La noche de este viernes 31 de mayo concluyó el programa de festejos por el primer aniversario del Museo Regional con un encuentro de orquestas, en el que participaron la embrionaria Orquesta Sinfónica Juvenil de Autlán, la Orquesta Típica de Autlán y la Orquesta Sinfónica Juvenil de El Grullo. El concierto comenzó a las 20:20 hrs. y se desarrolló al aire libre, en la plazuela Bicentenario, ante alrededor de mil personas.
Orquesta Sinfónica Juvenil de Autlán |
El concierto lo abrió la Sinfónica Juvenil de Autlán que, como decía al principio, está aún en estado embionario. Dirigida por el reconocido músico Eduardo Galván Gallardo, esta orquesta comenzó a formarse apenas en octubre del año pasado, con una mayoría de integrantes que apenas en esa fecha comenzaron a aprender a tocar un instrumento musical. Aún así, anoche presentaron las piezas Tempest, de Robert Smith, la Pequeña serenata nocturna de Mozart, Lacrimosa del Requiem de Mozart, acompañada por el Coro Municipal dirigido por Alejandro Zermeño, y el Preludio del Te Deum de Marc Antoine Charpentier. La orquesta aún no cuenta con todos los integrantes que debería tener y acusa todavía los problemas de una orquesta nueva, pero creemos que va por el camino correcto.
Orquesta Típica de Autlán |
La segunda parte del concierto quedó a cargo de la Orquesta Típica de Autlán, dirigida por Víctor Ambriz Morán. Arropados por el cariño de su público, que ha hecho de esta orquesta uno de los grupos musicales favoritos de los autlenses, presentaron un repertorio basado en música de compositores iberoamericanos. Comenzaron con la pieza que generalmente abre sus conciertos, el Canon de Johann Pachelbel, para seguir con un popurrí con fragmentos de El diablo suelto, Habanera, Andalucía y España Cañí, el Tango bolero de Llosas, Bésame mucho y, para terminar, un popurrí con música de compositores como Beethoven, Bach y Bizet. El público los premió con aplausos de pie y peticiones de que tocaran otra pieza, que no fueron atendidas.
Orquesta Sinfónica Juvenil de El Grullo |
La velada, de tres horas de duración, terminó con la participación de la Sinfónica Juvenil de El Grullo, que ya tiene tres años de historia, que se notan en la calidad de la ejecución y la coordinación entre sus secciones. Dirigida por Daniel Flores Regalado, presentó un repertorio muy novedoso, que inició con El fantasma de la ópera, de Andrew Lloyd Webber y siguió con el final de la 9ª Sinfonía de Beethoven, Caballería ligera de Franz von Suppe, Fiesta para trompetas, de Leroy Anderson, un fragmento de la zarzuela La leyenda del beso, el tango La cumparsita y, para cerrar, Guadalajara, de Tito Guízar.
Las solicitudes de más música con que el público despidió a las orquestas fueron atendidas de una forma muy peculiar: de repente, los integrantes de las dos últimas orquestas se formaron juntos para tocar, dirigidos por Víctor Ambriz, Conga del fuego nuevo, de Arturo Márquez, el célebre Huapango de José Pablo Moncayo bajo la batuta de Daniel Flores Regalado y Viva Autlán, de Clemente Amaya, con Víctor Ambriz de regreso en la dirección, para cerrar con broche de oro una excelente velada musical.
Hay que mencionar que la mayoría de los asistentes resistieron durante las tres horas que duró el concierto las incomodidades de estar todo ese tiempo sentados, sin abandonar el lugar hasta que sonaron las últimas notas de Viva Autlán. Gente de todos los grupos sociales y de todas las edades abarrotaron el cruce de las calles Morelos y Escobedo, llenando incluso las banquetas.
Las solicitudes de más música con que el público despidió a las orquestas fueron atendidas de una forma muy peculiar: de repente, los integrantes de las dos últimas orquestas se formaron juntos para tocar, dirigidos por Víctor Ambriz, Conga del fuego nuevo, de Arturo Márquez, el célebre Huapango de José Pablo Moncayo bajo la batuta de Daniel Flores Regalado y Viva Autlán, de Clemente Amaya, con Víctor Ambriz de regreso en la dirección, para cerrar con broche de oro una excelente velada musical.
Hay que mencionar que la mayoría de los asistentes resistieron durante las tres horas que duró el concierto las incomodidades de estar todo ese tiempo sentados, sin abandonar el lugar hasta que sonaron las últimas notas de Viva Autlán. Gente de todos los grupos sociales y de todas las edades abarrotaron el cruce de las calles Morelos y Escobedo, llenando incluso las banquetas.
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