Hace 310 años, el 26 de agosto de 1699, el autlense Marcos de Monroy era acusado de brujería ante el tribunal de la Inquisición en la Ciudad de México por Francisco de Cárdenas, otro habitante de Autlán que era interrogado ese día por el delito de "casado dos veces".
Sobre el proceso de Monroy el filólogo Antonio Alatorre publicó el libro "El Brujo de Autlán" en el año 2002 en Editorial Aldus, ampliamente recomendable, de cuya lectura se deduce que el mencionado "brujo" (al que yo le encuentro más parecido con un protagonista de novela picaresca) era todo un personaje en el Autlán de hace 3 siglos, por la cantidad de declarantes que hablaron sobre sus hazañas y por lo que dijeron de él. Usando como guarida la Cueva del Ermitaño, visible desde el barrio de Las Montañas, Marcos de Monroy realizó, entre muchos otros, los siguientes actos de brujería, según el libro de Alatorre, que a su vez usó como fuente la documentación que sobre el mencionado proceso existe en el Archivo General de la Nación:
Micaela de Albacar, española, dijo:
"... y teniendo yo la de hinchárseme la garganta y pescuezo, Marcos se ofreció a curarme, pero que había de ser estando a solas, y que no había de decir a mis padres y hermanos lo que él dijese o hiciese. Y, con efecto, en tres días me curó de la forma siguiente, que fue apretándome la garganta con las manos y corriendo (recorriendo) con ellas el cuerpo abajo, apretándomelo todo a raíz de las carnes (o sea, sobre la piel desnuda), y después me chupó las orejas y los párpados de los ojos y debajo de los brazos, y decía unas palabras que yo no me acuerdo de todas, pero sólo que decía Aire, fuego, mar y viento, ayudadme como puedes."
Juana de la Cruz, mulata, declaró:
"Habrá como catorce años estaba yo en casa de Alonso Álvarez de Castrejón, que a la sazón era mi amo, sola y triste porque se me habían muerto mi madre y mi ama, cuando entró Marcos de Monroy. Viéndome tan afligida, me dijo: "Mira, en el pueblo de Tuxcacuesco hay una fiesta. Si quieres yo te llevo allá, para que te diviertas y te consueles", y me dijo que irían conmigo otras tres mujeres. Le pregunté qué mujeres eran, y él me las nombró: Francisca Gutiérrez, María la Sota y Antonia Laplazaola. Me dijo que con esas tres mujeres y una más, que creo era Juana González, coyota, había ido unos tres meses antes, en un instante, a la estancia de Ichancípil (que dista de Autlán como 12 leguas) para la fiesta de bodas de Antonio de Medina. Entonces le pregunté yo que de qué manera habíamos de ir, y él me dijo: "En un bastidor, como cuando lo de Ichancípil; yo iré sentado en medio de ustedes, cada una en una esquina". Para esto no debía acordarme de Dios ni tenerlo en el corazón ni en la boca; y me parece que también me dijo (aunque no me acuerdo bien) que no había de llevar rosario. Le pregunté que cómo podría ser eso, porque de fuerza me habían de echar de menos al otro día en casa de mi amo, y Marcos me contestó que esa misma noche, antes que cantaran los gallos, estaríamos de vuelta en Autlán.
Esa noche hubo un temblor poco después de la oración, y asustada me fui a casa de doña Agustina de Castrejón, y allí me estuve hasta muy tarde. Cuando volví a casa me hallé a Marcos, enojado porque me había estado esperando, y me dijo: "¿Cómo no has venido antes? Ahora ya es muy tarde y no hay tiempo de ir y volver".
Y así por el estilo. Al final, el 19 de febrero de 1709, diez años después de iniciado el proceso, la Inquisición manda apresar a Marcos de Monroy. Solo que el acusado ya llevaba casi tres años de muerto, desde el 22 de julio de 1706, por lo que sus numerosos "crímenes" quedaron sin castigo, por lo menos en este mundo.
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