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Busto de Casimiro Castillo en el Casino Ejidal de Autlán. |
Por Hirineo Martínez Barragán
Rondaba el año de 1921, en aquellos tiempos el pueblo de Autlán apenas tenía 12,483 habitantes; y aunque la población era por lo menos cinco veces más pequeña de lo que es ahora, había mucha efervescencia social y política; no obstante que la revolución se había declarado oficialmente concluida en 1917; es decir, hacía cuatro años, pero la pacificación estaba lejos, muy lejos de alcanzarse.
Entre la sociedad autleca, había, los hacendados, acostumbrados a mandar y ser obedecidos, a ser dueños de tierras, vidas y honras; estaban también los peones y empleados de los hacendados, muchos de ellos que no eran dueños ni de su vida, apenas sobrevivían para trabajarle al patrón, para eso se les mantenía, pero carecían de todo tipo de bienes y libertades.
Luego estaban los ciudadanos que vivían en el pueblo, artesanos, comerciantes y empleados de instituciones públicas o privadas, entre otros que se ocupaban de oficios distintos; también entre ellos existían ricos y pobres, había una alcurnia concentrada en unas cuantas familias y también estaban los del vulgo que representaban la mayoría; aunque todos o casi todos gozaban de algún tipo de libertad; como por ejemplo cambiar de patrón o de oficio.
Por estos rumbos de la costa, en 1921 Cihuatlán apenas contaba con 2,341 habitantes, algo así como los que ahora tienen Emiliano Zapata (El Ranchito) que en el 2020 registró 2,255 habitantes, porque Jaluco ya es más grande, con 3,536 habitantes registrados en 2020. Mientras que El Rebalse, en aquellos entonces de 1921, tenía 608 habitantes, año en que mayor población ha registrado.
La parte central de ambos pueblos, Autlán y Cihuatlán ya tenía bien definida la estructura urbana con casonas alineadas que contaban con extensos patios y huertos, de las cuales aún se pueden identificar muchas, en contraste con las chozas y hogares de pobre edificación que el tiempo las ha borrado y sustituido por otras más recientes, en las partes barriales y la periferia, en áreas que paulatinamente fueron ocupadas por el ensanche de la mancha urbana. Para el caso de El Rebalse, ustedes los rebálsenses dirán cuáles son las fincas centenarias que aún se conservan.
Retornando a Autlán donde habitaba Casimiro Castillo en aquella época, entre los ciudadanos “libres” había gente informada; por ejemplo, de los pronunciamientos de Emiliano Zapata, asesinado en 1919 a los 39 años, respecto a que la tierra es o debe ser de quien la trabaja, o la promulgación de la ley agraria del 6 de enero de 1915 escrita por Luis Cabrera y enarbolada por Venustiano Carranza, asesinado en 1920, a los 60 años.
Entre la gente informada de Autlán, había aspiracionistas respecto de que las cosas cambiaran para vivir mejor, respaldándose en los postulados revolucionarios y plasmados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada el 5 de febrero de 1917, y que con ella se regiría a partir de entonces en este país.
Según la Constitución, era de legítimo derecho para los pueblos solicitar tierras en dotación o en restitución, y también formar sindicatos; así es qué, en el Autlán posrevolucionario, entre los aspiracionistas, se comenzaron a intercambiar ideas, y luego tornaron en reunirse hasta formar un grupo de ciudadanos que convinieron instituir el Sindicato de Agricultores Pobres de Autlán, aprobado en asamblea el 1 de mayo de 1921.
Ahí, en ese grupo de aspiracionistas participó de manera destacada Casimiro Castillo, quien había nacido en 1885 y en tiempos posrevolucionarios se desempeñaba como comerciante en el mercado, también comerciaba por el rumbo de la costa. En aquella asamblea se dijeron cosas como que el sindicato “se creará para protegernos… y defendernos… de la saña y… abusos cometidos por los hacendados y terratenientes en contra de los pobres… para solicitar ante quien corresponda el fraccionamiento que procede de los terrenos…” para “facilitar… las gestiones que deban hacerse y… procedimientos que sea necesario… por los solicitantes de parcelas a fin de que obtengamos éxito en el fraccionamiento de las tierras…”
Las reuniones de los sindicalistas, al principio eran secretas, pero luego fueron descubiertas o hechas públicas, puesto que el sindicato debía registrarse ente las instituciones federales, estatales y municipales respectivas; entonces al enterarse de las reacciones provocadas ante tales acciones, un pequeño grupo encabezado por Casimiro Castillo, al intuir los riesgos, huyeron por el rumbo de Mezquitán, luego tornaron hacia el sur, para pasar por Bellavista y El Castillo en dirección a la sierra de Manantlán donde se guarecieron de las Guardias Blancas que los perseguían y con quienes tuvieron algunos enfrentamientos. En su huida, el grupo fue sumando adeptos, pero seguían siendo prófugos de la justicia. Ahora imaginemos como se vivió en esos tiempos y bajo esas condiciones, durante casi año y medio.
