A las 10:00 horas, en el domicilio
de la familia Chagolla en la parte alta de Ahuacapán y con la asistencia de
unas 30 personas, se realizó la primera de estas sesiones, en la que el doctor
Alfredo Castañeda Palomera expuso el trabajo Ahuacapán. La zarzamora y sus
recolectores, sobre la actividad económica de la recolección de zarzamora
silvestre en la sierra de Manantlán que realizan algunas familias de esta población,
incluyendo a la que nos recibió en su casa. El doctor Castañeda comenzó dando
algunos datos históricos de la hacienda de Ahuacapán, que es el origen de la
actual delegación municipal de ese mismo nombre y que fue parte del mayorazgo
de los Gómez de Parada en el siglo XVIII y cuna de la industria azucarera en la
región. Explicó también, brevemente, el proceso de reparto de las tierras de
Ahuacapán durante el agrarismo, creándose su ejido en 1937.
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Alfredo Castañeda mostrando una rama de zarzamoras silvestres. |
Enseguida, el ponente habló de
los antecedentes de la familia Chagolla, de la que seis generaciones han vivido
en esta comunidad y se han dedicado a la recolección de zarzamora; las primeras
tres generaciones lo hacían solo para consumo familiar y las siguientes comenzaron
a comercializar este fruto, que en la actualidad es fundamental en su economía.
También compartió algunos datos científicos de la zarzamora, fruto procedente
de Mesopotamia y del que en México existen 56 especies y 130 variedades. En
Ahuacapán se recolecta zarzamora, principalmente, en los predios La Joya Verde,
La Soromuta y Los Corralitos, su temporada comienza a mediados de abril y
termina al iniciar el temporal de lluvias, aunque en este año terminará
prematuramente, a finales de mayo, debido a que, por el aumento de las
temperaturas, la planta “tumbó la flor”. Son aproximadamente 40 a 50 personas
las que suben a recolectar zarzamora, procedentes de toda la región, desde Casimiro
Castillo a El Grullo, aunque el 60% de ellos lo hacen solo para autoconsumo,
solo los habitantes de Ahuacapán llevan el fruto a vender al mercado de Autlán
o a poblaciones más lejanas, como Tonaya o Cihuatlán. En la temporada de
maduración de la zarzamora, las familias recolectoras viven del ingreso que su
venta les reporta.
Los recolectores se preparan,
según explicó el doctor Castañeda, desde una noche antes para salir a trabajar
en la madrugada, armados con una canasta pizcadora de 30 kilos, una cubeta de
plástico de 5 kilos con una correa que les permite colgársela del cuello y una
escalera para alcanzar los frutos más altos. Los recolectores regresan a casa
por la tarde, donde ya los esperan los intermediarios que llevan el fruto al
mercado, aunque muchos prefieren ir a vender personalmente. Es común que, al regresar
de la recolección, traigan cortes en las manos y los brazos debidos a las espinas
de las plantas. El ponente compartió, para cerrar, algunos poemas dedicados a
la zarzamora: A la zarzamora, de Igor Romero; La zarzamora, de Federico
García Lorca; Nos llenas de felicidad, de Mara Miranda, y La
zarzamora, de Tristán Vela.
En la sesión estuvo presente el
doctor Jeremías Rodríguez, fitomejorador especialista en zarzamoras con
reconocimiento nacional e internacional y quien trabaja en el Centro
Universitario de la Costa Sur, además de varias generaciones de la familia Chagolla,
de quienes el señor Ángel Chagolla mostró algunas de sus herramientas y explicó
su uso.
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Carlos Boyzo en su conferencia. |
Por la tarde, a partir de las 19:10
horas, se desarrolló la segunda sesión de la jornada, ya en el Museo, al que
asistieron unas 25 personas. A esa hora, el cronista Carlos Martín Boyzo
Nolasco expuso su trabajo El mayorazgo de los Gómez de Parada, del que
la hacienda de Ahuacapán formó parte. Dijo que la primera referencia histórica
que se tiene de este lugar data de 1543, cuando el cacique indígena Alonso
vendió tierras de ese lugar, entonces llamado Xictlán, al español Gómez de Segovia.
