domingo, 29 de mayo de 2016

La historia de la Cruz del Astillero, según fray Nicolás Ornelas


En la sacristía de la parroquia del Divino Salvador, en el centro de Autlán, puede verse una vieja cruz de madera, montada sobre una peana de piedra y aparentemente sin atractivo alguno. Su apariencia, como suele pasar, es engañosa: esta cruz tiene más de cuatro siglos de edad y en su mejor época fue muy venerada por los autlenses y los habitantes de una amplia región, por considerarla muy milagrosa. Hace ocho años publicamos aquí la versión de su historia y milagros, según fray Antonio Tello.
Hoy compartiremos la versión de fray Nicolás Antonio de Ornelas Mendoza y Valdivia, quien realizó a principios del siglo XVIII una descripción de los asentamientos religiosos de la provincia de Santiago de Xalisco (Nueva Galicia y parte de Nueva España), en la que incluyó a la "Santísima Cruz de Autlán":

"Para que entrasen a la conquista de las Philipinas en nombre del rey, nuestro señor, llevó el capitán Juan Pablo Carrión avío de gente de servicio, oficiales, instrumentos y lo necesario para el sustento de todos, con orden de fabricar unos galeones, y se fabricaron y sirvieron: y el lugar donde hicieron pie, y se ranchearon para este fin, fue inmediato al puerto de la Navidad (donde se desembarcó mucho tiempo la flota de la China, que hoy desembarca en Acapulco); y por tener buen suceso, antes de cortar madera alguna para los galeones, formaron una hermosa y alta cruz, y sobre peaña fuerte la enarbolaron, tenía el pie cuatro varas de largo, cuarta y cuatro dedos de ancho, y los brazos de este mismo anchor, y eran de vara y tres cuartas de largo. Ésta adoraban; delante de ésta al amanecer y anochecer se encomendaban a Dios: acabóse la obra salióse toda la gente de aquel puerto, dejaron la santísima cruz en él, y de allí a unos cuantos años, el capitán Francisco Chambrío, holandés, entró en aquel puerto, robó la nao de China, y antes de robarla, quemó algunos ranchos y casas y el pueblo de Acatlán. Llegó después donde estaba la santísima cruz, y la mandó derribar, y después de haberle puesto mucha raja y astillas que quedaron por encima y por los lados, le pegaron fuego, la dejaron ardiendo y se fueron. Al año siguiente vino la flota de China, se desembarcaron sus navegantes, supieron el caso, buscaron el lugar de el incendio, hallaron cenizas, comenzaron a desparramarlas, y hallaron la santísima cruz, ilesa e intacta, hermosa; y a sus orillas inmediatas a sí, muchas rosas de olor y hermosura cabal.
Cogió cada uno, por dicha, lo que pudo, enarbolando la santísima cruz, que acompañada de las rosas, la trajeron en casa de Antonio Chavarín, donde, unos admiraban la libertad de el incendio, y otros la producción de las rosas; tanto que, si el santo rey David estuviera allí, como dijo: regnavit a ligno Deus, había de repetir el refloruit caro mea. En casa de este hombre se experimentaron tres maravillas que obró a vista de todos la santísima cruz: la primera fue, que la quitaban pedazos para formar de ellos cruces pequeñas; et similis particulas proferebat, crecía y se llenaba el lugar que le menoscaba la devoción, y por ello volvió a su ser.
La segunda, que habiéndole hecho enramada con techo de paja a la misma cruz, inculpablemente se quemó; y de entre las llamas vieron como se quedó incorrupta, ilesa y aún más hermosa y olorosa.
La tercera, que de las partículas que le quitaban formaron, algunos, piesde cruces pequeñas; otros, brazos, añadiendo de otra madera la otra parte; y luego, dentro de pocos días se podría la madera extraña, para declarar la singularidad de aquella cruz milagrosa: nulla silva talem profert fronde, flore, germine. Dieron forma de pasarla al pueblo de Autlán; recibióla con gran solemnidad el R. P. Fray Juan Carrascosa, y con orden del Ilmo. Sr. Rivera, obispo que fue de este obispado, se examinaron muchos milagros de la santísima cruz. El R. P. Tello, a quien he citado en toda esta crónica, dice todo lo dicho, y concluye con estas palabras: El Ilmo. y Rmo. Sor. Obpo. Rivera, me envió comisión, examiné sacerdotes y seculares fidedignos, y todos declararon muchos casos; de donde se infiere que Dios, nuestro señor, por esta santísima cruz, comunica muchos bienes a los hombres milagrosamente, y se le sigue mucha gloria a la santísima cruz de todos estos; y este mismo padre Tello, entró en aquel convento por guardián, y dispuso que se acortara la santísima cruz, en debida proporción y tamaño, y así se hizo; los fragmentos se repartieron a personas devotas, y la principal y mayor parte de laboreó, se pintó y se engastó, y colocada en su altar se adora de las provincias de los Coronados, Espuchimilco, Colima y las adyacentes;y esta veneración es por la retribución."

Hasta aquí la cita de fray Ornelas, tomada del libro Crónicas de la Provincia de Santiago de Xalisco escrita por Fr. Nicolás Antonio de Ornelas Mendoza y Valdivia 1719-1722, publicado por el Instituto Jalisciense de Antropología e Historia.


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