La gramática de nuestro idioma, o sea, la descripción sistemática de su estructura y funcionamiento, puede haberse escrito ya en tiempos de Alfonso el Sabio. Pero en esos tiempos la palabra gramática significaba únicamente "conocimiento del latín". En cierto lugar usa Alfonso el Sabio la expresión "nuestro latín" para referirse a la lengua que escribía; como si dijera: "la clase de latín (evolucionado, simplificado, sembrado de arabismos, etc.) que hablamos en esta segunda mitad del siglo XIII en estos nuestros reinos de León y Castilla". Pero el conocimiento de este "latín" no tenía nada en común con el del verdadero latín, el de Ovidio, el de San Isidoro, el del Tudense. La primera gramática de nuestra lengua -de hecho, la primera auténtica gramática de una lengua "vulgar", o sea, moderna- es la Gramática castellana que, con dedicatoria a Isabel la Católica, hizo imprimir en 1492 Antonio de Nebrija.
Hombre de humilde origen, Nebrija se educó en Italia, particularmente en la Universidad de Bolonia, donde asimiló las nuevas concepciones de la filología y las nuevas técnicas de enseñanza que él implantó luego en su patria, declarando la guerra a los métodos anticuados que anquilosaban la inteligencia de los estudiantes. Entusiasta en todo lo relacionado con la antigüedad clásica, exploró con espíritu de arqueólogo las ruinas de la Mérida romana y, junto con el portugués Aires Barbosa, implantó en la península los estudios helénicos. Nebrija desarrolló su labor pedagógica en las universidades de Salamanca y de Alcalá. Fue él quien dio el paso que jamás hubiera soñado dar el medieval rey de León y Castilla. El conocimiento del castellano era ciertamente comparable con el del latín; si el conocimiento del latín era expresable en una gramática, no tenía por qué no serlo también el del castellano. La idea rectora de Nebrija parece haber sido: "el latín es de esta manera, muy bien; y el castellano es de otra manera". Verdad es que en algunos casos sus explicaciones de fenómenos castellanos no son correctas, por referirse en realidad a fenómenos latinos; pero esto deberá perdonársele en razón de su formación humanística, ya que esa formación tan seria, tan moderna, fue justamente la que lo llevó a plantarse frente a su propia lengua en la forma en que lo hizo. La importancia de Nebrija es mucho mayor que la de un simple gramático. Junto con los sabios italianos residentes en España y Portugal, él sentó en el mundo hispánico las bases del humanismo, movimiento paneuropeo, búsqueda colectiva del saber emprendida por un grupo numeroso de personas a quienes unía el conocimiento de las dos lenguas internacionales, el griego y el latín, de tal manera que entre el andaluz Nebrija (Aelius Antonius Nebrissensis) y el holandés Erasmo (Desiderius Erasmus Roterodamus) no había ninguna barrera idiomática.
Fragmento del libro "Los 1,001 años de la lengua española" de don Antonio Alatorre, publicado por el Fondo de Cultura Económica.
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