sábado, 23 de noviembre de 2019

Clemente Amaya, autor musical de la identidad autlense

Clemente Amaya (centro) con dos compañeros músicos.
Por Guillermo Tovar Vázquez. Texto leído en la ceremonia de conmemoración del 98 aniversario luctuoso de Clemente Amaya.

Autlán cuenta con varios símbolos de identidad, que han sido adoptados a lo largo del tiempo por sus habitantes como divisa y como timbre de orgullo: está, desde luego, el mismo nombre del pueblo, de origen indígena y que ya aparece en las primeras descripciones españolas del valle; el glifo que usamos desde hace cuatro décadas como escudo del municipio y cuya pertinencia ahora se encuentra a discusión y el rojo grana, ya un poco desteñido por tanto tiempo de ausencia de la industria de los colorantes en nuestro pueblo. Pero de todos los símbolos de identidad de Autlán el que se mantiene más vital, haciendo vibrar las emociones de los autlenses dentro y fuera del pueblo es la marcha Viva Autlán que, para efectos prácticos, es algo así como el himno del municipio. Es el único de los símbolos de identidad municipales que tiene un autor definido e identificable: el músico y compositor autlense don Clemente Amaya, cuyo aniversario luctuoso nos hemos reunido a conmemorar esta noche.
Don Clemente Amaya nació en Autlán, no en El Limón como dicen algunas versiones, el 23 de noviembre de 1868. Según el registro de su bautizo, que obra en el archivo de la parroquia del Divino Salvador y fue hecho por el sacerdote Teodoro Baltasar el día 26 de noviembre de 1868, el niño Clemente que fue bautizado ese día era originario “de aquí” y tenía “cuatro días”. Por si esto fuera poco, existe el acta de nacimiento de Clemente Amaya en el Registro Civil de Autlán, que indica que nació en el cuartel segundo, en Autlán.
Don Clemente fue hijo de Bartolo Amaya y de Timotea Radillo, por línea paterna tenía antecedentes familiares en San Gabriel. La única descripción física de Clemente Amaya que conocemos la debemos a don Ramón Rubín, quien nos dice que era “robusto, de tez muy morena, rasgos faciales negroides y precozmente cano”. Esto se corresponde con la afirmación de la doctora Lilia Victoria Oliver Sánchez quien, en la presentación de su libro Autlán de la Grana. Población y mestizaje dijo que encontró evidencias de que Clemente Amaya tenía ascendencia africana por su abuela materna, la señora Toribia Galarza. Su juventud es una época oscura, puesto que no se conoce mucho de lo que hizo antes de casarse: sabemos que estuvo en El Limón, donde conoció a su esposa Refugio Rosales Murguía y que pasó tiempo después a Purificación por una temporada corta, para regresar a Autlán definitivamente. Tanto en El Limón como en Purificación Clemente ya se dedicaba a la música: según Bertha Alicia Gutiérrez Lugo en su libro Ciudadanos distinguidos de Autlán, Clemente Amaya habría organizado la banda de música de El Limón.
Además de su notable carrera musical, otro rasgo de la personalidad de don Clemente era su carácter: Ramón Rubín, en su libro Pedro Zamora. Historia de un violador, recoge la anécdota de cuando Clemente, harto de tocar para Pedro Zamora la misma pieza una y otra vez en la banqueta del hotel Colón, y cuando el bandido le hizo, amistosamente, la broma de decirle que ya se estaba poniendo tordillo, refiriéndose a su cabello ya entrecano, Clemente tuvo el valor de responderle, sin rodeos: A mí ningún cabrón me llama tordillo. Ya sea por la sorpresa o por la admiración que tenía por él, Zamora no tomó represalia alguna por esa áspera respuesta.
Además de ser un músico virtuoso, que dominaba instrumentos como el clarinete, el cello, la mandolina y otros, fue también un compositor prolífico y excepcional: conocemos, desde luego, la marcha Viva Autlán y el vals Lencha, publicados en la colección Compositores de la Costa Sur del Centro Universitario de la Costa Sur, pero dejó una cantidad importante de composiciones, entre las que encontramos también mazurkas, pasodobles, danzas y serenatas. Muchas de estas composiciones han sido reencontradas por el investigador Ernesto Cano Lomelí en la región, y pudimos conocerlas, escuchándolas, en el concierto en homenaje a Clemente Amaya que se celebró la noche del 12 de febrero de 2010 en la calle Ernesto Medina Lima, durante el Carnaval: ahí oímos el Vals para cello y piano, Jesusita, En el campo, Viva el nuevo siglo, Margarita, Cuca y Onda armoniosa y grupos musicales actuales han incluido su música en sus repertorios, como la Banda Autlán y la Orquesta Típica de Autlán. Y esto en cuanto a los grupos locales, aquí en Autlán han tocado su obra la Banda de Música de la V Región Militar, la Banda de Música del Colegio del Aire, el maestro Konstantin Ziumbilov, entre otros.
Sin embargo, la marcha Viva Autlán es la que más recordamos y lo que más le agradecemos a don Clemente, por las razones que mencioné al principio. Se trata de una marcha de tipo militar, escrita especialmente para ser ejecutada por una banda de música, por lo que su autor no le incluyó letra ni la pensó para que la tuviera. Según nos explicó el maestro Jaime Gabino Gómez, está dividida en cuatro partes: la primera está compuesta de 16 compases con acentos de 6/8 y la segunda de 16 compases a 2/4. La tercera parte es conocida también como “parte de bajos”, debido a que son los instrumentos de sonido grave los que llevan la melodía, y está compuesta por 32 compases. La cuarta parte, o trío, se asemeja a la primera y se compone de 8 compases en modo menor y 8 en modo mayor, lo que da una impresión de aumento de intensidad al ejecutar los últimos ocho compases. Al terminar las cuatro partes, se repiten desde el inicio hasta terminar en la parte de bajos. Es una marcha sencilla, lo que ha permitido su fácil asimilación y aceptación por el gran público, pero también es una composición sumamente perfecta en su estructura.
A pesar del talento de don Clemente, vivió y murió en condiciones económicas precarias: del registro de su fallecimiento, que se encuentra en el Registro Civil, sabemos que murió el 21 de noviembre de 1921, hoy hace 98 años, en su domicilio de la calle de Antonio Rosales #7 que ahora es parte del barrio 8 de Julio pero que en aquella época era un arrabal de Autlán, sin una buena urbanización. También sabemos que fue sepultado en el panteón de los Dolores, en fosa de segunda clase. A pesar de su pobreza, Clemente Amaya contaba a su muerte con la estimación de sus compañeros de gremio: el director de la banda Autlán, Feliciano García, fue quien dio aviso de su muerte a la autoridad y, según la versión popular, a su sepelio habrían acudido varios grupos musicales del pueblo.

Antiguo letrero de la calle de Clemente Amaya, esquina con Hidalgo. En el cuartel segundo de Autlán nació Clemente Amaya.

Años después de su muerte llegaría el reconocimiento: se le impuso el nombre de Clemente Amaya a una calle importante de Autlán, muy cercana al lugar donde murió, en una fecha que no se ha podido precisar pero que fue anterior a 1950. En 2002, además, se le incluyó como uno de los personajes fundadores de la Galería de Personas Ilustres del Ayuntamiento de Autlán y, a la fecha, es uno de los personajes autlenses más celebrados.

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