jueves, 28 de agosto de 2025

El cementerio de Chacaltepec en el IX Coloquio de Cultura Funeraria

Durante el Coloquio de Cultura Funeraria. De izq. a der.: Isabel Méndez, Guillermo Tovar, Laura Jiménez y Antonio Gutiérrez.

 La tarde del martes 26 de agosto se celebró en la sala Francisco Tenamaxtli de El Colegio de Jalisco el IX Coloquio de Cultura Funeraria, organizado por la Asociación de Cronistas Municipales del Estado de Jalisco y el gobierno de Zapopan, bajo la coordinación de la doctora Isabel Eugenia Méndez Fausto, cronista de Tototlán. El coloquio se desarrolló ante unas 20 personas, comenzando a las 18:10 horas.

Fueron presentadas en el coloquio cuatro ponencias acerca de la relación de los jaliscienses con la muerte y cómo se manifiesta de diversas formas: rituales funerarios, el manejo e historia de cementerios y hasta la publicidad y funcionamiento de las agencias funerarias.

La primera ponencia se tituló La corona funeraria o el modelo cementerial franciscano y fue presentada por la misma coordinadora del coloquio, Isabel Eugenia Méndez Fausto. Producto de la indagación en documentos de archivos parroquiales, la ponente presentó un análisis de las instalaciones y costumbres funerarias en los conventos franciscanos: costos, lugares específicos para sepultar dentro de los conventos y el hecho de que los entierros, igual que otros rituales, como bautizos y bodas, se realizaban dentro del convento como una forma de lograr que participaran en ellos los familiares que se encontraban enclaustrados. También habló sobre la distribución de las edificaciones funerarias de la orden franciscana, como las capillas y las puertas de los cementerios, que tenían un orden establecido, conocido como corona franciscana.

El cronista de Autlán, Guillermo Tovar Vázquez, presentó el trabajo Chacaltepec, el cementerio de un pueblo fantasma, cuyo punto medular es la existencia de un cementerio activo, con inhumaciones más o menos constantes, en una localidad del municipio de Autlán que ya no tiene habitantes con vida. El cronista comenzó dando un repaso de la historia de Chacaltepec, rancho ubicado al noreste del municipio, entre El Chacalito y El Corcovado y muy cerca del río Ayuquila, frontera municipal con El Grullo. Es un lugar que ya se menciona en documentos del siglo XVIII y que, durante el Porfiriato, fue una próspera hacienda propiedad del señor Alejo Arias, quien construyó capilla con todas las formalidades eclesiásticas y un cementerio, donde fueron sepultados sus trabajadores, con un repunte importante durante los años de la epidemia de influenza española. La hacienda desapareció con el reparto agrario, pero el cementerio sigue activo, administrado por el señor Elías Valdez, vecino de El Chacalito y propietario del terreno donde se encuentra el cementerio; su funcionamiento es irregular debido a que el gobierno de Autlán permite las inhumaciones en ese lugar, pero no lleva un registro de ellas. El cementerio sigue en funcionamiento debido al arraigo familiar de don Elías, quien se ha empeñado en que no desaparezca porque ahí se encuentran sepultados sus padres, pero su irregularidad legal también supone un riesgo.

Laura Cristina Jiménez Estrada expuso Panteón de Teocuitatlán; su historia y construcción: 1842-1880, donde describe la historia del primer cementerio que tuvo el municipio sureño de Teocuitatlán de Corona, construido gracias a las gestiones del sacerdote Guadalupe Mancilla, quien llegó en 1841 a hacerse cargo de la parroquia, tocándole enfrentar una epidemia de viruela. En un terreno a las afueras del pueblo en 1842 fue construido el cementerio, que ya funcionaba en 1845, según evidencias que la investigadora recolectó en campo, aunque se tuvo que construir uno nuevo en 1850, debido a la epidemia de cólera, que causó de 16 a 20 fallecimientos por día. La ponente también describió el proceso de compra de secciones del atrio de la parroquia de Teocuitatlán luego de la nacionalización de los bienes del clero, lo que incluyó la adquisición de lo que había sido el panteón original del pueblo, terreno donde hoy funciona una escuela.

Antonio Gutiérrez Cruz, del Archivo de la Arquidiócesis de Guadalajara, presentó Rescate de las agencias funerarias pioneras de Guadalajara, un trabajo que analiza el surgimiento de este giro comercial, a partir de la laicización de la muerte y su comercialización, así como la expansión del negocio gracias a los medios de comunicación. Otros giros que ya existían, según explicó el ponente en su introducción, como la carpintería, la cantería, el de los arreglos florales o el del transporte en carruajes, también comenzaron a especializarse en ofrecer servicios para los nuevos rituales funerarios que comenzaron a surgir a partir de que la Iglesia perdió el monopolio de esta actividad. El ponente presentó una evolución de las primeras agencias funerarias tapatías, a partir de los anuncios de sus servicios que aparecieron en publicaciones como las revistas Atenas y Guadalajara o los periódicos La Época, Juventud, La Crónica, Boletín Eclesiástico y El Eco Guadalupano, de los que hay ejemplares en el Archivo en que él trabaja. El empresario funerario más antiguo fue Carlos Navarro Mora, del que comienza a haber anuncios a finales del siglo XIX y quien tuvo su negocio en la calle de Hidalgo, pero luego surgirían otros, como Alberto Renaum, quien ofrecía un servicio que, según su publicidad, era aceptado en las ciudades más civilizadas; T. Martínez del Toro, quien abrió la primera capilla de velación en 1950; la Funeraria Occidental, Inhumaciones Corona, que presumía en sus anuncios haber vendido el ataúd en que fue sepultado el arzobispo Francisco Orozco y Jiménez, entre otras agencias que competían entre sí mediante el precio, la variedad de sus servicios y la sección de la sociedad tapatía al que iban dirigidos.

Al final del coloquio hubo una sección de preguntas y comentarios bastante nutrida, que sirvió para profundizar en algunos datos expuestos y para ampliar los temas con información adicional de contexto.

No hay comentarios: