hay composición y estética. |
Juan Pablo Sánchez expresa con su cuerpo en la danza verdadera. |
Le podemos reclamar muchas cosas, pero no su expresión artística. Morante. |
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