viernes, 9 de febrero de 2018

¿Los toros son arte?

Arte audaz y erotismo. Margarita Pointelín.


A la fiesta brava la defendemos sus seguidores, decimos con seguridad que es arte. Los antitaurinos insisten en que la muerte no puede ser arte. ¿Quién tiene razón?


Por Carlos Efrén Rangel

A Roberto Gamiño. Artista 


Los antitaurinos recurren a una táctica repetitiva pero razonable. Muestran imágenes de cadáveres de toros o de momentos violentos de la lidia y preguntan ¿esto es arte? La respuesta no puede ser afirmativa para esas fotos descontextualizadas, que tampoco alcanzan a explicar el ritual completo, ni aportan un necesario marco teórico que favorezca un discernimiento.  
Hace unos meses Roberto Gamiño, un joven autlense que se ha labrado un nombre propio en el mundo de la fotografía de moda en México, espetó en su Facebook el cuestionamiento: “¿Por qué consideran que los toros son arte?” Aparecieron antitaurinos con respuestas denigrantes y facilonas, pero Gamiño no las secundó y cuando le propuse compartirle mi punto de vista en un territorio neutral, se mostró interesado y sentenció que no tenía una opinión construida aunque quería tenerla.
La duda entonces sobre si la fiesta brava es arte, como repetimos los taurinos como dogma, se volvió justificada para mí. Y varios meses después, ya que no pude coincidir con Roberto en otro espacio, me dispongo a aportar mi opinión en el debate.

