lunes, 25 de agosto de 2025

Segunda jornada del IX Festival Áurea Corona 2: reflexiones sobre la música clásica y un concierto de piano

Silvestre Díaz e Issac Ramírez.

 El sábado 23 de agosto por la tarde, para cerrar la segunda jornada del noveno Festival Áurea Corona, en el Museo Regional se realizaron un conversatorio sobre la música clásica y el debut autlense de Sergio Losowich y sus hijos, quienes ofrecieron un variado y novedoso concierto de piano. Todo comenzó a las 18:35 horas ante la presencia de apenas unas 10 personas, concurrencia que fue mejorando al paso de los minutos.

El primer momento de la tarde fue el conversatorio ¿Qué es la música clásica y para qué sirve?, que llevaron el violonchelista Issac Ramírez y Silvestre K´anil Díaz Landeros, músico y productor en Radio Universidad de Guadalajara en Autlán. Frente al público y sin mayores formalidades, ellos se pusieron a platicar sobre la música y los efectos que este ente provoca en el cuerpo y la mente humanos. No es posible registrar algo como un guion de la plática pero, de forma alternada, ellos hablaron sobre una posible definición de la música, desde la de diccionario hasta las propuestas de diversos filósofos. Sobre la música conocida como clásica, Issac explicó que viene del folclor y nace de agregar una segunda voz, con lo que surge la armonía. Haciendo un símil con la teoría de la relatividad, se explicó cómo es importante el contrapunto y cómo un elemento se mueve con respecto a otro en la música.

A partir del surgimiento de la música clásica hubo un desarrollo general, tanto en la notación como en la construcción de instrumentos. Para acercarse a una definición de la música clásica, Silvestre recordó que Bernstein la llama “música exacta”, por la precisión de su ejecución y, aparte, por exclusión, al eliminar otras formas de llamarla, como culta, seria, buena o clásica, atributos que otras formas musicales también tienen. Para Issac, esa exactitud provoca pérdida de libertades creativas entre los ejecutantes, quienes, en palabras de Alejandro Drago, se vuelven “descifradores de papel”, que se verían ridículos tratando de tocar música popular.

En el conversatorio se abordaron también las relaciones entre las personas y la música en distintas épocas. En el periodo clásico, por ejemplo, eran muy pocos los que tenían acceso a escuchar una pieza musical, que tenía que ser ejecutada en vivo por una orquesta, experiencia que solo podían permitirse quienes podían pagarla. En la actualidad, en cambio, con un solo clic se puede tener acceso a distintas versiones de una misma sinfonía, por ejemplo, pero se ha ido perdiendo el valor que se da a la experiencia de la escucha, reduciéndose, en muchos casos, al simple establecimiento de un ruido de fondo para las actividades cotidianas.

En cuanto a la utilidad de la música clásica, ésta no debe tener necesariamente una utilidad práctica, aunque existe una “necesidad de la música” que ya definía Steiner, derivada de lo que hace sentir a las personas. La música ha estado presente en momentos de la Humanidad que se pueden calificar de infernales, como la II Guerra Mundial, la guerra de Bosnia o la actualidad en Gaza, sirviendo como un bálsamo para quienes sufren esa violencia extrema. Para cerrar el conversatorio y ejemplificar esta utilidad de la música, Issac tocó al violonchelo la pieza El chelista de Sarajevo, del compositor inglés David Wilde, creada luego de un bombardeo sobre esa ciudad en el que murieron más de 20 personas inocentes y que fue interpretada durante 22 días consecutivos en las ruinas del teatro de Sarajevo.

Sergio Losowich y Christopher López.


Para cerrar la jornada, escuchamos el concierto que el pianista Sergio Losowich y sus hijos Christopher y Yeshua López, que resultó novedoso por incluir, por primera vez en la historia del festival, una interpretación a seis manos. El maestro Losowich imparte clases de música en Guadalajara, mientras que sus hijos son niños de primaria: Christopher cursa el sexto grado y Yeshua está por ingresar apenas a ese nivel educativo. Ellos tocaron obras de compositores clásicos y también del mismo Losowich, en el siguiente orden:

Sonatina en Sol mayor, de Beethoven, por Yeshua.

Sonata No. 14 en Do sostenido menor (Claro de luna), 3er movimiento, de Beethoven, por Christopher.

Estudio de concierto para piano No. 1, La muerte del ángel 13, de Sergio Losowich, por su autor. Se trata de una obra programática narrativa que cuenta la historia de san Pablo como el apóstol número 13 y una guerra entre arcángeles y demonios.

Sonata No. 24 en Do mayor, de Mozart, por Sergio Losowich al piano y Christopher López al violín.

Suite para piano y violín No. 2, El imperio azteca, parte séptima, de Losowich, por Sergio Losowich al piano y Christopher López al violín.

Interpretaciones a cuatro manos, por Losowich y Christopher: Rondo Alla turca, de Mozart; primer movimiento de la Pequeña Serenata, de Mozart; Danza húngara no. 5 de Brahms, y Marcha Radetzky, de Strauss.

Blue moon, de Richard Rodgers, a cuatro manos por Christopher y Yeshua.

Interpretaciones a dos pianos: primer movimiento de la Serenata en Re mayor y primer movimiento de la Sinfonía No. 41, Júpiter, de Mozart, por Losowich y Christopher.

Interpretación a seis manos de la parte séptima de la Suite para piano a seis manos, La granja, de Losowich, por los tres intérpretes. Es la primera vez que se toca una pieza a seis manos en la historia de este festival.

El concierto fue ovacionado por varios minutos y varios integrantes del público solicitaron tomarse fotos con los pianistas. En el caso de Yeshua, se aclaró, fue esta su primera presentación ante un público.

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