Martha Corona en su presentación. |
Con la asistencia física de unas
50 personas y virtual (mediante la transmisión en vivo por la página de
Facebook del capítulo) de alrededor de 20, los trabajos comenzaron a las 19:00
horas, con la exposición del trabajo El Parián. Las tiendas que rodeaban la
Plaza del Comercio, de Martha Florentina Corona Santana, directora del
Museo Regional.
La ponente comenzó explicando que
este es su segundo trabajo de una trilogía sobre el centro de Autlán, que
comenzó con De paso por la Plaza del Comercio, que presentó en la III
Semana Cultural Ernesto Medina Lima y que culminará con un próximo trabajo
sobre los portales. Pidió también a los asistentes que imaginaran la fisonomía
del centro de Autlán en el siglo XIX, sin el jardín Constitución, sin el portal
Juárez y toda la cuadra donde ahora se encuentra el módulo del Servicio de
Administración Tributaria, sin la Presidencia Municipal como la conocemos,
entre otros elementos faltantes. En cambio, existía un kiosco de madera en la
Plaza de Armas, hoy jardín Hidalgo, una explanada dedicada a la instalación del
mercado en el hoy jardín Constitución, el espacio para la plaza de toros donde
ahora está el mercado…
Martha pasó enseguida a explicar
el origen de la palabra parián, que fue importada de las Filipinas junto con
muchos otros elementos culturales y cuyo significado original es mercado. Como parián
era conocido el espacio que ahora ocupan los portales Morelos y Vicente
Guerrero, en los que había una serie de comercios, a manera de mercado. La expositora
mostró algunas imágenes de los parianes de México y de Puebla, para compararlos
con el portal Morelos sin arcos (mediante fotografías del terremoto de 1932) en
los que pudimos notar las similitudes físicas de esos espacios: una serie de
puertas iguales y muy juntas entre sí, que servían de acceso a los distintos
comercios, ausencia de arcos y, sobre todo, la vocación comercial.
Martha Corona expuso también un expediente
de 1870 en el que los “locatarios” del parián, entre quienes se encontraba el
benefactor Antonio Borbón, en el que piden a la jefatura política de Autlán les
reconozca la propiedad sobre sus locales, de los que venían pagando derecho de
piso desde, en algunos casos, más de cuarenta años. Este expediente es tan detallado
que permite conocer la ubicación y los linderos de cada local, así como la antigüedad
del parián.
Exhibió también un croquis del
centro de Autlán en 1870, con la ubicación de cada local y de los espacios que
antes estuvieron en el centro y que ya desaparecieron, como la plaza de toros y
el cementerio.
La presentación de Martha puede verse en este enlace.
Guillermo Tovar y Jaime Gabino Gómez.
En la segunda parte de la jornada,
que comenzó a las 20:00 horas, el cronista de Autlán, Guillermo Tovar Vázquez,
presentó su libro Un pueblo que canta. Historia del Orfeón Proa.
En la presentación fungió como
comentarista el profesor Jaime Gabino Gómez Acosta, director de la Banda Autlán
y maestro en la Escuela de Artes municipal, quien recordó el ambiente musical
de Autlán a mediados del siglo XX, época en que se formó el orfeón y en la que
existieron aquí orquestas de baile, un grupo de jazz y una orquesta sinfónica, además
de grandes músicos y compositores. En este contexto ocurrió la llegada del
profesor Francisco Espinosa Sánchez, quien promovió las actividades artísticas
desde el Grupo Cultural Proa, del que el orfeón formó parte. Este orfeón, dijo
el maestro Gómez, cantaba lo mismo canciones populares que polifonía del siglo
XVI, con arreglos de músicos autlenses como Hermilio Hernández, Moisés Casillas
y Moisés Alatorre.
Enseguida el autor del libro abundó
en el panorama cultural del Autlán de la década de 1940, explicando que
funcionaron grupos de teatro particulares, como el de la Sociedad Mutualista y
otro que era dirigido por don Felipe Uribe, músicos y pintores de renombre,
pero haciendo énfasis en el gusto musical: dijo que en Autlán se cantaba
mientras se trabajaba, durante los quehaceres de la casa y aún en los ratos de
descanso. Existía la costumbre, afirmó, de salir a la banqueta en familia al caer
la tarde para platicar y cantar.
Habló también de la llegada a
Autlán del profesor Francisco Espinosa, a la que calificó de “venturosa”, explicó
el contexto político en que llegó este personaje: conflicto electoral luego de
las votaciones de 1948, que obligaron al Congreso local a declarar nulas las
elecciones y mandar a un diputado a encargarse de la administración municipal,
que no era otro que el profesor Espinosa, un músico académico con una entonces
incipiente carrera política. Tovar mencionó que este nuevo presidente municipal,
en sus ratos libres, se dedicó a promover la cultura y las artes, mediante la
conformación del Grupo Cultural Proa, que gestionó la venida a Autlán de artistas
de otras latitudes a mostrar su trabajo.
Sin embargo, la parte más
importante del grupo fue el Orfeón Proa, del que dijo que fue formado mediante
convocatoria abierta. A los cantantes que acudieron a la invitación el profesor
los clasificó por voces y los enseñó a cantar (ninguno tenía una formación en
esta disciplina), formando con ello cantantes que representaron a Autlán en
varios municipios de Jalisco y en los principales espacios culturales de
Jalisco y de México: el teatro Degollado, el Palacio de Bellas Artes, el Conservatorio
Nacional de Música, entre otros.
El autor del libro mencionó
también los pormenores de la organización de la gira por la ciudad de México
que hizo el orfeón en febrero de 1952, lograda con las gestiones de los autlenses
radicados en esa capital, y mencionó algunas referencias al profesor Francisco
Espinosa en obras de personajes como el cronista tapatío Juan López, Ramiro
Villaseñor y Villaseñor y el escritor Agustín Yáñez, en las que se mencionan
siempre las cualidades por las que es más recordado: su honestidad, don de
gentes e interés por la promoción de la cultura.
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