Definición y clasificación
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española ofrece múltiples acepciones del término “Arte”, las dos que inauguran encajan con facilidad en esta discusión: “Capacidad, habilidad para hacer algo”. Esta primera idea reconoce en una actividad humana artística aquella que se hace con el dominio de la técnica para practicarse.
De lo simple a lo complejo. Muchas ocasiones de mi vida he tenido hambre y para saciarla he recurrido a rudimentarias técnicas de rebanar verduras y trozos de carne, ponerlas en recipientes a fuego para luego consumirlas. La cosa se vuelve artística si los mismos ingredientes caen en las manos de un chef o de un cocinero tradicional.
La fotografía puede ser un arte a mi juicio y atendiendo este criterio. Siempre y cuando la habilidad de crear imágenes tenga un excelso manejo técnico del tiempo de exposición y la luz, del ISO y del diafragma. Torear requiere conocimientos técnicos superiores. Los míos en la materia son muy limitados, pero se requiere un conocimiento pleno de la morfología y comportamiento de una especie animal, información sobre los terrenos para la lidia y habilidad para en el marco de un reglamento y prácticas decantadas y mejoradas durante siglos, tener la capacidad que un toro atienda al llamado de una tela y pase ceñido al cuerpo del torero sin hacerle daño. Hay arte porque hay capacidad y habilidad.
Sobre la segunda acepción: “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Hay más tela de dónde cortar. La acción de manifestar se entrelaza con el poner en común. La manifestación expresa, saca del interior y lo pone a consideración de otros. No existe una manifestación que diga nada.
El arte es cosa exclusiva de las personas por su cualidad interpretativa. Los humanos representamos nuestro entorno real o lo que imaginamos. Se lo comunicamos a otros. En Altamira un humano plasmó la realidad que estaba fuera de la caverna, no llevó al animal dentro. En la cúpula de la Capilla Sixtina Miguel Ángel interpretó un pasaje de la creación y en el mármol que hizo al David representó la belleza del cuerpo humano. La música combina sonidos y silencios para poner en común emociones y sentimientos. En todos hay un elemento de transformación de la naturaleza.
Utilizando recursos materiales, lingüísticos o sonoros, los artistas toman elementos naturales y los modifican para expresar. Sin la visión humana, el intelecto humano, sin el manejo técnico que sólo pueden desarrollar las personas, la fría piedra del David seguiría siendo parte de la montaña, el silbido exclusivo de los pájaros y “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”, palabras de un sujeto con alzheimer y no el inicio de una de las más importantes obras de la literatura universal.
El toro bravo es un animal salvaje. No existe una versión domesticada. Su instinto es embestir a lo que se meta en sus territorios. El toro mata a sus presas y a diferencia de otros animales salvajes, no asesina para comer –porque es herbívoro- usa sus astas para herir a quien está cerca. El hombre utiliza elementos plásticos –el capote, la muleta, su propio cuerpo o el de un caballo- para transformar esa embestida violenta y natural en un compás suave –templado- que manifiesta sensaciones reales: la superioridad intelectual de un ser físicamente inferior dominando a otro mayor. Emociones intangibles: tristeza, alegría, nostalgia y trascendencia.
Al poner en común no siempre nos entendemos. Un artista no tiene mensajes universales. En lo particular aún no estoy seguro de que la lata de sopa de Warhol tenga que ser arte y lo mismo pienso de géneros musicales estridentes que hacen apología del delito. Pero hay otros seres humanos a quienes esa transformación de la naturaleza sí interpela y por lo tanto, debo asumir que tienen derecho a llamarla arte: “El arte ha sido definido como un vehículo de expresión o comunicación de emociones e ideas, un medio para explorar y apreciar los elementos formales del propio interior, y el mimetismo o representación”.
En una plaza de toros hay elementos violentos. Es verdad. Pero también hay emoción. He visto personas llorar con un muletazo. He gritado un olé ante una embestida templada con la misma fuerza que un guaco con una canción de José Alfredo.
Pero luego de estas reflexiones me parece que llegamos a una disyuntiva de dos veredas. Aquí va la primera ¿en dónde caben las fotos de los cadáveres de toros con la pregunta con que inició este texto? ¿Es arte también cuando un torero tiene que soltar diez o más golpes de descabello? ¿Son arte las cornadas? ¿Debe considerarse arte el poco compromiso de un espada para no lidiar un toro porque no se sintió inspirado, “no bajaron los duendes”? Que me perdonen los taurinos: eso no es arte.
En las plazas de toros ocurren un sinnúmero de acciones que no tienen ningún sentido estético, que no se desarrollan con técnica, ni habilidad y que no le veo el caso que los taurinos insistamos en clasificar como arte. Vamos a perder el debate.
El otro sendero breve para transitar en este debate es si es posible poner a la fiesta de los toros al mismo nivel que a la literatura, la pintura, la arquitectura, la música, la escultura y la danza, seis de las categorías sobre las que hay un consenso generalizado en que se clasifica el arte. En ninguna de ellas cabe la fiesta brava, a decir verdad.
Sin embargo esta propuesta de organización no es un cuadro rígido, y es posible reagrupar. Encuentro similitudes –y no soy el primero, por supuesto- entre la literatura, la pintura, la arquitectura y la escultura, en todas ellas la manifestación humana queda plasmada y fijada en un elemento material que permite en algunos casos la transportación y en todos los casos la permanencia en el tiempo, coincide en esto también la composición musical escrita en el pentagrama.
La interpretación musical y la danza por el contrario tienen una naturaleza efímera. Duran el tiempo en el que transcurren. No fue posible fijarlas ni guardarlas hasta que los adelantos tecnológicos de la grabación y reproducción de audio y video lo permitieron.
La clasificación es también flexible en la medida en que se pueden combinar artes. La literatura, la música, la danza e incluso la pintura y la escultura, se reunieron y surgió el teatro, del que no son pocos los teóricos que también incluyen como una categoría de arte. La tecnología ha avanzado y eso ha dado nuevos materiales y novedosas formas de expresión. La fotografía podría considerarse una descendiente legítima de la pintura, la música producida en consolas y computadoras lo es de la que surgieron los tambores africanos y las cortes europeas. Surgió el cine descendiente de todas las artes.
¿El toreo tiene similitudes que permiten emparentarla con algún arte? Ha inspirado a músicos, pintores, escritores, escultores, cineastas, cantantes y artesanos. El toreo no se fija por sí mismo en un material. Se parece por lo tanto a un arte escénico, como la música, la danza y el teatro. Es de estos dos últimos a los que les encuentro más similitudes.
Toreo, danza y teatro, requieren de un escenario que transforma con un manejo técnico superior la naturaleza salvaje para manifestar una emoción que nace de la realidad o de la imaginación. Los tres son efímeros. Los tres se valen del cuerpo propio para expresar. La danza y el toreo recurren a la fuerza y la elasticidad, a las formas corporales proporcionadas y al movimiento rítmico para crear belleza. El teatro y el toro siguen una narrativa: hay un principio que presente a los personajes, un intermedio donde se vive una lucha para resolver un conflicto y un desenlace que puede ser feliz o triste.
El toreo sin embargo guarda dos diferencias que lo hacen único y sumamente valioso. La primera es que lo que ocurre en la puesta en escena es real. Los toros hieren de verdad. Las astas matan de verdad. Las espadas son de acero y no de palo. La valentía no puede simularse con vestuario o maquillaje. La otra diferencia recae en que si bien la lidia del toro tiene un orden preestablecido, no existe un libreto que permita que dos faenas sean idénticas. Hay un rasgo de improvisación que tiene su origen en un comportamiento único e irrepetible de cada toro, del sentir del torero, del sentir del público.
Fijar el toreo demanda adelantos tecnológicos y aunque soy un fanático del cine, debo reconocer que me aburre ver toros por televisión, no es lo mismo. Transmite menos.
¿Los toros son arte? Volvemos al punto de partida y luego de ofrecer algunos argumentos hay que reconocer que no. La fiesta de los toros no es arte. Me parece que lo correcto es establecer que una corrida de toros, la fiesta brava en general es una actividad que está llena de expresiones artísticas. Manifestaciones humanas que transforman elementos naturales para comunicar emociones. Abundan. No alcanzan los siglos para describirlas y ejemplificarlas todas.
Una faena que realizada con técnica y sentimiento transmite emociones a un público que asiste a un escenario a observar una narrativa, en la que dos personajes utilizan los movimientos de sus cuerpos para transformar la naturaleza y comunicar emociones, encaja perfecto en cualquier definición y clasificación de arte.
Asumir que en la fiesta brava sólo hay expresiones artísticas abundantes, deja espacio para reconocer que también existen otras que no lo son. Es el compromiso con la verdad, que es materia de otro debate, pero que en conjunto con la expresión artística justifican éticamente la existencia de las corridas de toros.

Proporción áurea
El arte está directamente relacionado con los valores estéticos. La belleza. Es un concepto sobre el que también se ha deliberado históricamente. No todo nace de la subjetividad de los gustos de cada quién. Se ha concluido que la estética está íntimamente relacionada con la proporción de las figuras. Son matemáticas y como tal, son comprobables.
De la antigua Grecia surgió el concepto “Proporción Áurea”. Es una regla. La proporción divide el espacio o las líneas en una imagen estética. El análisis de numerosos murales y pinturas permite reconocer el uso de este elemento para la elaboración de materiales con belleza.
A continuación algunos ejemplos:

Esta es la proporción áurea. Establece la proporción que deben existir entre los elementos.
Detalle de la Capilla Sixtina. La creación de Adán cabe en la proporción áurea.

Es quizá la pintura más famosa de la historia. Leonardo da Vinci.
En el Partenón griego se aplica la matemática de la belleza.
Un muletazo de Joselito Adame, hay composición y estética.
Juan Pablo Sánchez expresa con su cuerpo en la danza verdadera.
Le podemos reclamar muchas cosas, pero no su expresión artística. Morante.

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