domingo, 24 de mayo de 2015

Guerras paralelas

Rostros de los 300 desaparecidos en el Salón del Nunca Más.


Por Andrea Guadalupe Murillo Gutiérrez


Llegué a Colombia, ávida de su sabor y de sus ritmos, de su periodismo y de los colores caribeños de su bandera. Me importaba poco su pasado y su presente mediatizado por la violencia suscitada a causa del narcotráfico: llegué sin miedo. A mi arribo, me tapaba los oídos y la boca para no hablar de la descomposición social y política de mi país. No lo quería hacer porque no tenía ganas. Quería conocer más de los conflictos colombianos y así, quizás, esto me ayudaría a comprender la de mi país, pensaba. Aunque después atisbé que era inevitable desprenderme de mi condición, pues ambos países comparten problemáticas como el narcotráfico, grupos civiles armados, poblaciones en situación de pobreza extrema y desigualdades de enormes brechas que nos separan como sociedad.

Fue entonces que mientras conocía más de Colombia, vinculaba los conceptos a México, deseando terminaran, destapándome los oídos y la boca para hablar, sensibilizándome aún más. Al hacer que la letra ‘r’ retumbara en mi oído con la palabra ‘recordar’, y ésta tuviera en mi memoria un eco constante: cada muerte ocasionada por el conflicto armado que se instaló en este país como algo natural desde hace cinco décadas debía ser recordada ante el combate entre guerrilleros, paramilitares, narcotráfico y militares; ya hasta los confundía pues no sabía cuál era cuál. “Todos matan, todos hieren, todos son lo mismo”, me lo confirmó Gloria Quintero, vocera del Salón de Nunca Más, en Granada, Antioquia.
Salón del Nunca Más. Granada, Antioquia.

Al hermano de Gloria lo sacaron de su casa para desaparecerlo hace 12 años. Forma parte de las 17.771 víctimas de desaparición forzada entre 1990 y febrero de 2012 de todo el país, según El Proyecto Víctimas de la revista colombiana SEMANA. No me gustan las cifras, prefiero los rostros, las historias de vida y los testimonios, pero al ser tantas personas víctimas de los crímenes de esta guerra, como también lo son de masacres de desplazamiento, crímenes selectivos, reclutamiento infantil, violencia contra indígenas, violencia sexual, homicidios selectivos, despojo de tierras, violencia contra afros, ejecuciones extrajudiciales, secuestro y minas antipersonales, cuyo saldo es de casi cinco millones y medio de víctimas desde 1985, según La Unidad de Víctimas, debo hacerlo. 

Este salón es para mostrar a la comunidad lo que deja la guerra; es un dolor colectivo: Gloria Quintero.

Reitero, no me gustan las cifras y menos este tipo de números rojos. Así que pensé en lo que debía hacer: indignarme, recordar y mostrar esta situación que parece es un espiral sin salida, con un tratado de paz tambaleante en el que sus firmantes adversarios dicen suspender el cese al fuego pero atacan por la espalda a soldados; una guerra en la que pelean entidades privadas para la acción pública, por sus tierras. Este es el origen político del conflicto armado; y el narcotráfico como principal factor de prolongación y degradación, y el postconflicto: el mayor problema de Colombia después de que el presidente Santos llegue a un acuerdo con paramilitares y guerrilleros. Guerra como cualquier otra: cruel, inútil y costosa, sólo que ésta es arcaica y con un futuro apabullante.