Más tarde, en 1576, vendría una merced de tierras en este sitio a Alonso de
Carvajal, ya con el nombre de Ahuacapán. En 1654 se refiere, en un instrumento
notarial, la formación de una capellanía en el trapiche de la Concepción de Ahuacapán.
Un dato interesante fue la revelación de la identidad de Cano, el protagonista
de la leyenda que lleva su nombre y que afirma que en una cueva de la sierra de
Manantlán existe un fabuloso tesoro custodiado por Cano, que solo permite a los
ambiciosos visitantes llevarse todo su contenido en un solo viaje o no llevarse
nada. Este Cano sería Pablo Cano de Boedo, esposo de Elvira Ruiz de la Peña,
propietaria de la hacienda en el siglo XVII.
A mediados de ese siglo fueron dueños
de Ahuacapán Juan de Langarica y Agustina de Salazar, cuya hija Agustina de Langarica
fue monja del convento de Santa María de Gracia, en Guadalajara. Esta monja
afirma en su testamento de 1665 ser dueña de la hacienda, que hereda a la
virgen del Rosario y sus predicadores en la capital de Nueva Galicia, que la
venden inmediatamente. Hacia 1670 llegaría Ginés Gómez de Valdés, quien compra
la hacienda y se hace de más terrenos alrededor de ella, como Manantlán,
Mixtlán, Las Lagunitas (posiblemente el actual Lagunillas) y otros, hasta
conformar el mayorazgo cuyo territorio abarcaba desde Ayuquila hasta el mar,
incluyendo parte del Estado de Colima. Este mayorazgo fue encabezado por Pedro
Lorenzo Gómez de Parada, el segundo de los hijos de don Ginés, debido a que el
mayor, Juan Leandro, obispo de Guadalajara, renunció a él.
El ponente dio más datos de
Ahuacapán, incluyendo nombres de algunos de sus administradores y propietarios
después de los Gómez de Parada, algunos personajes y hechos históricos importantes,
como sus propietarios Pedro Michel Corona y Carlos Valencia, la batalla de agosto
de 1915 entre Pedro Zamora y los carrancistas, entre otros.
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Conversatorio Entre danzas y cantos. De izq. a der.: Larisa Castañeda, Antonio Díaz e Issac Ramírez. |
Para concluir la jornada, a las
20:00 horas comenzó el conversatorio Entre danzas y cantos, en el que
participaron la profesora de ballet clásico Larisa Castañeda Topete y el violonchelista
Issac Ramírez, de la Academia de Danza Doris Topete, con la moderación de José Antonio
Díaz Landeros, coordinador del Capítulo Juvenil Costa Sur de la BSGEEJ. En varias
rondas, los participantes compartieron opiniones sobre el proceso creativo y su
presentación para un público, sobre el aprendizaje y algunas características
que los artistas deben desarrollar. En este sentido, Larisa afirmó que el
aprendizaje de los bailarines desde muy niños les da las bases para tener
disciplina y un buen desarrollo, para esto es necesario que lleven un
acompañamiento psicológico. Issac opinó que la disciplina mental y física es
indispensable para que un bailarín o músico no decaiga, pues dedicarse a esto
de manera profesional es muy riguroso.
También se habló en este
conversatorio sobre la necesaria amplitud de miras en el ámbito profesional
artístico, evitando encasillarse. Sobre esto, Larisa dijo que hay bailarines profesionales
que tienen otras carreras y lo disfrutan; en la Academia Doris Topete les
enseñan que pueden realizar otras actividades que pueden combinar con la danza.
Issac afirmó que los músicos también deben tener otra disciplina y no encerrarse
solo en la música: deben despertar la curiosidad sobre lo que están tocando y
prepararse constantemente, expandir el horizonte y aprender más materias y
conocimientos que los estrictamente necesarios. Puso como ejemplo el de personas
que estudian música con la intención de dedicarse a esa actividad profesionalmente
como una forma de “huir” de las matemáticas o de otras materias que les parecen
difíciles. Luego de explicar los efectos de la temperatura sobre el violonchelo
y sus piezas de madera y sus cuerdas, tocó una pieza musical de Philip Glass.
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