Mientras tanto, por estos rumbos de Cihuatlán y El Rebalse, la “Paz porfirista” parecía seguir imperando a más de diez años de haber iniciado la revolución y a cuatro de haber concluido; es decir, la aceptación y sumisión del peón y rentero respecto del terrateniente era algo “normal”. Por ejemplo, Heliodoro Trujillo era dueño de casi toda la planicie cihuatleca.
Parece ser que Trujillo era originario del estado de Puebla y en algún momento subalterno de Porfirio Díaz, pero que una borrasca de aquellos tumultuosos tiempos a finales del siglo XIX, lo depositaron por el rumbo de Manzanillo y luego avecindó en Cihuatlán, para constituirse en el primer presidente de ese municipio (1904-1911), donde, desde principios del siglo XX se convirtió en el típico cacique del porfiriato, hasta su muerte en 1923 a los 81 años. La mayor parte de sus bienes, fueron heredados a la beneficencia pública de Manzanillo, donde se alojó los últimos días de su vida. Debo revisar de nuevo el expediente de los ejidos de por aquí, para conocer a que propietarios se les expropió.
Así las cosas, en diciembre de 1923 (ya fallecido Heliodoro Trujillo), se produjo la rebelión Delahuertista, encabezada por Adolfo de la Huerta mediante la cual se oponía a que Álvaro Obregón apoyara a Plutarco Elías Calles como su sucesor en la presidencia de la República; secundada la rebelión por Enrique Estrada Reynoso en Jalisco, generando la confrontación con el gobierno encabezado por José Guadalupe Zuno; ello motivó para que Zuno convocara a que se luchara para restablecer el orden constitucional. Bajo esa circunstancia, los combatientes encabezados por Casimiro Castillo adquieren legitimidad y poder.
Casimiro Castillo y su ejército que luchaba en favor de Zuno, paulatinamente fue creciendo; combatieron en diversos lugares a lo largo de su recorrido desde Autlán, por Ameca y Sayula, de tal suerte que producto de sus méritos en campaña durante alrededor de seis meses, recibió por parte del gobierno federal el nombramiento de Brigadier jefe de Fuerzas Irregulares. Cargo militar, que equivale al inmediato superior del coronel, es decir, casi general, con el que regresó a Autlán a principios de 1924.
Restablecido el gobierno zunista, los combatiente liderados por Casimiro Castillo, recibieron una misiva del gobierno estatal, diciendo que como la rebelión había sido sofocada y restablecido el gobierno constitucional, era necesario que depusieran las armas, a lo que contestaron que lo harían a cambio de las tierras que les habían prometido; eso propició que en un acto adelantado a los procesos agrarios regulares, el gobernador Zuno declarar una dotación preliminar de ejido para el pueblo de Autlán en 1924 pero que se ejecutó legalmente hasta 1927, ya fallecido Castillo.
A finales de 1924 Casimiro Castillo resultó electo como diputado local, cargo al que entró en funciones a principios de 1925, y así como antes, ya siendo diputado, siguió haciendo proselitismo con su base campesina, principalmente peones y jornaleros, eso mediante visitas a la región de Autlán y la Costa; la última de ellas fue la realizada en abril del 1925, visitando precisamente este lugar de El Rebalse donde Tranquilino Corona lo agredió a balazos, en la noche del 27 de abril, al recibir el salvoconducto para ingresar -somos nosotros compañero-, así franquearon el paso al domicilio donde dormía, con sus anfitriones, Domingo Quiles y esposa.
Herido y dejado como muerto por su agresor, Casimiro Castillo fue trasladado en lancha, por la vena a Barra de Navidad y de ahí a Manzanillo, para luego llevarlo en ferrocarril a Guadalajara y hospitalizarlo, donde se curó y fue dado de alta el 12 de mayo de 1925, o sea, hace exactamente cien años; pero en lo que la esposa fue a recoger las cosas de la pensión para regresarse a Autlán, al retornar lo encontró moribundo y sin poder hablar; se sospecha que algún personaje de gobierno estatal lo mando envenenar, inclusive posiblemente atendiendo instrucciones del propio gobernador; propiciándole la muerte hoy hace cien años. Personajes como Rubén Villaseñor Bordes celebraron su muerte, y calificaron el acto de Tranquilo Corona como heroico y patriota; a Castillo lo señalaba como haragán, líder de holgazanes que buscaban hacerse de bienes que no le pertenecían; al gobernador Zuno lo calificaba de títere, alcahuete y pintamonos.
