martes, 9 de junio de 2020

La influenza española en Autlán (y otras epidemias)

Fachada del Asilo de Ancianos, antiguo hospital de Las Montañas. 


Aunque no ha sido abordado con mucha frecuencia por nuestros cronistas, don Ernesto Medina Lima refiere en su libro Calles y barrios de Autlán que el azote de la epidemia de la influenza española fue uno de los episodios principales de la vida en el pueblo durante la primera mitad del siglo XX.
En un contexto de guerra civil, con el pueblo y la región entera amenazados constantemente por la presencia de bandoleros y la actividad económica contraída, la epidemia pegó en Autlán como otro más de los numerosos males que ya aquejaban a sus vecinos. Según la ya mencionada referencia de don Ernesto, durante esa epidemia, cuyos primeros contagios se reportaron en el mundo en 1918 y que a Autlán pudo haber llegado a fines de ese año y a principios del siguiente, al viejo hospital de Las Montañas, que ocupaba la finca sobre la calle de Leandro Valle que ahora ocupa el asilo de ancianos, eran llevados “enfermos y más enfermos” para ser atendidos por el doctor Uribe y, en no pocos casos, ayudados a bien morir por el padre Manuel Jiménez. Según la misma fuente, los cadáveres de quienes morían por la influenza eran llevados a sepultar hacinados en los carretones del aseo público.
Estas escenas dantescas serían observadas por un muy joven Luis Enrigue Villaseñor, quien seguiría la carrera de medicina y, a la postre, se convertiría en uno de los principales promotores de la construcción del nuevo hospital de Las Montañas, inaugurado en 1950. Quizás, y solo quizás, su vocación habría nacido del contacto con el sufrimiento humano ocasionado por la epidemia.
Si acudimos al frío ámbito de los números podremos confirmar que hubo un impacto de la epidemia en Autlán, manifestado en un repunte en la cantidad de fallecimientos: en el Registro Civil se encuentran las partidas de 660 fallecimientos en ese año, un promedio de casi dos muertos por día, superior ligeramente a los 582 del año anterior y a los 523 de 1919, y mucho mayor a los 473 de 1920. Estos números cobran su justa dimensión si recordamos que la población de Autlán en esos años rondaba los 12 mil habitantes: 12,383 según el censo de 1921.
Sin embargo, el 12 de abril de 1920 el corresponsal en Autlán del diario El Informador, de Guadalajara, cuenta que en el pueblo no ha habido mortandad causada por la influenza, de la que dice que en esos días se vivía el apogeo, pero que sí había gran cantidad de “atacados” por la enfermedad. Refiere que entre los peregrinos que regresaron recientemente de Talpa fue raro el que no se enfermó, muriendo algunos de ellos en el camino y otros ya en Autlán.

Epidemias durante la Colonia

En su libro Autlán de la Grana. Población y mestizaje la doctora Lilia Victoria Oliver Sánchez refiere, basándose en la Relación de fray Alonso Ponce y en la Crónica Miscelánea de fray Antonio Tello, dos epidemias que casi exterminaron a la población indígena de Autlán en el siglo XVI, que en 1525 era de alrededor de 17 mil habitantes: la primera sería en los primeros años de la década de 1540, de la que dice Tello que en la región “murieron infinitos… que como bárbaros se dejaron morir sin tener más remedio que el del cielo”.
La segunda gran epidemia ocurrió entre 1576 y 1580 y fue relacionada por fray Alonso Ponce en 1587, diciendo que en Autlán “con el cocoliztle, que fue una pestilencia y mortandad muy grande que hubo en aquella tierra, quedó todo destruido y con tan pocos vecinos, que no llegaban a doscientos”.
El término indígena cocoliztle no nombra a una enfermedad específica sino a la mortandad causada por una o varias de ellas, como la viruela o la influenza, traídas de Europa y para las que los habitantes del Nuevo Mundo no tenían defensas naturales.
A lo largo de la Colonia se presentaron nuevamente brotes epidémicos en toda la Nueva España, incluyendo Autlán, por lo general en años posteriores a aquellos en que se registraron malas cosechas a causa de las sequías.

