lunes, 9 de junio de 2014

Don Ramón Rubín Rivas


Aunque nacido en Mazatlán en junio de 1912, hijo de inmigrantes españoles, Ramón Rubín puede considerarse uno de los escritores jaliscienses más prolíficos del siglo XX, porque fue esta la tierra que eligió para vivir la mayor parte de su vida y donde falleció en el año 2000.
Reconocido como autor de novela y cuento, aunque también produjo guiones cinematográficos y libros de texto sobre temas de producción agropecuaria, así como monografías de lugares de Jalisco (el lago de Cajititlán y el valle de Autlán); su vida bien pudiera servir como inspiración para una novela: todavía muy joven acompañó a su padre a San Vicente de la Barquera, España, lugar de origen de su familia, regresando a Mazatlán en 1929. Con conocimientos de navegación adquiridos en distintos periplos, se enroló como voluntario en un buque que llevaba armamento y parque donado por el gobierno de Lázaro Cárdenas a los republicanos españoles en la Guerra Civil, siendo atacados por la aviación franquista cerca de Gibraltar, aunque sin recibir daño alguno.
En los años 50, ya avecindado en Jalisco y dueño de una fábrica de calzado, se enfrentó intelectualmente a los gobiernos federal y estatal, encabezado este último por el gobernador Agustín Yáñez, al criticar agriamente el proyecto de desecación del lago de Chapala con el objetivo de repartir tierras a campesinos. Años luz antes de la aparición de Facebook y Twitter y de que se pusiera de moda el ecologismo, Ramón Rubín puso en riesgo su patrimonio defendiendo efectivamente los recursos ecológicos de Jalisco.
Según algunos biógrafos, sus primeras lecturas fueron Robinson Crusoe y la obra de Emilio Salgari, todavía en su infancia. Es posible que estas lecturas lo hayan movido a llevar la vida de aventura que tuvo. Esta vida lo mantuvo lejos de la academia, por lo que no tuvo una formación en las ciencias sociales, aunque su obra parecería decir lo contrario.
Dueño de una prosa ágil y vigorosa, alejada de los vericuetos de los intelectuales de escritorio, Rubín describió fielmente en su obra al México postrevolucionario. Escribió cuentos (Los rezagados, Cuentos de la ciudad, Cuentos del mundo mestizo) y novelas (El callado dolor de los tzotziles, La bruma lo vuelve azul, Cuando el táguaro agoniza) en las que, junto con dramas desgarradores pero realistas o situaciones humorísticas, ofrece un panorama detallado de la forma de vida y cosmogonía de los diferentes grupos étnicos y sociales de México, desde los grupos indígenas hasta los citadinos. Tampoco es que estos relatos salieran solamente de su imaginación: para escribir sobre un grupo indígena, por ejemplo, antes pasaba meses viviendo entre ellos, para conocerlos.
De El callado dolor de los tzotziles es este fragmento, que sirve de ejemplo de su capacidad de observación de la psicología de los pueblos indígenas de México:

Cuando apareció un cuarto borrego muerto en las mismas circunstancias, desesperados de la inutilidad de sus invocaciones a las potestades cristianas, decidieron subir hasta la cumbre del monte Tzontehuitz, temiendo que fueran sus antiguas deidades, que allí tenían su morada, las ofendidas.

En Autlán vivió entre los años 70 y 80 y aquí escribió parte de su obra. Partiendo de los relatos que le hacían las gentes del pueblo hizo algunos de los cuentos que después serían publicados por la Secretaría de Cultura en el libro Cuentos de espantos y espantados, escribió Pedro Zamora. Historia de un violador con base en lo que le contaron algunos ancianos a quienes entrevistó y mandó colaboraciones periódicas al diario El Informador, de Guadalajara. También aquí escribió la monografía El valle de Autlán, una minuciosa y crítica descripción de Autlán y su gente, del que se tomaron las citas que ahora aparecen impresas en los pasillos del Museo Regional en Autlán. También fue miembro fundador del Grupo Cultural Autlense, quien organiza un homenaje a propósito del aniversario 102 de su natalicio.
Quizás por no haber sido nunca cercano a ninguna de las mafias culturales de Guadalajara y a sus enfrentamientos con el gobierno del Estado, don Ramón ha sido poco reconocido en los medios intelectuales de Jalisco. Para colmo, en 1954 se le concedió el Premio Jalisco a las letras (ya había publicado La bruma lo vuelve azul, quizás la mejor de sus novelas), pero lo rechazó por cuestiones morales, al ser otorgado por el mismo gobierno que planeaba desecar el lago de Chapala o que, por lo menos, no hacía lo suficiente por defenderlo. Al final, este premio le fue entregado en 1997.
En 2000, año de su fallecimiento, y 2012, año de su centenario, solamente fue recordado por algunos grupos culturales independientes, pero no por la Secretaría de Cultura del Estado, por la autoridad cultural de ningún municipio ni por la Universidad de Guadalajara.

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