Casimiro Castillo era más bien bajo de estatura, rollizo sin llegar a ser gordo y cojeaba con una de sus piernas; así lo recordaba Domingo Martínez, a quien le gustaba decir: yo conocí a Casimiro Castillo, estaba ahí en el corral, junto a la atarjea, donde ahora está El Rodeo, había mucha gente, era una fiesta; había mujeres torteando, tenían mariachi; yo pasaba por ahí rumbo a Ahuacapán y los vi.
Llevaba pitayas a vender y entonces un señor me gritó ¡Ey muchacho! ¡Qué traes ahí en esa canasta! Pitayas le contesté, tráelas me dijo y al acercarme preguntó ¿A cuánto la que me guste? Y ya le dije, entonces se puso a comer y se acercaron otros hasta que se las acabaron; entonces me dice ese mismo señor, sabes qué, no me gustó ninguna, entonces no te las voy a pagar, todos los demás se rieron y dijeron lo mismo, entonces yo me puse a chillar, pero al verme se acercó un señor a preguntarme que tenía y ya le dije, entonces ordeno que me las pagaran todas y si me las pagaron. Ese hombre era Casimiro Castillo, a quien también le decían de manera despectiva el renco o verdulero. Después me enteré que la fiesta, era porque les habían entregado la tierra al ejido.
La semilla que sembraron este grupo de luchadores comenzó a dar fruto el siguiente año, con la dotación del ejido de La Huerta en 1926, le siguieron dotación para los ejidos de Casimiro Castillo, Tequesquitlán, Barra de Navidad, Tecomates, Lo Arado, Piedra Pesada, Cihuatlán, El Zapotillo, El Aguacate, San Patricio, El Bonete o Alfredo V. Bonfil, La Manzanilla, El Almolón, Cuautitlán, Las Pilas, Jaluco, Pavelo, El Chico, Rincón y La Nance, Jaluco, Las Guásimas y El Rebalse. Para El Rebalse fue hasta 1939 que se les otorgó la resolución presidencial favorable y la ejecución oficial para la entrega de tierras fue hasta 1945; pero la cosa ahí no paró, la lista siguió creciendo.
Hay muchas cosas que reflexionar en torno a lo antes dicho y que se pueden corregir con lo que ustedes ya saben, para sacar sus propias conclusiones; yo por ahora aquí dejo algunas, surgidas de mis saberes y entenderes.
Primero. Los hombres siempre son ellos y la circunstancia vivida, en general nos equivocamos cuando calificamos de bueno o malo a alguien, sin conocer el contexto. Casimiro Castillo fue bueno y fue malo, según la circunstancia y según se viera.
Segundo. Alguna vez escribí que la revolución agraria no motivó la riqueza económica, pero si generó justicia social para las familias. Ustedes digan cuantos ejidatarios, cuantas familias han cambiado sus vidas con las tierras en usufructo que tenía en propiedad Helidoro Trujillo. Con ello, a cuántas personas se les regresó la libertad, la dignidad, y ser en algún sentido, los arquitectos de su propio destino.
Tercero. El mundo no necesariamente se divide entre buenos y malos, lo que mueve a las acciones de las personas, es su perspectiva y sus intereses. Los agraristas en aquellos tiempos y circunstancias lucharon, arriesgando su vida para disponer de una parcela para cultivarla y mantener a la familia. Esas parcelas que ahora ustedes usufructúan y de las cuales están orgullosos y consideran parte de su patrimonio, heredadas de sus padres, abuelos o algún pariente.
Cuarto. El personaje de Casimiro Castillo, entre los descendientes del agrarismo, es considerado un paladín del reparto agrario, pero hay otros sectores que lo critican. Casimiro vivió su circunstancia que lo colocó en un bando de lucha, al que le tocó liderar y con ello obtener varios triunfos, así como su gran derrota, la muerte a los 40 años. Pero el triunfo mayor fue su legado y por esos estamos aquí.
Cuáles son los ideales de cada uno de nosotros, en qué bando suponemos que estamos ubicados, qué valores enarbolamos, qué compromisos hemos asumido y qué batallas hemos estado dando; porqué en cada uno de nosotros hay un potencial héroe o paladín por descubrir. Ahora me recuerdo de Cleto, El Guitarrón, Chava y muchos más, de quienes en cada caso valoramos su legado.
¡Qué viva El Rebalse!
¡Qué viva el agrarismo!
¡Qué vivan y siempre se recuerden los ideales de Emiliano Zapata y Casimiro Castillo!
Muchas gracias
Texto leído en El Rebalse jalisco, municipio de Cihuatlán, el 12 de mayo de 2025, para conmemorar el centésimo aniversario de la muerte de Casimiro Castillo.
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