Al leer un texto de Luis Bugarini para la revista mexicana Nexos, en el cual se pregunta ¿para qué sirve la indignación? ¿Ayuda a vivir? ¿Nos cura la gripa? ¿Paga las cuentas o lleva a los hijos a la escuela? ¿Pagaremos menos predial por estar indignados? ¿No subirá el costo de la gasolina? Y se  responde aludiendo a: “Indignación es uno de esos términos próximos a agotarse. Una sociedad indignada ayuda poco a la construcción de un país con mejores prácticas. Se ha vuelto otra modalidad de testimoniar la ruina de un país”. No coincido con él pues me parece, como anteriormente lo mencioné, debo y debemos mostrarnos indignados y recordar los hechos para ‘memorizar’. “La memoria es importante. No para vivir llorando ni para vivir odiando; es para restablecer nuestros derechos y hacer denuncia”, palabras que hace días me dijo Gloria, y a lo que Tzvetan Todorov sostiene como “la recuperación del pasado indispensable; lo cual no significa que el pasado deba regir el presente, sino que, al contrario, éste hará del pasado el uso que prefiera. Sería de una ilimitada crueldad recordar continuamente a alguien los sucesos más dolorosos de su vida; también existe el derecho al olvido”.

Para Gloria, este conflicto le hizo ver que el dolor no es de uno nada más, que hay más personas que sufren y no han podido superarlo. No es ella la única que ha sido víctima, confiesa. El estar en un proyecto que tiene como objetivo sensibilizar a los habitantes de Granada y las demás personas del país. “Cada persona pasa por una pena distinta pero igual de importante”, alude.

"En ellas, familiares y amigos le escriben a cada uno cuánto lo extrañan".

Granada es uno de los municipios del departamento de Antioquia, y de Colombia, con mayor número de víctimas a causa de esta conflicto. Cuentan que en 1988 fue la primer toma guerrillera y en 1990 la segunda.  Los guerrilleros son personas con ideología de extrema izquierda cuyo fin es la repartición de tierras. Los guerrilleros son las FARC (Fuerzas  Revolucionarias de Colombia) que surgieron como reacción a la persecución política iniciada por el gobierno del Partido Conservador (1946-1953) y también el ELN (Ejército de Liberación Nacional), otro grupo guerrillero que lucha por la tierra. Durante estas cinco décadas ambos grupos han subsistido y mantienen una lucha contra  militares, y paramilitares, éstos últimos son grupos que crearon empresarios y campesinos para combatir a los guerrilleros, pero en realidad, le han causado más daño al país. Otro puntero es el narcotráfico, que tomó un auge en la década de los 80’s de la mano de cárteles como el de Medellín comandado por Pablo Escobar Gaviria y el cártel de Cali encabezado por los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela.

El Salón del Nunca Más es una iniciativa que surgió del Comité de Reconciliación y la Asociación de Víctimas Unidas por la Vida (Asovida). Con mujeres, en su mayoría liderando el proyecto, víctimas directas o indirectas, ellas sufren igual e indistintamente por la pérdida de sus seres; con las ganas de ayudarse unas con las otras, donde por medio de reuniones y consensos unificaron un sólo discurso para convertirlo en acción pública, y a su vez, generar una reconstrucción al tejido social.

Todos los seres humanos experimentamos la necesidad de pertenecer a un grupo, pues con ello obtenemos un reconocimiento. En Granada, las mujeres, a través de este proyecto captaron cambios en la opinión pública, al ser esto un referente para la divulgación de ideas y pensamientos. Ellas participan e impulsan campañas solidarias para mantener el salón; hacen colectas comunitarias, rifas y marchas para involucrar a los granadinos. En el 2008 la Alcaldía de Antioquia les cedió el Salón del Nunca Más (hasta el 2016). Y fue inaugura el 03 de julio de 2009. “Al Estado no le gusta este trabajo, ¿cómo le va a gustar?, si estamos demostrando de lo que son culpables, porque ellos son los responsables”, menciona Gloria. En Colombia, el Estado ya no provee seguridades sino mayores incertidumbres.
En el salón apenas hay 300 fotografías para recordar a los 1500 desaparecidos de Granada. El salón está compuesto por dos pisos, con una pared gigante repleta de rostros monos, morachos y callados, sosteniendo las pisadas de unos niños que juegan inquietos por toda la superficie sin reconocer su victimización pues sólo esperan el regreso de su padre o de su madre desde hace años.  En la pared hay una fosa simbólica que representa el lugar del desaparecido, y alrededor de ella están los rostros de cinco personas que han sido exhumadas. Por encima de unas tablas hay libretas, que según Gloria, son el alma de los desaparecidos y asesinados, en ellas familiares y amigos le escriben a cada uno cuanto lo extrañan.