La viruela de 1831

Desde hace algunos años se ha dejado correr la inexacta versión de que la primera vez que se celebró el Carnaval fue en el año 1831. Todos sabemos que ese año el Ayuntamiento de Autlán le otorgó a un señor de apellido Mardueño permiso para organizar corridas de toros, con tal de que terminaran a más tardar el Martes de Carnaval.
En esos primeros días del año 1831 Autlán padecía una epidemia de viruela: el registro de defunciones que se llevaba en la parroquia del Divino Salvador, que hacía las veces de nuestro actual Registro Civil, da cuenta de una elevada mortandad entre el 1 de enero y el 15 de febrero (martes de Carnaval) de ese año: hay registrados 34 fallecimientos solamente en Autlán en ese lapso de tiempo, un 30% más que el mismo periodo del año anterior. El brote de viruelas terminó con la vida de 14 habitantes de Autlán, cinco de ellos niños. Este aumento en el número de personas fallecidas pudiera parecer mínimo en nuestros días, pero se convierte en un número respetable cuando recordamos que la población de Autlán en 1831 no llegaba a 3 mil habitantes.
Lo de las viruelas fue un verdadero problema para los autlenses: el mismo Ayuntamiento, en su sesión del 20 de enero de 1831, casi tres semanas antes del martes de Carnaval, acordó suplicar al cura de Autlán “hacer cuanto esté de su parte a efecto de que cuanto antes realice la construcción del Cementerio en razón de hallarse esta villa atacada de la epidemia de viruelas…”. El Ayuntamiento se refiere al actual panteón de los Dolores, ya que antes los entierros se hacían en el atrio de la parroquia, justo en el centro del pueblo. Por fin, en septiembre de ese año se puso en servicio el entonces nuevo panteón, cuya existencia se debe, por lo menos parcialmente, a la presencia de epidemias en Autlán.

La gripa de 1929


El 23 de enero de 1929, en plena Guerra Cristera, el corresponsal en Autlán del diario El Informador hacía saber a los lectores que en Autlán y El Grullo se vivía una epidemia de gripa de grandes proporciones: dice que “es notable el número de griposos que se encuentra en cada hogar, dándose casos, con frecuencia, de fiebres, de origen palúdico, neumonías y
algunos de viruela” y que las autoridades civiles y militares tuvieron que tomar medidas enérgicas para evitar el aumento en los contagios, aunque no especifica cuáles fueron esas medidas. Dice además que, según unos vecinos de El Grullo que entrevistó, en el vecino pueblo se llegaron a registrar hasta ocho a diez muertes por día.

Como podemos ver en esta limitada y superficial relación, los autlenses hemos pasado por situaciones mucho más graves que la actual pandemia. De todas hemos salido, tal vez golpeados pero con el suficiente ánimo para seguir creciendo.

Fuentes:

El Informador, edición del 12 de abril de 1920, página seis.
* El Informador, edición del 23 de enero de 1929, página cinco.
* INEGI, Censo General de Habitantes de 1921. Consultado en https://www.inegi.org.mx/programas/ccpv/1921/
Medina Lima, Ernesto. Bosquejo histórico de Autlán, 1990. Edición de autor.
* Medina Lima, Ernesto. Calles y barrios de Autlán, 2007. Acento Editores.
* Oliver Sánchez, Lilia Victoria. Autlán de la Grana. Población y mestizaje, 2015. Universidad de Guadalajara.
* Registros de inhumaciones de la parroquia del Divino Salvador en 1831. Consultado en Family Search.
* Partidas de defunciones en el Registro Civil de Autlán en 1917, 1918, 1919 y 1920. Consultado en Family Search.

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