Lento corría el ferrocarril frente al norte, el calor en los carros de segunda estaba insoportable. Fidencio el guarachero, aunque impuesto al clima semitropical, iba muy molesto, arrepentido de viajar en tren, pero se resignaba diciéndose: -Al cabo ya mero llegamos a la frontera, los primos me prometieron pasarme de mojado, ojalá no me fallen.
- Okey, Fide, ya estás de este lado, mañana salimos para el field, hay chamba en el desaije del betabel. La migra no se mete mucho por allá, así que estáte tranquilo- le dijo su tío Rogaciano Malacara.
- Nomás porque soy muy lebrón, tío, no me rajo, pero este trabajo es muy pesado, todo el santo día agachado en el surco con este solazo que quema como infierno.
- Aguántate un poco- le contestó don Rogaciano-, pronto regresaremos a Los Ángeles, a versi te consigo jale de mesero, que es mejor pagado y más very nais.
- ¡Quihubo, m´ijo! ¿Cómo te ha ido por acá? Tenía meses que no te miraba- le dijo don Rogaciano a su sobrino.
- De maravilla- respondió este-, el trabajo que me consiguió es muy bueno, estoy muy contento y ganando bastantes dólares. Además, la ciudad me encantó, aunque hay mucho humo, ya me acostumbré, he conocido varios lugares interesantes y hasta fui a un partido de la serie mundial.
- ¡Qué bueno que estás bien!- comentó su primo Pancho que se encontraba con ellos-, aprovechamos para invitarte mañana a la casa; vamos a juntarnos toda la familia para la cena de nochebuena.
- Con gusto estaré presente; muchas gracias por todo lo que hacen por mí- agradeció Fidencio.
A otro día por la tarde fue Fide a comprar regalos para sus familiares y a disfrutar la iluminación y el ambiente de los centros comerciales. Andaba embebido mirando tantas cosas nuevas, cuando de pronto oyó una voz media mocha que se dirigía a él:
- ¡Hey, tú, guarachudow! Enséñame tus peipers.
- ¿Cuáles peipers?- dijo Fidencio.
- ¡Ah, no tener...! ¡Tú ser indocumentadow...!
Lo esposaron como a un criminal y se lo llevaron detenido junto con otros paisas que traían en su camioneta.
- Qué nochebuena estamos pasando-, se decían unos a otros, consolándose para resistir el frío-. Ni siquiera nos prestaron cobijas.
Así la pasaron ateridos, rumiando su desgracia.
- ¡Quien traiga para su pasaje, en esta fila!- les gritó un oficial.
Fidencio fue uno de ellos. Al subirse al camión comenzó a brincar como saltaperico, guarachando fuertemente.
- ¿Qué tieneess mecsicano?- le preguntó un oficial.
- ¡Nada, gringo jijo de tu tiznada madre! Me estoy sacudiendo el polvo de mis guaraches, porque ni eso quiero llevarme. Jamás vuelvo. Nunca debí salir de mi Autlán.
Autor: Juan Manuel Gómez Sandoval
Publicado en el libro "Cuentos autlenses", del mismo autor, publicado por la Casa Museo López Portillo en 1998, dentro de la Colección Incurables.
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