Son el alma de los desaparecidos y asesinados: Gloria Quintero.

Mientras retrataba el salón me percaté de una pareja de ancianos, parecían tener entre 70 y 75 años de edad, abrieron de par en par las puertas de cristal que minutos antes Gloria había abierto para mostrarme lo que una joven le había escrito a  su padre el día que cumplió quince años de edad, la chica quería su papá estuviera presente con ella festejando los quince de su adolescencia. Entonces vi que sacaron del nicho de madera un cuaderno y dedicaron unas palabras en versos orales, no escribieron, lo colocaron al lado de dos cuadernos y se fueron tomados de la mano, no quise escuchar por respeto y porque sabía que me iba a echar a llorar, fue así como después Gloría me dijo que cada semana asisten para platicar con el hermano del señor.  

-En diciembre 06 de 2000, una cruenta toma de los frentes 9, 34 y 47 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC, con acciones de terror durante 18 horas, desde las 11 y 20 de ese mismo día hasta las 5:30 de la mañana del día 7, hicieron detonar un carrobomba con 400 kilos de dinamita y continuaron su accionar con la explosión de una cantidad incontable de cilindros de gas, en un distancia que afectó 7 manzanas en el centro de granada. Murieron 23 personas civiles y 5 policías; gran cantidad de heridos; 131 casas, 88 locales comerciales y la estación  de policía destruidos; toda el centro de Granada quedó parcialmente deshecha-.

Días después del atentado cada granadino llevó un ladrillo para la reconstrucción del centro, a lo que se nombró como “la marcha del ladrillo”.  “La guerra no es lo que se vive de un grupo a otro: Militares/ guerrilleros/ paramilitares, es todo lo que vivimos en los pueblos y en las ciudades”, manifiesta Gloria, quien legitima el papel que los medios de comunicación han venido tomando en este conflicto: “Las víctimas no estamos detrás del televisor, las víctimas estamos aquí”.

La marcha del ladrillo, 2000.

Los medios de comunicación, ocultaban y desviaban el foco principal de los hechos ocurridos en Granada. Los telediarios no muestran la problemática social que se vive; imponen su opinión respecto  a los acontecimientos, es por ello que se habla de la Agenda Setting, cuando los medios ponen mayor énfasis en un tema  restándole importancia a otros de interés público.

Los periodistas tienen la obligación de relatar la historia de cada una de las víctimas, aun sea una tarea titánica y casi imposible. No dar a conocer el hecho con cifras y notas de “a diario” para NO naturalizar el problema. Se necesita ver el hecho de diferentes perspectivas, con contenidos narrativos qué expliquen al lector las distintas caras del conflicto. En Colombia al igual que en México, no se puede ser insensible e indiferente ante el dolor de los otros. El papel del periodista es para contribuir en una sociedad se entienda qué es lo que pasa. No hacer apología a la violencia sino relevancia a los esfuerzos ingentes de los ciudadanos como Gloria y sus 200 compañeros. 

Me voy de Colombia enterada de su situación política y social. Preocupada más que nada; me inquieta el futuro que le va a venir a este país, no me quiero ir a México a consumir noticias disfrazadas del conflicto colombiano, pero tampoco me quiero quedar aquí a escucharlas. Me regreso a mi país para llegar a mi estado y permanecer unos días en mi municipio a constatar el alarido de los helicópteros y la vorágine de los retenes, también preocupada.  Visité un municipio donde se hallan los recuerdos de los desaparecidos y asesinados por el conflicto armado y un país, espero, a mi regreso siga vivo ya no de recuerdos sino de personas.

Marcha por la Paz, 9 de abril de 2015.

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